El Meollo del Asunto—Como Hemos Optado Esta Falsa Creencia en Nuestro Intento para Prevenir las Enfermedades Cardiacas
Por Dr. Mercola, 26 de diciembre de 2013
La idea de que el colesterol alto causa enfermedad cardiaca se remonta a Rudolph Virchow (1821-1902), un patólogo alemán que encontró un engrosamiento en las arterias en las personas a las que les realizo autopsia, lo cual atribuyó a una acumulación de colesterol.
Fue seguido por Ancel Keys (1904-2004), un fisiólogo de renombre quien publicó su trabajo conocido como “Seven Countries Study”1 o el “Estudio de los Siete Países” en 1963. Este primer informe, que vincula el consumo de grasas saturadas de origen animal a la enfermedad cardíaca, sirvió de base para casi todo el apoyo científico inicial de la Teoría del Colesterol.
Lo que muchos no saben es que en realidad esta información se obtuvo de 22 países, pero Keys analizó información selectivamente de sólo siete de ellos. Los siete países elegidos siguen siendo válidos en su teoría inicial.
Después de un análisis posterior, otros investigadores descubrieron que cuando los 22 países están incluidos, no hubo correlación alguna entre el consumo de grasas saturadas y las enfermedades coronarias. De hecho, el conjunto de datos sugiere lo contrario – que las personas que consumieron más cantidad de grasa animal tienden a tener una menor incidencia de enfermedades del corazón.
La Propagación de la Ciencia Fallida ‘Imperfecta’
En los últimos 60 años, la investigación ha demostrado en repetidas ocasiones que NO hay correlación entre el colesterol alto y la formación de placa que conduce a la enfermedad cardíaca. A pesar de ello, el mito de la grasa saturada/colesterol ha sido extremadamente persistente.
A partir de 2010, las recomendaciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos2 (USDA) sugirieron reducir su consumo de grasas saturadas a sólo el 10 por ciento o menos, del total de calorías. Las grasas fueron aborrecidas a tal punto que se eliminaron prácticamente por completo de la “pirámide alimenticia” de la USDA, que ahora se llama “MyPlate”. Las grasas son excluidas por completo, con excepción de una pequeña porción de productos lácteos, que deben ser libres de grasa o bajos en grasa.
¿Cómo puede ser esto?
Esto es precisamente lo opuesto de lo que su cuerpo necesita. Muchos expertos en salud creen que, para tener una salud óptima, sería recomendable obtener entre el 50 y 85 por ciento de sus calorías diarias en forma de grasas saludables.
En la década de 1960, el médico británico John Yudkin fue uno de los primeros en desafiar la hipótesis de Ancel Keys, afirmando que el AZÚCAR es la culpable de las enfermedades del corazón y no la grasa saturada.
Por desgracia, Keys fue una figura política de gran alcance. Él desacreditó y ridiculizo públicamente a Yudkin, cuya hipótesis del azúcar terminó en el olvido. En la década de 1970, el hecho de apoyar la hipótesis del azúcar lo podía convertir en un charlatán a los ojos de la clase médica.
Así que en lugar de seguir la ciencia, o al menos tener una mente abierta para investigar múltiples hipótesis, las recomendaciones de salud pública simplemente siguieron el rastro de los más ruidosos, el intimidador político más astuto…
Sólo para darle un par de ejemplos recientes, aquí están dos estudios realizados en 2010–ambos descartan por completo los hallazgos selectivamente sesgados y la hipótesis del colesterol, mientras que apoyan la hipótesis del azúcar en el desarrollo de enfermedades del corazón:
- Un meta-analisis3 que reunió datos de 21 estudios e incluyó casi 348,000 adultos, no encontró ninguna diferencia en el riesgo de enfermedad cardíaca y embolia entre las personas con los menores y más altos consumos de grasa saturada.
- Otro estudio de 2010 publicado en el American Journal of Clinical Nutrition4 encontró que una reducción en el consumo de grasas saturadas debe ser evaluado antes de ser reemplazadas por otros macronutrientes, como carbohidratos. Cuando se sustituye la grasa saturada con un mayor consumo de carbohidratos, particularmente carbohidratos refinados, usted empeora la resistencia a la insulina y la obesidad, aumenta los triglicéridos y las pequeñas partículas de LDL y reduce el colesterol bueno HDL.
Los autores afirman que los esfuerzos alimentarios para mejorar su riesgo de enfermedad cardiovascular deben enfatizar principalmente la limitación del consumo de carbohidratos refinados, y la reducción de peso.