La postura de un experto contra el maíz transgénico

4) El maíz GM incrementará la dependencia social y política de la población hacia los monopolios: una vez que las compañías transnacionales dominen el mercado de semillas de cualquier planta, seguirán introduciendo semillas GM de otros cultivos y agrandarán su poder sobre los campesinos (que siguen siendo un segmento considerable de la población mexicana) y sobre los procesos políticos. El Dr. Schubert nos hace ver que esto ya ha ocurrido en Estados Unidos, donde “las compañías semilleras son el principal apoyo financiero de ambos partidos políticos (republicanos y demócratas), y tienen personas designadas en cargos de alto poder para dictar políticas agrarias nacionales e internacionales”.

5) No habrá vuelta atrás si el maíz transgénico se introduce a México, pues las variedades nativas se contaminarán de manera irreversible por los transgenes aunque las semillas GM entren al país en una escala modesta. El Dr. Schubert piensa que no hay lugar a dudas sobre este hecho, y la única manera de prevenirlo es no permitir su siembra.

El sexto motivo para oponerse al maíz GM se refiere a sus efectos sobre la salud humana: es aquí donde el autor se explaya con base en su experiencia como investigador médico, al dedicarle a este tema más de cinco páginas en su carta a las autoridades mexicanas. Se centra en la amenaza que representa consumir grandes cantidades, con poco o ningún procesamiento, de la proteína Bt (insertada al maíz a partir de la bacteria Bacillus thuringiensis, de ahí su nombre), así como los riesgos que conllevan los herbicidas y otros agroquímicos aplicados en los cultivos transgénicos. Antes de detallarlos punto por punto, el Dr. Schubert se ve obligado a desmentir en primer lugar algunos mitos usados por los promotores del maíz GM para alegar que es inocuo.

Según los partidarios de los transgénicos, no se han encontrado padecimientos humanos que se puedan atribuir al consumo de maíz Bt en Estados Unidos; afirman por consiguiente que debe ser un alimento seguro para comer. El Dr. Schubert demuestra que esta conclusión no es válida por varias razones. En primer lugar, los norteamericanos ingieren de manera directa sólo una pequeña fracción del maíz Bt que producen: la mayor parte la usan para alimentar ganado y para elaborar aceite, jarabe dulce y alcohol, productos que no contienen la proteína Bt. El maíz que sí lleva esa proteína se come principalmente en forma de alimentos altamente procesados, por ejemplo las frituras que se consumen como botana y que no son componentes fundamentales de la dieta.

En México, en cambio, ingeriremos grandes cantidades de la proteína Bt del maíz GM que se cultive puesto que el grano es nuestro alimento básico. Lo prepararemos de numerosas maneras, como acostumbramos en nuestra gastronomía tradicional, lo cual significa que esa proteína puede ser modificada químicamente en formas imprevistas y puede tener efectos tóxicos inesperados y respuestas desconocidas en el sistema inmunológico. Aunque existan algunos estudios acerca de la seguridad del maíz GM como alimento en otros países, no se han analizado los efectos que puede tener para la salud la proteína Bt bajo los distintos métodos de procesamiento del grano empleados en México.

Falsean la lógica de la ciencia quienes afirman que los alimentos GM son seguros para la salud, al no hallar evidencia de enfermedades relacionadas con ellos. Para afirmarlo con sustento, opina el Dr. Schubert, tendría que hacerse un experimento bien diseñado, con controles adecuados. Además, es muy difícil estudiar los efectos de los cultivos transgénicos en la salud porque los alimentos derivados de ellos no son etiquetados. Al autor le preocupa mucho que los productos GM se introduzcan al mercado porque sabe que será imposible detectar los daños que causen. Esta incapacidad se debe a la falta de estudios epidemiológicos y a las limitaciones técnicas del sistema de salud. Un ejemplo lo explica mejor: para detectar que una enfermedad se ha convertido en epidemia, se requiere una incidencia por lo menos doble a la tasa normal. Supongamos que el maíz GM es dañino y causa un padecimiento tan debilitante como el mal de Parkinson, que tiene una frecuencia de casi 20 enfermos nuevos al año por cada 100,000 habitantes; en ese caso, como la población total de nuestro país se acerca a 120 millones de personas, tendrían que diagnosticarse correctamente y tabularse unos 24,000 enfermos nuevos cada año para poder detectar un aumento significativo, y aún así no habría manera de asociar la enfermedad directamente con el consumo de un transgénico.