México: En Tetela, Puebla, “sin oro vivimos, pero sin agua morimos”

Por María Aranzazú Ayala Martínez, Desinformémonos, 27 de enero de 2014

Los pobladores de este rico municipio serrano lograron detener provisionalmente la explotación minera a cielo abierto, y esperan que se realice la consulta para decir que rechazan la extracción de oro.

A la espera de una consulta que nadie –ni autoridades ni habitantes- sabe cómo realizar, los pobladores de Tetela no bajan la guardia ante la mina que pretende instalar en sus tierras Carlos Slim, el hombre más rico del mundo.

Desde la carretera, llegando a Tetela entre cerros y nubes, ya se ven letreros. Algunos son lonas de plástico bien amarradas, otros cartulinas de colores fluorescentes y pintas en bardas. “No queremos oro… Tetela, nuestro Tesoro”, “No a la mina, sí a la vida”, “Tetela no se vende”, “Sin oro vivimos, sin agua morimos”. En el centro de la ciudad, que es la cabecera municipal donde los habitantes de todas las comunidades cercanas se reúnen, hay junto a la estación de autobuses un altar a la Virgen de Guadalupe, con un letrero: “Virgencita, libra a mi familia de las minas”.

El paraíso

En la Sierra Norte del estado de Puebla está enclavado el paraíso que es Tetela: cerros verdes y frondosos, agua cristalina, aire limpio, nubes de suave lluvia, neblina y tierra fértil. Ahí se siembra de todo, desde manzanas hasta café, y no sólo los vegetales son prósperos; principalmente el suelo es rico en minerales y abundante en oro, el metal más preciado.

El manuscrito “Relación de Tetela”, escrito entre 1580 y 1580, se remonta a los orígenes del lugar, aproximadamente al año 1215, con el asentamiento del primero de los cuatro jefes chichimecas del norte del país que conquistaron la zona. Desde hace siglos, los habitantes de la verde región se distinguen por su espíritu de libertad. Según los documentos históricos, no daban tributo a los aztecas, además de adorar al dios de la guerra, Huitzilopochtli, siempre luchadores.

El nombre de este paraíso significa “amontonamiento de piedras” o “abundancia”. En su propio nombre están contenidos los tesoros que yacen dentro de las rocas que sostienen a los árboles, que se estiran hacia el cielo gris, constantemente nublado: rocas y abundancia. Desde tiempos prehispánicos ya se explotaban pequeños yacimientos de oro, abundante en los cerros de Tetela.

Cielo abierto

En Tetela de Ocampo siempre ha habido minería a la manera tradicional, con túneles excavados dentro del cerro para buscar los metales preciosos; desde hace décadas, en la comunidad de La Cañada, perteneciente del mismo municipio. Por eso, al principio no muchos se opusieron al proyecto de Grupo FRISCO, empresa propiedad de Carlos Slim Helú, el hombre más rico del mundo.

Los habitantes, acostumbrados a la exploración y trabajos desde hace cerca de 300 años en la mina La Espejera, según explica don David, miembro de la Asociación Civil “Tetela hacia el futuro”, no pensaron que habría problema: “Creen que no va a traer perjuicio. Entonces no le daban importancia a los trabajos de la empresa minera actual. Pero viendo los videos de lo que es la explotación a cielo abierto, esto en pocos años se convertirá en un lugar de. Enfermedades y destrucción de la fauna. Devastado, pues sí”.

Para hacer trabajos a cielo abierto lo primero que se hace es raspar la capa vegetal de la tierra, arrancar el verde de los cerros y dejar la roca dura, pelada. Después se dinamita el suelo, o se excava para hacer un agujero y comenzar con la exploración. Si se encuentran metales, se tiene que aflojar la roca ya sea con dinamita o con maquinaria pesada. Lo que sigue es cargar el material y afinarlo a través de dos diferentes molinos donde termina pulverizado. Después se pasa a tanques en los que se forma una mezcla espesa, pastosa, que se arroja a los llamados “patios”, una suerte de albercas con plástico en el fondo donde se deja reposar la mezcla, desde un par de días hasta meses. A la plasta de roca pulverizada con metales se le rocía agua con cianuro periódicamente, para aflojar los metales y que se puedan separar.

Además de acabar con la vegetación, la explotación a cielo abierto contaminará miles de litros de agua al día y pondrá en riesgo la salud de los habitantes. En La Cañada, a espaldas del casco de la ex Hacienda de San Carlos, está colgada en uno de los muros de la iglesia una lona con la foto de un bebé con erupciones en la piel, advirtiendo de los riesgos del envenenamiento.