Diez razones para una alimentación ecológica y de proximidad

Quinta razón: la agricultura de proximidad favorece las empresas locales de pequeños y medianos campesinos

Al desconectarse de las multinacionales y de la “revolución verde” se ha de producir para la subsistencia y para mercados más próximos, lo que fomenta una economía autocentrada que claramente favorece lo local con sus saberes, tradiciones y sus relaciones humanas de confianza.

Los mercados ya no serían esos trucos en manos de las multinacionales y el poder financiero a los que el pueblo ha de obedecer ciegamente sino unos lugares de encuentro e intercambio entre iguales.

Sexta razón: las prácticas ecológicas cuidan el suelo fértil y ahorran agua

La agricultura industrial (con pesticidas y transgénica) está tratando de producir alimentos sin campesinos y sin tierra.

Lo primero, expulsando a los campesinos de sus tierras por compra, alquiler, endeudamientos o meramente por las bravas. Los trata de sustituir por corporaciones financieras que encargan la siembra directa, las fumigaciones y la recolección a empresas especializadas, y la venta a multinacionales de la comercialización como Cargill. E introducen un alto nivel de mecanización y robotización (labores del campo sin campesinos y a través de GPS y mando a distancia).

También están prescindiendo del suelo fértil; lo sustituyen por abonos de síntesis, pesticidas y herbicidas. Como están alquilando en grandes extensiones (la soja transgénica en Argentina, por ejemplo) no les importa agotar los suelos o salinizarlos, y no se hacen responsables de la contaminación de las aguas con nitratos y otros tóxicos.

En todo caso, el suelo fértil es un ecosistema riquísimo en microorganismos, flora y fauna que fija nitrógeno del aire, mantiene mucha materia orgánica, por lo que contribuye a frenar el cambio climático y retiene el agua mucho más que los suelos dedicados a la agricultura convencional. Suministra a los cultivos todos los nutrientes que necesitan, dando lugar a alimentos muy nutritivos como hemos visto, a condición de que haya una reposición anual de abonos verdes, restos de cosecha y excrementos de animales.

Los suelos fértiles bien conservados aseguran por miles de años cosechas saludables de alimentos. Los suelos fértiles degradados necesitan cientos y miles de años, según los lugares, para volver a formarse. Son, desde esta perspectiva temporal, bienes no renovables.

“No hay ningún nicho en entornos de suelo y raíz que no haya sido colonizado por algunas arqueas, bacterias u hongos y estos organismos proporcionan servicios ambientales insustituibles a través de sus decisivos papeles en el ciclo del carbono, del nitrógeno, del fósforo y del azufre” (5).

Séptima razón: el cultivo ecológico exige un manejo amplio de la biodiversidad

Es un lugar común en ecología la importancia de la diversidad de formas de vida para mantener la estabilidad y resiliencia de los ecosistemas. Los agrosistemas, aunque son formas artificiales creadas por el ser humano, si quieren tener la estabilidad, productividad y resiliencia de los ecosistemas naturales deben de tratar de imitarlos: hacer biomímesis.

Esto distingue claramente a la agricultura convencional e industrial de la ecológica. La primera tiende a una enorme simplificación (al monocultivo, como el caso de los millones de hectáreas de soja transgénica en Argentina) y a prescindir de la tierra y de los campesinos como hemos visto, y la segunda se tiene que manejar en una complejidad próxima a los ecosistemas naturales, y para ello tiene que tener muy en cuenta el suelo fértil, el manejo de policultivos y las asociaciones de lo forestal con lo pecuario y con la propia agricultura.

En efecto, la agricultura ecológica mantiene la riqueza del suelo en base a hacer su reposición anual con estiércol, compost, abonos verdes y restos de cosecha, que necesita a los microorganismos del suelo para su conversión en nutrientes, para que posteriormente puedan ser incorporados por las plantas. E igualmente, las estrategias de protección de las plantas de los parásitos son biológicas, es decir son estratagemas por medio de las cuales se introducen depredadores naturales de los parásitos o se “alimentan” a éstos con otras plantas cultivadas ad hoc en las parcelas (setos por ejemplo). Asimismo, los manejos que asocian plantas y árboles (agroforestales) y plantas y animales domésticos (agroganaderos) suministran abonos y mejoran notablemente la fertilidad y estabilidad del suelo.