Diez razones para una alimentación ecológica y de proximidad

Sabemos que el conjunto de la actividad agroalimentaria es responsable en la actualidad de más del 50% de las emisiones de gases de invernadero. Contamos desde el campo a la mesa. Es decir: deforestación, químicos, procesado, envasado, refrigeración, transporte, etc. Tres son los medios principales por los que se emiten estos gases: la deforestación, el uso de energías fósiles consumidas en los fertilizantes, pesticidas y procesados y el usado en el transporte y el metano emitido por la ingente ganadería. Por eso advierte el último Informe del IPPC citado que “Cuanto más combustibles fósiles quememos y más deforestemos peores serán las consecuencias”. En efecto, los bosques almacenan, sólo en su cobertura vegetal, 300 mil millones de toneladas de bióxido de carbono, lo que equivale a casi 40 veces las emisiones anuales de este gas producidas por la quema de combustibles fósiles, como el carbón y el petróleo. Cuando un bosque es destruido, el carbono almacenado se libera a la atmósfera mediante la descomposición o la combustión de los residuos vegetales (4).

La agricultura ecológica de proximidad reduce enormemente las emisiones de gases invernadero pues no recorren sus productos los miles de kilómetros que lo hacen los convencionales, no usan sustancia químicas que consumen mucha energía y emiten muchos gases de invernadero en su fabricación y usan una maquinaria menos consumidora de energía. Pero además, el suelo fértil que mantienen tiene más capacidad de capturar carbono y agua que en la agricultura convencional.

Si a la agricultura ecológica unimos el mejoramiento de la dieta humana en el sentido de obtener los nutrientes que necesita provenientes en mayor proporción de procedencia vegetal, necesitaríamos menos ganadería y esto contribuiría a enfriar el planeta. Como dice Raigón en la obra citada: “En los países desarrollados las dietas han cambiado significativamente en los últimos 50 años (se ha pasado) de una dieta basada principalmente en alimentos de origen vegetal, bajos en grasas y pocos refinados a otra basada en alimentos altamente refinados con un incremento en el consumo de grasas animales (…) Aunque se aprecia que la cantidad total de proteínas es idéntica a la que se consumía hace 50 años”. La dieta ha empeorado notablemente, es menos saludable y está llena de venenos cuyos efectos a largo plazo desconocemos.

Por tanto una agricultura y un consumo ecológicos de proximidad, unida una dieta más vegetariana, ayudaría a enfriar el planeta.

Cuarta razón: la agricultura ecológica y de proximidad se desconecta de las grandes corporaciones de la alimentación

Una gran parte de la actividad agroalimentaria está en manos de unas cuantas multinacionales. En la actualidad la concentración empresarial es la siguiente: solo seis empresas (Syngenta, Bayer, BASF, Dow, Monsanto y DuPont) tienen el control del 60% del mercado de semillas, del 76% del de insumos agrícolas –pesticidas y abonos- y del 100% de transgénicos. En cuanto a la industria de procesamiento de alimentos y bebidas, 10 empresas transnacionales controlan el 26% del mercado global de comestibles, entre los primeros lugares se encuentra Nestlé, KraftFoods y PepsiCo. No es extraño que tengan de entrada un enorme poder, aunque no lo tienen todo pues hay muchas agriculturas campesinas desconectadas del mercado. De hecho, los pequeños agricultores se dice que alimentan al 70% de la humanidad a través del autoabastecimiento y de los mercados locales. Las multinacionales no lo tienen todo, hay muchas resistencias.

La agricultura ecológica y de proximidad no depende de ellas ni para las semillas, ni para los pesticidas y los abonos que no se usan, ni para los transgénicos que están prohibidos en la producción ecológica. Si los mercados de proximidad (corta y media distancia) funcionan el ahorro en transporte es evidente, y si aumenta la actividad campesina digna, a través de la pequeña y mediana agricultura, y por tanto se consigue un mayor grado de autoabastecimiento local, regional y nacional el enorme trasiego de alimentos que se cruzan en las rutas quemando combustibles fósiles tiende a disminuir drásticamente.

Si el consumo de productos frescos y de temporada aumenta en igual medida disminuye la necesidad de procesamientos, embalajes y tratamientos y por tanto de contribución al cambio climático. Por eso se dice que “los pequeños agricultores enfrían el planeta”