México: En Tetela, Puebla, “sin oro vivimos, pero sin agua morimos”

Don Felipe, don David y su hermano Félix dicen que la mayor parte de las personas están en contra del proyecto. Ellos y la organización a la que pertenecen se dieron a la tarea desde hace más de un año, en octubre de 2012, de difundir en qué consiste la explotación a cielo abierto y sus riesgos, con lo que lograron que cada vez sean más los que alzan la voz para defender su territorio.

El río de Tetela, que pasa justo frente a casa de don Felipe, comienza en los manantiales de San Cristóbal, al pie de la mina La Espejera, donde los lugareños irguieron un altar a la Virgen de Guadalupe que es constantemente visitado y festejado a lo grande el día tres de mayo, día de la Santa Cruz. El agua que brota de ahí es cristalina, como de una fotografía retocada para calendario, y está completamente limpia. En casa de Félix no necesitan comprar garrafones, sólo acercarse al chorro que viene del manantial y beber el agua -que recorre una buena parte de la Sierra Norte de Puebla hasta llegar a Tecolutla, Veracruz, y finalmente al mar en el Golfo de México.

Y el río Papaloateno, en el que se convierten los manantiales de San Cristóbal, se llenará de desperdicios con la mina. “Y limpia el agua, se le puede decir ‘ahí ‘state’, pero sucia no, tiene mucha fuerza. Todo lo que encuentra, todo se lleva el agua”, argumenta don Beto, uno de los mineros más viejos del lugar, antiguo trabajador de La Espejera desde 1956 hasta 1982.

“Estos quieren trabajar a cielo abierto, y trabajar así acá no se puede, por muchas circunstancias”, explica el hombre flaco y de piel arrugada, que ya tiene que utilizar un bastón para caminar. Señala que la tierra que sacarán del monte tienen que echarla forzosamente al río, porque no hay otro lugar, y cuando haya lluvias fuertes y crezca su cauce, no habrá manera de detenerlo. Eso, sin contar el envenenamiento.

Cianuro

Para separar el metal –que está contenido en pequeñísimos fragmentos– de la roca, hay que utilizar cianuro. Don Beto dice que especialmente el de Tetela es “muy necio”, y se necesita mayor cantidad de sustancias tóxicas para despegarlo de la piedra. Por cada tonelada de roca hay que usar kilo y medio de cianuro, y en una rueda de prensa en 2013, un representante de Grupo FRISCO anunció que pretenden extraer 8 mil toneladas diarias, lo que equivaldría a utilizar 12 mil kilos de cianuro sólo por un día de trabajo.

El magnate y la lucha

El hombre más rico del mundo está paralizado. Y es que la empresa Grupo FRISCO, propiedad de Slim, y dedicada a la minería, está obligada a esperar el resultado de una consulta popular en Tetela de Ocampo para ver si los habitantes quieren o no el proyecto de exploración.

Sin embargo, la consulta todavía no se realiza pues nadie sabe cómo proceder. Ni las autoridades mismas, pues nunca se ha hecho un proceso así antes en México, en el que se pregunta a quienes viven en un lugar qué es lo que quieren. El primer antecedente, todavía en gestación, es la consulta a la tribu yaqui de Sonora acerca de la construcción del Acueducto Independencia, lo cual afecta directamente su forma de vida. Pero de Tetela nadie sabe nada, ni los de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los pueblos Indígenas (CDI), ni los de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT). Mientras se definen los lineamientos, los habitantes del municipio serrano anuncian que no bajarán la guardia.

Aunque Maricarmen vive en la ciudad de Puebla, capital del estado y a unas tres horas de distancia de Tetela, es parte de la asociación y trabaja desde lejos. A lo largo de un año y unos meses, informa, aprendió mucho, porque ella como muchos no sabía hasta dónde tiene derecho a defender el territorio. Ese aprendizaje no ha sido individual, sino colectivo, a nivel de toda la comunidad, que ahora sabe de su derecho a luchar para cuidar su agua y su tierra.

El 1 de octubre de 2013, la SEMARNAT dio luz verde a Grupo FRISCO para poder explorar. Aunque en La Cañada, en el cerro de la mina Espejera, ya están los barremos y el terreno comprado está cercado, como propiedad privada, no hay máquinas ni movimiento. Todo está detenido hasta que no se realice el proceso de la consulta, para que sean los habitantes quienes verdaderamente decidan sobre su futuro.