Arrancó el debate nacional contra Monsanto en México

Por otro lado, el presidente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, Antonio Turrent Fernández (“también soy activista”, reivindicó), enfocó su ponencia en demostrar que el maíz transgénico y sus agrotóxicos no son necesarios para recuperar la autosuficiencia alimentaria de México y su liberación comercial sería un camino sin retorno para la nación. Sostuvo que la solución pasa por invertir más en el campo y establecerlo como una prioridad nacional.

El científico preocupado y activista acusó a las trasnacionales de hacer promesas de palabra, sin garantía ni fiador: que dizque acabarán con el déficit de maíz y seremos exportadores incluso en condiciones de crisis climática. El proyecto Masagro, del CIMMYT, prometía que en diez años, la producción campesina se elevaría en 10 millones de toneladas anuales. Estas promesas que carecen de base real, convencen no obstante al gobierno porque no le demandan cambios en el modelo neoliberal que desdeña la inversión productiva.

Turrent dedicó la mayor parte de su exposición a evidenciar las mentiras de las multinacionales de la industria transgénica: no sólo mayores rendimientos hasta convertirnos en exportadores, sino inocuidad de sus productos, disminución en el uso de agrotóxicos, posibilidad de coexistencia de los transgénicos con las razas nativas, protección tecnológica contra el cambio climático. Y todo ello “sólo” a cambio de protección a su propiedad intelectual, dejar hacer sin normas ecológicas engorrosas y abstenerse de etiquetar el maíz transgénico en vista de que si no causa daño a la salud para qué queremos aumentar el costo de los productos, argumento falaz que han usado en los plebiscitos en estados como California y Washington y que con carretadas de dólares han logrado ganar hasta ahora.

En una combinación de jabs, Turrent se centró en demostrar que los maíces transgénicos no tienen mayor rendimiento. Para empezar comparó la producción de Estados Unidos y la de Europa, con cultivos de maíz transgénico en más del 90 por ciento en el primer caso y maíces normales en el otro. Es interesante que el nivel tecnológico entre ambos ejemplos es prácticamente el mismo y las latitudes también son similares. El científico presentó un estudio que cubre desde 1961 hasta 2010 en rendimientos promedio de las dos regiones y resulta que en los años sesenta, el de EEUU era media tonelada más alto, pero a la fecha los rendimientos ya son ligeramente mayores en Europa. “Y caballo que alcanza, gana”.

En el caso de México no hay forma de hacer comparaciones en rendimientos porque aún con la Ley de Bioseguridad que obliga el paso por una etapa experimental y otra piloto, éstas fueron conducidas con gran sigilo y sus resultados no están disponibles para los investigadores, y como es sabido hasta ahora no ha habido cultivo comercial de maíz transgénico.

“Pero si se cultivara maíz transgénico en sustitución del maíz normal en el país —afirma Turrent—, la producción disminuiría sensiblemente, en vez de 22 millones de toneladas anuales, no pasaríamos ni de 15 (mdt).”

“Veamos por qué: la tecnología transgénica sólo funcionaría en 3 millones de hectáreas de la mayor calidad en el país, bajo riego, como en Sinaloa o bajo temporal en tierras planas, como en el Bajío. No hay oferta de tecnología transgénica para más de 5 millones de hectáreas de tierra de calidad media a marginal. No habría incremento en el rendimiento en las tierras de mayor calidad. En Sinaloa, donde se siembran 500 mil hectáreas de maíz mejorado normal bajo riego en ciclo otoño-invierno, se cosecha ya a razón de 10 toneladas por hectárea promedio. Los 5 millones de toneladas que produce Sinaloa se mantendrían más o menos igual pero entonces sería maíz transgénico con impacto en la salud de los consumidores directos del grano.”

En más de 3 millones de tierras marginales sembradas con la oferta de maíz transgénico, el rendimiento sería cercano a cero. Por ejemplo, la meseta semiárida de temporal que incluye los estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, ahí prosperan nada más los maíces nativos porque la ventana de crecimiento es muy corta, se siembra desde que empieza a llover hasta la primera helada, apenas son 120 días; otros maíces estarían apenas entrando a floración cuando les caería el hielo. “Como no hay maíces resistentes a las heladas, la producción sería cero”.

El rendimiento como resultado de la tolerancia genética a factores ambientales, incluyendo la sequía y las heladas, tiene un carácter multigénico, cuantitativo; podríamos estar hablando de miles de genes de un efecto muy pequeño en lo individual. Así que para crear variedades resistentes a la sequía, el camino no es la tecnología transgénica que actúa sobre unos pocos genes sino el mejoramiento tradicional, explica Turrent.