El poder de… El pinole

Por El Poder del Consumidor, 09 de enero de 2023.

  • Se elabora desde la época prehispánica y su nombre deriva de la palabra náhuatl pinolli, que significa harina de maíz tostado y molido.
  • Puede considerarse un alimento completo debido a que cuenta con los tres macronutrientes: carbohidratos, proteínas y lípido, aunque dependerá de la preparación que tenga.
  • Existe variedad en su sabor, ya que en cada región de México el pinole se prepara con diferentes ingredientes.

¿Qué es?

El pinole es un alimento tradicional mexicano. Su nombre proviene de la palabra náhuatl pinolli, que significa harina de maíz tostado y molido.

Pinole en dos recipientes sobre la mesa con rajas de canela

De acuerdo con los relatos históricos, el pinole se ha elaborado desde la época prehispánica. Se considera que fue un alimento importante para la nutrición de las culturas mesoamericanas, quienes utilizaban el comal para su tostado y el metate para su molienda.

Se cree que la bebida tuvo como origen la vieja práctica de los indígenas del México antiguo de mezclar maíz molido con agua para soportar los viajes largos. La bebida pudo haber tenido poco sabor, sin embargo, se le daba el uso de bebida energética.

El tostado fue uno de los procesos usado por los aztecas para alargar el tiempo de almacenamiento del maíz, extendiéndolo hasta por 4 o 5 años. Este método fue idóneo para una de las principales fuentes de energía de dicha cultura.

Durante la ocupación española, los indígenas compartieron el pinole con los españoles, y con el mestizaje cultural se le añadió el piloncillo ―que se obtuvo de la caña de azúcar traída por los ibéricos― que mejoró el sabor de la bebida. Con el paso del tiempo, se modificó la base del alimento, se incorporó el azúcar y otros ingredientes que mejorarían su sabor, aroma y aceptabilidad, variando su receta de acuerdo con la región y el desarrollo de las diferentes culturas.

El pinole se prepara de diferentes maneras, mezclando diferentes ingredientes, que realzan y caracterizan su sabor. Este es uno de los alimentos preferidos y forma parte de la dieta básica de grupos étnicos, como los Tarahumaras, Nahuas, Tepehuanos y Lacandones. El impacto de la bebida es tan fuerte que ha sido asociado con el buen rendimiento atlético de los Tarahumaras (corredores de largas distancias), quienes lo incluyen en su dieta básica.

¿Qué nutrimentos y beneficios aporta?

El pinole puede considerarse un alimento completo, debido a que cuenta con los tres macronutrientes: carbohidratos, proteínas y lípidos, además de vitaminas y minerales, fibra dietética, fitoquímicos y otros antioxidantes.

Una porción individual de pinole (15 gramos) aporta 58 Kcal y proporciona: 11.3 gramos (g) de carbohidratos, 1.6 g de proteína y 0.9 g de lípidos (75.3%, 10.7% y 6.0%, respectivamente).

Por ello, el consumo de 30 g de pinole (2 cucharadas aprox.) aporta, aproximadamente, 5.8% del valor recomendado de energía para un adulto y el 7.2% del requerimiento energético infantil.

Sin embargo, el pinole formulado tradicionalmente se realiza sólo con granos de maíz tostados y molidos, lo que puede presentar una deficiencia de aminoácidos (lisina y triptófano). Es por esto que la combinación con diferentes tipos de cereales y leguminosas aumenta su calidad nutrimental.

Esta bebida que, tiene como base el maíz, es rica en fibra, antioxidantes, calcio, potasio, magnesio, fósforo y zinc, así como vitamina B1 y B7.

Los antioxidantes retrasan la oxidación de las células y, por tanto, el proceso de envejecimiento.

El calcio y el fosforo ayudan a reducir el riesgo de osteoporosis o fragilidad en los huesos, mientras que el potasio ayuda a la salud cardiovascular.

Asimismo, las vitaminas del grupo B contribuyen a la descomposición de los nutrientes, así como al crecimiento y actividad celular.

¿Cuánto cuesta?

El pinole generalmente se prepara con maíz tostado en polo, canela y piloncillo, y algunas personas agregan cacao a su preparación. Los ingredientes pueden encontrarse fácilmente en todo el país, en cualquier época del año.

El precio de estos puede variar, dependiendo del lugar y sitio de compra.

En la temporada de invierno, se puede encontrar algún puesto donde se ofrezca la bebida caliente, el precio de un jarrito o taza oscila entre los $15 y los $30 pesos.

Si preparas un atole en casa con agua y cacao, la compra de sus ingredientes requerirá una inversión de entre $25 y $45 pesos, aproximadamente, dependiendo del tipo y de si le agregas agua o leche. Esta cantidad te alcanzará para un poco más de 4 tazas de un buen pinole.

¿Cómo se recomienda consumirlo?

El pinole se vende listo para su preparación, es decir, se vende el maíz molido, junto con la canela, azúcar y otros ingredientes. Sin embargo, también es posible usar maíz en masa de venta en las tortillerías.

Existen diferentes opciones de preparación. En el Estado de México se acostumbra tostar el maíz y molerlo con canela, azúcar, cáscaras de naranja secas y chocolate, algunas veces se añade anís a la mezcla. En Huautla de Jiménez, Oaxaca, los mazatecos lo preparan con maíz tostado mezclado con azúcar y canela, y se utiliza para elaborar agua fresca o se come en polvo.

Los mixes de Oaxaca lo preparan con maíz tostado y molido que se diluye en agua. En el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, se elabora con maíz granillo, azúcar y canela molida. Los mayos de Sonora preparan el pinole con maíz cocido en agua, previamente tostado y tallado para quitarle la cascarilla, molido con cáscaras de naranja, anís, piloncillo y jengibre. También elaboran un pinole con mezquite, al que llaman pinole de pechita.

En Tabasco se prepara con maíz tostado y molido, mezclado con canela y avena, y puede incluir chocolate. Se diluye en agua fría, con o sin azúcar, para elaborar una bebida refrescante. Los mayas de Yucatán lo preparan con maíz tostado y molido con cacao, pimienta gorda y otras especias y le dan color con achiote, a esta variante se le llama pinole colorado. En Quintana Roo la mezcla del polvo contiene maíz seco y tostado, canela, anís y rara vez pimienta gorda. Se prepara con agua para beberse frío o se hierve para tomarlo como atole caliente, y se endulza con azúcar o miel de abeja.

Para obtener pinole de alta calidad en proteínas se preparan combinaciones de maíz y leguminosas, sin embargo existen diversos polvos que también se conocen como pinoles, aunque en su elaboración no se emplee el maíz. Ejemplo de ellos son el pinole de chía, también conocido como chiampinole o chianpinole, se utiliza para hacer aguas o atoles. El pinole de garbanzo se elabora con harina de garbanzo y se endulzada con piloncillo acompañado con canela. Se prepara en el norte del país, en donde el maíz es escaso, y se mezcla con agua para preparar diversas bebidas.

El pinole de pepitas es una preparación que consiste en semillas de calabaza tostadas y molidas con canela o piloncillo. Es típico de Sonora, donde los indígenas lo diluyen con agua para elaborar una bebida. El pinole de semillas de etcho, de los yaquis de Sinaloa, se prepara con semillas de etcho tostadas y molidas que se recolectan antes de las lluvias para evitar que adquiera humedad. Se mezcla con agua y azúcar.

El pinole de semillas de girasol es común en los estados del norte del país, donde escasea el maíz. El pinole de semillas de sandía se elabora con estas semillas secadas al sol, tostadas en comal y molidas en metate. Los indígenas yaquis de Sonora suelen tomarlo con agua o leche fría o caliente y azúcar al gusto. Existe una variedad que se prepara con trigo, como sustituto de maíz, también de uso común en los estados del norte del país. Los tarahumaras lo emplean para elaborar el atole de trigo, mientras que las comunidades indígenas de Baja California lo mezclan con azúcar para consumirlo.

No te quedes sin preparar y probar un rico pinole durante la temporada de frío, ¡Es tradición mexicana!

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Referencias:

Encuentra aquí recetas para hacer con pinole

Taza de pinole de máiz tradicional

Pinole de maíz tradicional

Ingredientes (8 porciones):

• 250 gramos de polvo para pinole (maíz seco tostado morado, azul, amarillo o blanco)

• 2 varas de canela

• ½ pieza de piloncillo

• 2 litros de agua

Preparación:

1. Coloca en una olla 1 litro y medio de agua y ponlo a fuego medio con el piloncillo y las 2 varas de canela.

2. Reserva el resto del agua en un vaso y revuelve con el polvo para pinole, hasta que se integre. 3. Cuando hierva el agua de la olla, agrega el polvo disuelto. Revuelve constantemente para que no se hagan grumos. 4. Deja hervir mientras revuelves continuamente hasta que logres la textura deseada, por lo general hasta que no se vea agua suelta en la preparación.

Receta adaptada de https://www.youtube.com/watch?v=0MYcNE_5zMI

Foto de David Gabrielyan en Unsplash

El aceite de soya es uno de los Ingredientes más dañinos en los alimentos procesados

Por Dr. Mercola, Mercola, 11 de enero de 2023.

HISTORIA EN BREVE

  • Dos de los ingredientes más dañinos en los alimentos procesados son el jarabe de maíz anto en fructosa y el aceite de soya, ya sea parcialmente hidrogenado, orgánico o hecho de nuevas variedades de soya modificadas de tal manera que no requieran hidrogenación
  • Las grasas artificiales que son antinaturales y creadas a través del proceso de hidrogenación parcial causan un mal funcionamiento y descontrol a nivel celular, y los estudios han relacionado las grasas trans con problemas que incluyen desde obesidad y diabetes hasta problemas reproductivos y enfermedades cardíacas
  • Además de los peligros relacionados con las grasas trans creadas por el proceso de hidrogenación parcial, el aceite de soya NO es un aceite saludable.
  • A esto hay que añadir el hecho de que la mayoría de la soya cultivada en los Estados Unidos es transgénica y, como resultado, contiene niveles peligrosos del herbicida glifosato que podría tener repercusiones en la salud ya que no hay estudios de seguridad a largo plazo.
  • Tomados en conjunto, el aceite de soya transgénico parcialmente hidrogenado se convierte en uno de los peores tipos de aceites que puede consumir.
  • La variedad transgénica (GE) que se siembra en más del 90 % de los cultivos de soya de los Estados Unidos está diseñada para sobrevivir al rociarla con cantidades letales del herbicida Roundup de Monsanto (glifosato). Se descubrió que la soya transgénica contiene niveles de residuos de hasta 17 mg/kg, de hecho, ha producido malformaciones en embriones de rana y pollo con poco más de 2 mg/kg.

Por el Dr. Mercola

Los alimentos procesados son quizás el detalle más dañino de la alimentación de la mayoría de las personas, lo que contribuye a problemas y a las enfermedades crónicas. Uno de los principales culpables es el jarabe de maíz alto en fructosa (JMAF), cuyos peligros menciono en casi todos los artículos que escribo sobre alimentos.

El segundo culpable es el aceite de soya parcialmente hidrogenado.

Estos dos ingredientes, ya sea solos o cuando se combinan, se pueden encontrar en casi todos los alimentos procesados y uno puede presentar un argumento convincente de que la dependencia de estos dos alimentos es un factor principal que contribuye a la mayoría de las enfermedades degenerativas que atacan a las personas en Estados Unidos.

Uno de los problemas con el aceite de soya parcialmente hidrogenado es la grasa trans. Sin embargo, otro se relaciona con los peligros de la soya misma. Y un factor de riesgo adicional es el hecho de que la mayoría del maíz y la soya son transgénicos.

Cuando los efectos negativos de las grasas trans se identificaron y reconocieron, la industria agrícola y alimentaria trataron de encontrar nuevas alternativas.

El aceite de soya parcialmente hidrogenado se ha identificado como el principal culpable por una buena razón. Por desgracia, muchos “expertos” en salud aún consideran de manera errónea a las grasas saturadas como poco saludables, por lo que en lugar de adoptar grasas tropicales que si son saludables como el aceite de coco, que se cultiva principalmente fuera de los Estados Unidos. En cambio, la industria alimentaria ha recurrido a las alternativas nacionales de Estados Unidos que ofrecen empresas como Monsanto, que desarrolló soya modificada que no requiere hidrogenación.

¿Por qué hidrogenar?

Las personas en Estados Unidos consumen más de 28 mil millones de libras de aceites comestibles al año, y el aceite de soya representa alrededor del 65 %. Casi la mitad está hidrogenada, ya que el aceite de soya es demasiado inestable para utilizarlo en el proceso de fabricar alimentos. Una de las principales razones para hidrogenar el aceite es debido a que quieren prolongar su caducidad. Por ejemplo, es probable que la mantequilla sin pasteurizar se echa a perder mucho más rápido que la margarina.

El proceso también hace que el aceite sea más estable y aumente su punto de fusión, lo que permite su uso en varios tipos de procesamiento de alimentos que utilizan altas temperaturas.

El aceite hidrogenado1 se hace al forzar gas hidrógeno en el aceite a alta presión. De hecho, casi cualquier aceite se puede hidrogenar. La margarina es un buen ejemplo, ya que casi la mitad del contenido de grasa son grasas trans. El proceso que crea el aceite parcialmente hidrogenado altera la composición química de los ácidos grasos esenciales, como la reducción o eliminación del ácido linolénico, un ácido graso tres veces insaturado muy reactivo, y lo transforma en el ácido linoleico mucho menos reactivo, lo que previene en gran medida la rancidez oxidativa cuando se utiliza para cocinar.

A fines de la década de los 90’s, los investigadores comenzaron a darse cuenta de que esta alteración química podría tener efectos negativos. Desde entonces, los científicos han verificado esto hasta el punto de que ya no hay dudas.

Tenga en cuenta que existe una diferencia entre los aceites “totalmente hidrogenados” y “parcialmente hidrogenados”. Mientras que el aceite parcialmente hidrogenado contiene grasas trans, el aceite completamente hidrogenado no las contiene, ya que al llevar el proceso de hidrogenación “hasta el final” continúa la transformación molecular de los ácidos grasos de grasas trans en ácidos grasos saturados. El aceite de soya completamente hidrogenado todavía noes una opción saludable por las razones que explicaré a continuación. La siguiente presentación de diapositivas explica los aspectos técnicos relacionados con el proceso de hidrogenación.

Peligros de las grasas trans que se encuentran en el aceite parcialmente hidrogenado

Las grasas artificiales y antinaturales creadas a través del proceso de hidrogenación parcial causan un mal funcionamiento y descontrol a nivel celular, sin embargo, los estudios han relacionado las grasas trans con:

Cáncer, al interferir con las enzimas que su cuerpo utiliza para combatir el cáncerProblemas crónicos como obesidad, asma, enfermedades autoinmunológicas, cáncer y degeneración ósea
Diabetes, al interferir con los receptores de insulina en las membranas celularesEnfermedad cardíaca, al obstruir las arterias (las mujeres con enfermedad cardíaca y coronaria subyacente que consumieron grasas trans tuvieron un riesgo tres veces mayor de sufrir un paro cardíaco repentino)
Problemas con la función inmunológica, al reducir su respuesta inmunológicaNiveles en la sangre de lipoproteína de baja densidad (LDL) o colesterol “malo” más altos, mientras que los niveles de lipoproteína de alta densidad (HDL) o colesterol “bueno” disminuyen
Problemas reproductivos al interferir con las enzimas necesarias para producir hormonas sexualesProblemas con el uso de las grasas omega-3 beneficiosas

Como es costumbre, pasaron muchos años antes de que las recomendaciones de salud convencionales se pusieran al día y comenzaran a advertir sobre el uso de grasas trans. Pero como era de esperar, tan pronto como la FDA exigió a los fabricantes de alimentos que incluyeran el contenido de grasas trans en la etiqueta, lo que entró en vigencia el 1 de enero de 2006, la industria comenzó a buscar alternativas viables para atraer a los consumidores que comenzaron a buscar cada vez más el nombre “Sin grasas trans” en la etiqueta. No pasó mucho tiempo antes de que Monsanto desarrollara una soya transgénica que es baja en ácido linolénico.

Tenga en cuenta que algunos fabricantes de alimentos han optado por engañar a los compradores, una táctica permitida por la FDA, ya que cualquier producto que contenga hasta medio gramo de grasas trans por porción puede afirmar de manera legal que no contiene grasas trans.2. El truco consiste en reducir el tamaño de la porción para que quede por debajo de este umbral. En ocasiones, esto causará porciones muy pequeñas, por lo que cada vez que revisa una etiqueta y una porción, es probable que contenga grasas trans, ya que se refiere a 10 papas fritas o una galleta.

Los peligros de la soya

Además de los peligros relacionados con las grasas trans creadas por el proceso de hidrogenación parcial, el aceite de soya NO es un aceite saludable. A esto hay que añadirle que la mayoría de la soya cultivada en los Estados Unidos es transgénica, lo que podría tener consecuencias adicionales.  Tomados en conjunto, el aceite de soya transgénico parcialmente hidrogenado se convierte en uno de los peores tipos de aceites que puede consumir.

Hace años en los Estados Unidos, los aceites tropicales, como el aceite de palma y de coco, se utilizaban de manera muy frecuente para fabricar productos. Sin embargo, es obvio que éstos no se cultivan en los Estados Unidos. A excepción de Hawái, ya que nuestro clima no es lo suficientemente tropical. La industria ideó un plan estimulado por los incentivos financieros, para cambiar el mercado desde aceites tropicales hasta algo más “casero”. Como resultado, se creó un movimiento para satanizar y vilipendiar los aceites tropicales con el fin de reemplazarlos con aceites cultivados en el país, como el de maíz y la soya.

La grasa en el aceite de soya es grasa omega-6. Y, aunque necesitamos cierta cantidad, es raro que alguien tenga una deficiencia, ya que está presente en nuestra alimentación.  Por lo general, las personas en Estados Unidos consumen MUCHO omega-6 en relación con la grasa omega-3, sobre todo por la cantidad excesiva de omega-6 que se encuentra en los alimentos procesados.  Las grasas omega-6 se encuentran en casi todos los alimentos de origen animal y en muchas plantas, por lo que las deficiencias son muy raras. Esta grasa omega-6 también está muy procesada y, por lo tanto, dañada, lo que complica el problema de obtener tanta cantidad en su alimentación. El omega-6 que se encuentra en el aceite de soya promueve la inflamación crónica, que es un problema subyacente para casi todas las enfermedades crónicas.

¿Qué pasa con el aceite de soya orgánico?

Incluso si tuvo la suerte de encontrar aceite de soya orgánico, todavía existen varias preocupaciones importantes que hacen que no sea llamativo desde el punto de vista de la salud. La soya, ya sea orgánica o no, contiene varios componentes dañinos que pueden causar problemas, como:

  • Bociógenos: los bociógenos,     que se encuentran en toda la soya sin fermentar, ya sea orgánica o no, son sustancias que bloquean la síntesis de hormonas tiroideas e interfieren con el metabolismo del yodo, lo que interfiere con la función tiroidea.
  • Isoflavonas como genisteína y daidzeína: las isoflavonas son un tipo de fitoestrógeno, que es un compuesto vegetal que se asemeja al estrógeno humano, razón por la cual algunas personas recomiendan usar la soya de manera terapéutica para tratar los síntomas de la menopausia. Creo que la evidencia es muy controvertida y dudo que funcione. Por lo general, la mayoría de nosotros estamos expuestos a demasiados compuestos de estrógeno y tenemos un nivel de testosterona más bajo que el ideal, por lo que es muy importante limitar la exposición a los fitoestrógenos feminizantes. Lo que es aún más importante es que existe evidencia de que podría alterar la función endocrina, causar infertilidad y promover el cáncer de mama, lo que en definitiva es una preocupación importante.
  • Ácido fítico: los fitatos (ácido fítico) se unen a los iones metálicos, lo que impide la absorción de ciertos minerales, incluyendo el calcio, magnesio, hierro y zinc, todos los cuales son cofactores para una bioquímica óptima en su cuerpo. Esto es particularmente problemático para los vegetarianos, ya que el consumo de carne reduce los efectos de estos fitatos que bloquean los minerales.

A veces puede ser beneficioso, en especial en las mujeres en periodo posmenopáusico y en la mayoría de los hombres adultos porque tendemos a tener niveles de hierro demasiado altos que pueden ser un oxidante muy potente y causar estrés biológico. Sin embargo, el ácido fítico no inhibe la absorción de hierro; en realidad inhibe todos los minerales. Es muy importante considerar esto, ya que muchas personas sufren deficiencias minerales debido a una mala alimentación.

La soya ofrece los niveles más elevados de fitato que cualquier grano o leguminosa, mientras que los fitatos son altamente resistentes a las técnicas que disminuyen los fitatos, como una cocción lenta y prolongada.  Solo una fermentación prolongada reducirá el contenido de fitato de la soya.

  • Toxinas naturales conocidas como “antinutrientes”. La soya también contiene otros factores antinutricionales como saponinas, soyatoxina, inhibidores de proteasa y oxalatos. Algunos de estos factores interfieren con las enzimas que necesita para digerir las proteínas. Aunque es probable que una pequeña cantidad de antinutrientes no cause ningún problema, la cantidad de soya que muchas personas en Estados Unidos comen ahora es muy alta.
  • Hemaglutinina: la hemaglutinina es una sustancia que fomenta la formacion de coágulos que hace que los glóbulos rojos se agrupen. Estas células agrupadas no pueden absorber y distribuir de manera correcta el oxígeno a los tejidos.

El aceite de soya transgénico es el peor

La variedad transgénica (GE) plantada en más del 90 % de los cultivos de soya de los Estados Unidos es Roundup Ready, y está diseñada para sobrevivir al rociarla con cantidades letales del herbicida Roundup de Monsanto. La lógica detrás de los cultivos Roundup Ready, como el de soya, es que puede disminuir el costo de producción al eliminar todo excepto la planta de soya real.

Sin embargo, los estudios en animales demuestran que estos podrían tener efectos adversos de la soya transgénica, incluyendo tasas mayores de infertilidad con cada generación que pasa. Para la tercera generación, casi todos los hámsteres en un estudio de alimentación resultaron ser infértiles. Los hámsteres de segunda generación criados con soya transgénica también tuvieron una tasa de mortalidad infantil cinco veces mayor.

Soya baja en ácido linolénico promocionada como la solución

Ahora también tenemos que lidiar con otros cultivos de soya fabricados por Monsanto. En respuesta a la creciente demanda de alimentos más saludables, Monsanto lanzó la soya Vistive con bajo contenido de ácido linolénico en 2005. La mayoría de la soya contiene casi un 7 % ácido linolénico. Las nuevas variedades contienen de 1 a3 %.  Como lo explica Monsanto3:

“El aceite de este tipo de soya puede reducir o cas eliminar las grasas trans en el aceite de soya procesado. La soya Vistive baja en ácido linolénico tiene niveles más bajos de ácido linolénico.  Debido a estos niveles más bajos, que se lograron a través de prácticas tradicionales de reproducción4, el aceite producido por las semillas con bajo contenido de ácido linolénico Vistive no requiere hidrogenación, el proceso que se utiliza para aumentar la caducidad y la estabilidad del sabor en alimentos fritos, productos horneados, bocadillos y otros alimentos procesados”.

Otra variedad de soya creada por Monsanto es la soya con alto contenido de estearato, que también tiene las propiedades de la margarina y la manteca vegetal sin hidrogenación. Pero, ¿estos frijoles de soya son mejores o más seguros que los frijoles de soya convencionales o los frijoles de soya Roundup Ready, a pesar de que no tienen que pasar por una hidrogenación parcial y, por lo tanto, no contienen grasas trans? Nadie sabe.

El glifosato es otro peligro de la soya transgénica

Cada vez reúno más riesgos y aquí hay otro: la investigación ha demostrado que el aceite de soya de la soya Roundup Ready contiene mucho glifosato, el ingrediente principal de Roundup, el herbicida de amplio espectro creado por Monsanto.

De acuerdo con un informe de la revista Chemical Research in Toxicology, el LMR más alto de glifosato en alimentos y piensos en la UE es de 20 mg/kg. Se descubrió que la soya transgénica contiene niveles de residuos de hasta 17 mg/kg, y se produjeron malformaciones en embriones de rana y pollo a 2.03 mg/kg. 5 Eso es 10 veces más bajo que el límite permitido.

Este es un hallazgo alarmante porque el glifosato es uno de los venenos que más se ignoran en todo el mundo. La investigación publicada en 2010 demostró que el químico, que actúa al inhibir una enzima llamada EPSP sintasa que es necesaria para que las plantas crezcan, causa defectos de nacimiento en ranas y embriones de pollo en niveles mucho más bajos que los que se utilizan en aplicaciones agrícolas y de jardinería.  6 Las malformaciones afectaron el:

  • Cráneo
  • Rostro
  • Línea media y cerebro en desarrollo
  • Médula espinal

Cuando el glifosato se aplica a los cultivos, se hace sistémicoen toda la planta, por lo que no se puede lavar. Y una vez que come este cultivo, el glifosato termina en su intestino donde puede afectar sus bacterias beneficiosas. Esto puede causarle problemas, ya que el 80 % de su sistema inmunológico reside en su intestino (GALT, tejido linfático relacionado con el intestino) y depende de una proporción saludable de bacterias buenas y malas. Otras investigaciones también descubrieron los siguientes efectos del glifosato:

Alteración del sistema endocrinoDaño en el ADN
Toxicidad en el desarrolloNeurotoxicidad
Toxicidad reproductivaCáncer

Para evitar las grasas dañinas de todo tipo, deshágase de los alimentos procesados

Para evitar las grasas peligrosas de todo tipo, la mejor opción es eliminar los alimentos procesados.  A partir de ahí, siga estos consejos para asegurarse de que consume las grasas adecuadas para gozar de una salud óptima:

  • Utilice mantequilla orgánica (de preferencia hecha de leche sin pasteurizar) en lugar de margarinas y aceites vegetales para untar. La mantequilla es un alimento entero y saludable que ha recibido una mala reputación.
  • Utilice aceite de coco para cocinar. Es mejor que cualquier otro aceite de cocina y aporta muchos beneficios.
  • Asegúrese de comer grasas sin procesar, como las del aguacate, productos lácteos sin pasteurizar, aceite de oliva, aceitunas, huevos orgánicos de gallinas camperas y frutos secos sin procesar, en especial nueces de macadamia que son bajas en proteínas. También tome una fuente de alta calidad de grasas omega-3 de origen animal, como el aceite de kril.

Fuentes y Referencias

Imagen de Александр Пономарев en Pixabay 

Más allá de la salud humana, el glifosato afecta ecosistemas enteros

Por Mariana Benítez*, Pie de Página, 09 de enero de 2023. 

Éste es un momento decisivo para evaluar y actuar respecto a los potenciales efectos sanitarios, ambientales, sociales y económicos del uso del glifosato, el herbicida más ampliamente usado en la agricultura. En efecto, la discusión en torno al uso y eventual prohibición del glifosato ha cobrado gran relevancia en México debido a que en 2020 se expidió un decreto presidencial para prescindir gradualmente de su uso. Por claras razones, la discusión se ha centrado en los graves efectos que este herbicida puede tener en la salud humana y en algunos aspectos de productividad agrícola. Sin embargo, es fundamental considerar también las implicaciones que el glifosato puede tener en la salud de los suelos a largo plazo, y por tanto en su productividad, en otros seres vivos y en los ecosistemas enteros.

Los ecosistemas están formados por grupos de organismos de diferentes especies que se relacionan entre sí y con su medio físico. En ecosistemas como las selvas tropicales, los arrecifes coralinos o incluso agroecosistemas como las milpas o los cafetales, los seres vivos interactúan entre sí a partir de relaciones de herbivoría, polinización, competencia, simbiosis, entre otras, de manera que lo que sucede con una de las especies o en su entorno puede afectar al resto de formas muy diversas. De hecho, los ecosistemas son sistemas complejos en los que un pequeño cambio puede tener consecuencias inesperadas en muchos niveles o a largo plazo, y tienen propiedades como la resiliencia, que no dependen de una sola especie, sino de la interacción entre muchas de ellas.

Impactos directos e indirectos del glifosato en los ecosistemas

Recientemente Suvi Ruuskanen y sus colaboradores publicaron en una reconocida revista de Ecología y Evolución (Trends in Ecology and Evolution)un artículo en el que revisan los efectos de diferentes tipos de herbicidas en los ecosistemas. Es bien sabido que en dosis altas muchos herbicidas, como los que componen al llamado agente naranja, pueden producir malformaciones, leucemia y otras enfermedades graves, así como verdaderas catástrofes ambientales. En este trabajo, sin embargo, los autores muestran que muchos herbicidas que inicialmente fueron presentados como inocuos tienen efectos ecológicos profundos, ya sea directos o indirectos, aun en dosis bajas. Por ejemplo, causan alteraciones en la digestión, comportamiento o función inmune de escarabajos, abejas, mosquitos, ranas, aves y ratones. Los autores documentan con especial detalle cómo diferentes tipos de herbicidas producen alteraciones en la abundancia y composición de las comunidades microbianas que se alojan en las plantas o en los animales, así como las que viven en los suelos, en donde a su vez éstas regulan procesos indispensables para el mantenimiento de los ecosistemas, como la fijación de nitrógeno o la descomposición de materia orgánica.

El uso de herbicidas ha sido promovido por la agroindustria durante décadas y ha aumentado drásticamente en las últimas décadas en todo el mundo. De todos los herbicidas, el glifosato es el más ampliamente utilizado: entre 1996 y 2014 su uso se multiplicó por 15 y se usa en agricultura, horticultura y silvicultura, así como en jardines, parques y centros deportivos y turísticos. Esto ha llevado a que actualmente el glifosato, los productos de su degradación o compuestos con los se combina estén presentes de forma constante en gran parte de los ecosistemas y ambientes rurales y urbanos, tanto en los que se aplica como a los que llega a través del agua, de alimentos o de materiales como el algodón. Por ejemplo, se han encontrado residuos de glifosato en cuerpos de agua subterránea y en diversas zonas costeras en la Península de Yucatán, algunas dentro de áreas naturales protegidas pero cercanas a zonas de intensa agricultura industrial, así como en agua de consumo humano y muestras de orina entre  personas de esa región.

El glifosato es el ingrediente activo de herbicidas conocidos comercialmente como Roundup de Bayer, Panzer de Dow AgroSciences, Premium max de Dupont y Touchdown Hi Tech de Syngenta, entre otros. Funciona inhibiendo una enzima necesaria para la producción de aminoácidos esenciales en las plantas y muchos microorganismos, lo que lo hace letal para incontables especies. Pero además de los efectos directos en las plantas a las cuales se les aplica este herbicida, se han encontrado múltiples efectos negativos indirectos en diversas formas de vida. Por ejemplo, la presencia de glifosato en el suelo modifica las comunidades bacterianas asociadas a las raíces, afectando los tiempos del desarrollo de las plantas, su resistencia a patógenos y la producción de metabolitos que regulan sus interacciones con otros organismos. Esto es consistente con el impacto negativo que tiene este herbicida en la colonización de raíces por parte de hongos micorrízicos benéficos para las plantas.

El artículo mencionado también recaba evidencia de que el glifosato causa cambios en las comunidades bacterianas que habitan al interior de abejas y algunas aves, lo cual ahora sabemos que puede alterar su digestión, comportamiento, salud y supervivencia. Muchos de estos organismos realizan funciones indispensables para el mantenimiento de los ecosistemas y los agroecosistemas. Tal es el caso de las abejas, polinizadores cuyas poblaciones se han venido mermando de forma muy preocupante en las últimas décadas. Este declive se debe precisamente a prácticas agrícolas insostenibles como la aplicación de ciertos plaguicidas y la eliminación de muchas plantas con flores, entre otras cosas. La presencia del glifosato o sus residuos pone aún mayor presión sobre las poblaciones de abejas y otras especies y se suma a los factores que ponen en riesgo a los ecosistemas y la propia capacidad de alimentarnos como humanidad.

Genes de resistencia al glifosato

El glifosato es un herbicida de amplio espectro que cualquier planta puede absorber a través de sus tejidos. Por eso su aplicación frecuentemente implica el uso de plantas transgénicas resistentes a esta sustancia. De esta forma, en las plantaciones de maíz, soya o algodón transgénicos se aplica glifosato para acabar con cualquier otra planta no transgénica. La idea detrás de su uso es entonces sembrar hectáreas y hectáreas de un único cultivo, y es la idea que prevalece en la agroindustria actual, pero esta lógica de eliminación total de otras plantas tiene serios problemas en términos ecológicos. Entre otras cosas, no considera la evolución de plantas o malezas resistentes al glifosato, haciendo que cada vez esté siendo necesario aplicar más herbicida, o combinarlo con otros herbicidas. Tampoco reconoce que muchas de las funciones de los ecosistemas y de los agroecosistemas requieren de la coexistencia de especies diversas de plantas y animales. Por ejemplo, al eliminar algunas especies de hierbas, se elimina también el alimento de insectos o aves que pueden fungir como un control natural de plagas en esquemas de agricultura sustentable. De igual manera, el mantenimiento a largo plazo de la vida y la fertilidad de los suelos depende precisamente de la presencia de plantas con diferentes tipos de morfología, tiempos de desarrollo y fisiología, así como de las comunidades bacterianas que ahora sabemos que también son afectadas por el glifosato. Como se ha comprobado una y otra vez, los monocultivos de este tipo no constituyen agroecosistemas sustentables.

Pero la siembra de plantas resistentes al glifosato implica también otro tipo de riesgo grave. Como se ha documentado para el caso de maíz y del algodón en México, es posible que los genes que confieren la resistencia al glifosato se integren a las poblaciones de cultivos nativos y plantas silvestres, en parte porque es sumamente difícil o imposible controlar la fertilización entre plantas transgénicas cultivadas y otras plantas nativas y silvestres de la misma especie. La incorporación de estos genes en las poblaciones de plantas cultivadas o silvestres puede impactar su crecimiento, desarrollo y ecología y son muy difíciles de prever y, por lo tanto, de manejar. En el Instituto de Biología de la UNAM, la Dra. Ana Wegier y sus colaboradoras han estudiado algunos de estos efectos y han encontrado que la presencia de transgenes afecta de forma imprevista múltiples rasgos de las plantas cultivadas y las comunidades de las que forman parte. En particular, hallaron que distintos tipos de transgenes tienen impactos diferentes en plantas silvestres de algodón de las dunas costeras de Yucatán. Cuando estas plantas tienen el transgen que confiere resistencia al glifosato cambian algunos aspectos de su metabolismo, y con ello, su relación con la comunidad de hormigas que las visitan o se alojan en ellas. Ya que algunas de estas hormigas las protegen de otros organismos herbívoros, este cambio ocasiona que las plantas tengan más daños en las hojas, lo que pone en riesgo su supervivencia, la diversidad y uso local de estos algodones. Como éstas, nos podemos imaginar un sinfín de alteraciones imprevistas que, dada la complejidad del desarrollo y la genética de las plantas, pueden ocurrir con el aumento en la presencia de transgenes asociados a la resistencia a glifosato en cultivos nativos y plantas silvestres.

Incertidumbres y riesgos acumulados

Si bien ya se cuenta con evidencia vasta sobre los efectos profundos, en muchos casos impredecibles o negativos, que el glifosato puede tener en los ecosistemas, la magnitud y vías de sus impactos aún están subestimadas o se desconocen. Esto se debe en parte a que existen relativamente pocas investigaciones en torno a los efectos de las sustancias que no son el componente activo de los herbicidas pero que se les agregan para que, por ejemplo, se mantengan por más tiempo en las hojas de las plantas. Al respecto, es importante mencionar que estos ingredientes no activos pueden tener efectos nocivos en sí mismos, así como efectos sinérgicos o acumulativos derivados de su combinaciones con otras sustancias. También prevalece el desconocimiento respecto al efecto que la exposición crónica o recurrente en dosis bajas puede tener en las plantas, los animales, los microorganismos y el propio ser humano. Finalmente, la incertidumbre sobre el efecto de herbicidas como el glifosato en diversos seres vivos y su entorno también se debe a que la mayor parte de los estudios se han llevado a cabo en condiciones de laboratorio y en organismos modelo, dejando de lado la diversidad de especies y la complejidad de los procesos socioambientales en torno a su uso. Enfatizo aquí la importancia de considerar las condiciones socioambientales reales del uso de los herbicidas. Relacionado con esto, el Dr. Pedro Abreu de la Universidad Estatal de Campinas en Brasil, ha mostrado que el llamado “uso seguro” de muchos productos de la agroindustria no es factible en condiciones de campo, sino que consiste más bien de una serie de condiciones – por sí mismas alarmantes (es de llamar la atención que sea necesario utilizar protección de todo el cuerpo para producir nuestro alimento) – que sirven como una especie de respaldo para las compañías que argumentan que no se cumplen cuando hay daños a la salud.

El destino y efecto a mediano y largo plazo del glifosato en los ecosistemas es difícil de predecir debido a lo intrincado de las comunidades ecológicas. Por ello, la evaluación de sus posibles impactos debe partir de una visión integral, sistémica y de largo plazo. Pese a las incertidumbres aún presentes, existen suficientes elementos para afirmar que las consecuencias ecológicas del glifosato y otros herbicidas son profundas, poco comprendidas, prácticamente imposibles de predecir y, en muchos casos, negativas para el mantenimiento de los seres vivos y de procesos, como el ciclaje de nutrientes en el suelo, que mantienen la vida en los ecosistemas. Estos efectos ecológicos tienen a su vez consecuencias enormes en términos productivos, sanitarios, sociales y económicos. Ante esto, es urgente considerarlos rigurosamente en las discusiones en torno al uso y prohibición del glifosato e impulsar, como se hace ya en varias regiones de México y otros países, las alternativas agroecológicas que le apuestan a la biodiversidad y buscan evitar el uso de glifosato y otros herbicidas dañinos para la salud humana ni de los ecosistemas.


*Mariana Benítez es investigadora titular en el Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, del Instituto de Ecología de la UNAM, y es miembro del SNI nivel III. En su grupo de trabajo se desarrollan investigaciones sobre Agroecología y sistemas agroalimentarios. La autora agradece los comentarios y sugerencias de Ana L. Urrutia, Ana Wegier y Lydiette Carrión.

Imagen de Franck Barske en Pixabay

Agricultura tradicional y economía campesina: una persistencia desde lo local

Por Marcos Cortez Bacilio, Desinformémonos, 06 de enero de 2023.

«Es vital el reconocimiento de las características particulares de la agricultura tradicional, su racionalidad campesina y de su multiactividad, para fortalecer las economías propias, la producción, consumo, venta, intercambio, abastecimiento de alimentos sanos, cercanos y soberanos, y al mismo tiempo, garantizar la conservación de la diversidad biológica de los territorios».

En un mundo globalizado donde el capital subordina a la ciencia, e históricamente la agricultura tradicional es sometida a condiciones desfavorables, ésta aún persiste desde diferentes ámbitos locales. Una de las causas para que haya perdurado a través del tiempo, es la disponibilidad de fuerza de trabajo y medios de producción para garantizar la subsistencia de comunidades campesinas y pueblos originarios, bajo una lógica de producción rural y de autoconsumo. Estas formas de hacer agricultura tradicional, constituyen un sistema económico, con un funcionamiento y racionalidad propia, cuya intención no es la búsqueda de la maximización de las ganancias, sino el mantenimiento de un equilibrio entre producción, consumo y la conservación de los recursos genéticos existentes en los territorios.

Agricultura tradicional campesina e indígena

México, que forma parte de Mesoamérica, se reconoce como un país megadiverso y multicultural. Es bien conocido que nuestro país ocupa el quinto lugar con mayor riqueza de plantas y animales, y séptimo en endemismos; posee 68 lenguas indígenas y 364 variantes habladas; es uno de los siete grandes centros de origen, domesticación y diversificación agrícola; y alrededor del 30% de nuestra población es indígena, campesina o afromestiza (Toledo y Barrera-Bassols, 2008). Además, aquí se siembran decenas de razas y cientos de variedades endémicas de maíz, situación que ha llevado a la existencia de 64 razas identificadas, lo que también representa el 29% de las 220 razas que existen en América Latina (Cortez, 2022a). Son semillas nativas que han sido modificadas por los seres humanos a través de un proceso co-evolutivo de al menos 10.000 años de agricultura. Gracias a este proceso de domesticación, hoy tenemos una diversidad de semillas, inclusive un mismo campesino siembra en su milpa entre cinco y nueve variedades distintas de maíz, dos de calabaza, tres de bule, dos de bandeja, tres de frijol, dos de quelites; dando lugar a entrecruzamientos, aumentando la variación genética en cada ciclo productivo.

De acuerdo con Hernández-Xolocotzi (1980) el término de agricultura tradicional se deriva de la forma en que se difunden los saberes locales, esta inicia con base en una gradual acumulación de conocimiento ecológico y biológico sobre los recursos naturales utilizados, y se desarrolló mediante sistemas autóctonos de generación y transmisión de dichos conocimientos, de adaptación y adopción de innovaciones tecnológicas para obtener diferentes satisfactores. En este mismo sentido, para Wilken (1987), la esencia del término tradicional se encuentra en la forma en que se transfieren los conocimientos, de una generación a otra de manera verbal e informal, y a través de intercambios individuales, vecinales y comerciales; a diferencia de como se hace con la agricultura moderna, cuya diseminación es más visible debido al extensionismo que la promueve.

Actualmente, la agricultura tradicional, constituye uno de los sistemas productivos principales de comunidades rurales por su capacidad y magnitud de recursos humanos empleados en las diferentes actividades que se realizan, ligados a sus formas de vidas cotidianas. Son labores productivas tradicionales basadas en sembrar y cultivar en época de lluvia, una gran variedad de productos agrícolas para satisfacer las necesidades de consumo tradicional familiar, comunitario y de territorios circunvecinos.

Es de conocimiento general y aceptado, que la agricultura tradicional, la pesquería artesanal y la ganadería en pequeña escala -propia de cada región- son los sistemas que producen la base de la alimentación de la población del medio rural y urbano, ésta produce el 70% de los alimentos del mundo en el 25% de la tierra. [1] Sin embargo, recientemente la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) ha generado una gran controversia acerca de quién alimenta al mundo, [2] al afirmar que la agricultura tradicional o pequeña agricultura familiar sólo alimenta a un tercio de la población mundial. [3] Estas aseveraciones son debido a la extensa invasión de los llamados “sistemas agroindustriales”, basados en el uso excesivo de agrotóxicos, fertilizantes sintéticos, semillas híbridas y biotecnología transgénica, aun así, las formas tradicionales siguen teniendo un peso importante en la producción de alimentos, y  un claro ejemplo acontece en el estado de Guerrero -considerado de bajos ingresos y desfavorable para la producción de alimentos- ahí domina la agricultura familiar, ya que el 80% de la producción se logra bajo el sistema milpa, en condiciones de producción diversificada, donde el maíz, como cultivo principal, cohabita con: frijol, calabaza, pepino, melón, sandía, chile, tomate, en otros más. También, la siembra y los trabajos culturales se realizan con mano de obra familiar, y la cosecha, en 60%, es para autoconsumo, 30% para venta local y 10% para consumo animal (Cortez, 2021a). Del mismo modo, las familias utilizan semillas nativas para cultivar diferentes alimentos, y durante décadas, han circulado las semillas de sus abuelos a sus padres, y de los padres a sus hijos, la tradición es heredar los saberes locales entorno al maíz y los sistemas milenarios que practican.

Por estas razones, la agricultura tradicional es una “agricultura de vida” que toma como preocupación central al ser humano; que preserve, valore y fomente la multifuncionalidad de los modos de producción. Implica, el reconocimiento al control local de los territorios, bienes naturales, sistemas de producción y gestión del espacio rural, semillas, conocimientos y formas organizativas (Cortez, 2021b). La realidad vigente de la agricultura tradicional es que a pesar de las adversidades han logrado preservar sus saberes locales, y éstos resultan fundamentales para mantener y acrecentar la variedad genética, los policultivos (agrícolas, forestales, agroforestales), la diversidad de prácticas productivas, la heterogeneidad paisajística, que mantienen, hasta el día de hoy, una cierta sustentabilidad, basada en la resiliencia (Toledo, 2005). Bajo esta lógica diferente -un modo de vida definido- las familias desarrollan una gran multiplicidad de actividades agropecuarias (milpa, huertos, cría de animales, labores artesanales, apícolas y pesqueras, aparte del trabajo que realizan como jornaleros en su comunidad y comunidades vecinas) las cuales, componen una unidad productiva diversificada, que se vuelve imprescindible de la economía campesina, como resultado de su persistencia local y de las estrategias innovadoras, pues, son las que sostienen y satisfacen las necesidades básicas del núcleo doméstico, en comparación como ocurre en una empresa capitalista.

Economía rural, una lógica campesina

La economía campesina ha subsistido a la par de la gran empresa agrícola capitalista; y como el auge de la agricultura moderna (agroindustria) no ha destruido plenamente las formas de producción tradicional, debido a las diferentes estrategias con las que el campesinado ha reinventado sus tecnologías agrícolas. Al respecto, diversas corrientes detallan y brindan elementos de análisis que explican su perseverancia, tal como lo planteó Alexander Chayanov en su tesis (1974), al mencionar que la unidad económica campesina, no representaba sólo una producción en pequeño, sino que tenía una lógica natural que difería de la economía capitalista en diferentes aspectos; principalmente precisa que las decisiones de producción, y, por lo tanto, la determinación de la mano de obra que se destinara a la labranza, están en función de las necesidades del consumo familiar, y no de la maximización de beneficios, como ocurriría en el modelo capitalista. Mientras que Theodor Shanin (1976) apunta que la explotación campesina forma una pequeña unidad de producción-consumo que encuentra su principal sustento en la agricultura y es sostenida, principalmente, por el trabajo familiar. Armando Bartra (1982), define la economía campesina como una célula de producción y de consumo constituida por la unidad orgánica de fuerza de trabajo y medios de producción. Por su parte, Michael Yoder (1994) propone que, si la unidad familiar campesina es al mismo tiempo una unidad de producción y de consumo, el principal objetivo de este sistema es la satisfacción de las necesidades de la familia. Van Der Ploeg (2010) agrega que la agricultura empresarial se encuentra vinculada al consumo mundial, a través de empresas de procesamiento y comercialización, en tanto que la agricultura tradicional campesina, escapa del control directo del capital.  

Siguiendo estos indicios, es claro que la producción capitalista y la campesina son producciones guiadas por dos lógicas y objetivos distintos: mientras las empresas producen para satisfacer el mercado, con el fin de obtener beneficios monetarios, los campesinos producen sobre todo para el autoconsumo, y tienen como meta garantizar la reproducción de su familia, debido a la multiactividad productiva. Para campesinos del municipio de Coyuca de Benítez de la Costa Grande, el autoabasto es la prioridad de la producción local de maíz, en particular, una familia promedio de cinco hasta ocho integrantes, almacenan para autoconsumo dos bidones de plástico o silos metálicos de 1, 100 kilos, y 700 a 800 kilos para el consumo animal. Con el propósito de garantizar su autoconsumo, la familia campesina obtiene un rendimiento por hectárea de 2.8 a 3 toneladas, pero si cultivan 2 o 3 hectáreas como en su mayoría lo hacen, generan suficientes y diversos excedentes (Cortez, 2022b), condición que favorece la venta directa en cabeceras municipales, o bien, realizan intercambios de productos con otras familias de su misma comunidad.

La escala de la producción campesina es pequeña, mientras que la empresarial tiende a ser mediana o grande; la mano de obra que los pequeños campesinos invierten en el proceso productivo es familiar, aunque es común que se complemente con la contratación de jornaleros, hasta que el volumen total del producto sea considerado suficiente, en tanto que las empresas ocupan principalmente trabajo asalariado.  

A diferencia de la unidad productiva moderna o empresarial, que dejará de aumentar su producción cuando la utilidad monetaria comience a decrecer, la unidad productiva campesina puede seguir trabajando, aunque el ingreso monetario o el producto físico obtenido por persona empiece a decrecer. Este comportamiento “antieconómico” es absolutamente racional porque valora continuar con el trabajo hasta el punto en el que, primero, se den por satisfechas las necesidades, y segundo, considere provechoso el esfuerzo de continuar con las jornadas de trabajo. Para la economía campesina la tecnología es tradicional, utiliza sub-lotes intercalados donde diversifican en pequeñas cantidades la producción y frecuentemente estacional, mientras que para la empresarial es especializada y maneja grandes flujos de producción que tienden a ser continuos, los cuales predomina el valor de cambio sobre el valor de uso.

En este tenor, tenemos que seguir cuestionando si la economía campesina es “natural o autárquica”, o más bien se articula con la economía en su conjunto a través de dos mercados: productos y trabajo (Schejtman,1982). En resumen, la dicotomía entre la lógica económica campesina y empresarial es útil para entender sus diferencias, aunque en la actualidad no existe una economía campesina genuina que sea completamente de autoconsumo y que no tenga vínculos con el sistema económico. Por el contrario, las unidades productivas campesinas tienen una coexistencia de dos dinámicas relacionales en su interior: por un lado, la lógica del autoconsumo; por la otra, su parte monetaria, que consiste en vender o intercambiar parte de su producción para satisfacer otras necesidades que la familia no produce, siendo el momento que condiciona y entrelaza los sectores campesinos y empresariales con el resto de la economía de mercado.

El mercado y su intercambio desigual

Es crucial entender que un enemigo clave de los campesinos son los precios bajos, los cuales siguen cayendo incluso mientras los precios al consumidor suben. Esto se debe a que la principal fuerza que fijan éstos, es el control de corporaciones que ejercen una presión sobre el sistema agroalimentario actual. Ante estos estragos, el campesinado no está del todo desligado, sino todo lo contrario, está más ligado que nunca, porque se relaciona y se transforma de distintas maneras.

En las regiones guerrerenses, principalmente: Centro, Montaña y Costa Chica, la mayoría de campesinos se encuentran en comunidades marginadas, donde la necesidad económica es predominante, y por eso, aunque sea a un precio injusto, vender es una prioridad; al no tener un mercado bien establecido, quedan vulnerables frente a los coyotes locales/regionales. Los campesinos ubican a los coyotes como las personas que en sus comunidades compran muy barato, pero ellos revenden a precios muy elevados. Aquí es donde el campesino es subordinado sobre todo hacia el capital comercial y financiero, resultado de su propia lógica campesina de explotación, y la economía de mercado es controlada, regulada y dirigida por los mercados, hasta alcanzar sus máximas ganancias monetarias, en donde la autorregulación implica que toda la producción se destine a la venta en el mercado, y que todos los ingresos deriven de tales ventas (Polanyi, 2004). En función de lo anterior, Armando Bartra (2006) señala que la mercancía campesina entra al mercado capitalista como una mercancía propia cuya lógica originaria es distinta de la que rige en él, donde el campesino vende para comprar, y el capital vende para ganar, y solo bajo esa condición acepta el intercambio, al ceder su mercancía a un precio inferior; prevaleciendo el intercambio desigual, entre el campesino y el capital disfrazado de coyote, donde el primero es vendedor y el segundo comprador. Este intercambio desigual entre la producción campesina y el capital se manifiesta cuando el campesino como comprador y como vendedor puede realizar intercambios en condiciones en que no lo haría ninguna empresa capitalista. El origen de esta peculiaridad reside en que el campesino como productor no puede condicionar sus intercambios a la obtención de ganancias, pues su proceso laboral es la condición de su subsistencia y sus medios de producción no han adquirido la “forma de libre del capital”.

El problema no es tanto cómo producir, sino que el problema mayor, siempre ha sido como comercializar, por el alto encarecimiento y el exceso de intermediarios o coyotes, que acaparan la producción primaria a bajo costo, triplicando el retorno del mismo producto en otras presentaciones y envolturas, como ocurre con mayor relevancia en el centro, occidente, sur y sureste de México, allí el mercado es dominado por empresas nacionales y extranjeras, como: Cargil, Monsanto, Nestle, Maseca, Bachoco, Bimbo, Coca Cola, Lala, incluso, manejan un discurso de seguridad alimentaria y sustentabilidad. Pese a esto, las autoridades no reconocen la necesidad de implementar instrumentos en materia legislativa, pues no existe un marco jurídico que actué de manera coherente ante las distorsiones de mercado. Lo indiscutible es que la alteración productiva y de comercialización ha permitido el desarrollo y expansión de un intermediarismo altamente rentable que, al contar con la liquidez financiera, transporte, información de mercados, infraestructura de acopio y distribución, le permite captar volúmenes considerables de mercancías a bajos precios en diferentes puntos estratégicos del país.

Este escenario empobrece cada vez más a la agricultura tradicional, ya que las cadenas de autoservicio local por medio de contratos con empresas de índole mayor, tienen que implementar una exuberancia de tácticas de acaparamiento de productos. Si bien para los campesinos implica sólo la recuperación de sus costos de producción, y para los intermediarios grandes ganancias, es una desarticulación comercial muy dispareja y ventajosa de unos hacia otros. Entonces, ahí se consuma la explotación del campesino al cambiar de manos el producto, -entra en la fase de circulación capitalista- por medio de un intercambio desigual, pero la base de esta explotación se encuentra en las condiciones internas de su proceso de producción, al prolongarse la jornada de trabajo más allá del tiempo de trabajo necesario, existiendo una explotación justificada para lograr su subsistencia (Bartra, 2006). Los campesinos se vinculan a éste mediante los mercados de productos, de trabajo y de dinero. En consecuencia, son incorporados y sometidos al proceso de valorización mediante los diferentes mercados. Aun cuando el campesino se encuentra subsumido en el proceso de acumulación capitalista, predomina la racionalidad propia de un modo de ser y existir de una economía campesina, con una lógica peculiar y natural, distinta a la lógica de la acumulación y de generación de riquezas, inspirada en la agricultura tradicional.

Políticas públicas acorde a la agricultura tradicional y economía campesina

En las familias campesinas e indígenas de México, existe una lógica articulada de dos componentes: el componente monetario y el de autoconsumo, entre los cuales se establece una relación funcional que es necesario que los diferentes organismos internacionales e instituciones gubernamentales reconozcan y entiendan esta interrelación para aplicar políticas públicas de acuerdo a las dinámicas locales. Una política que pretenda impulsar desarrollo comunitario “desde abajo” con la co-participación de las familias, debe considerar estos dos componentes y generar una relación virtuosa en esta dualidad. En otras palabras, es necesario apoyar la producción, consumo y venta de alimentos, garantizado la conservación y la eficiencia de los agroecosistemas tradicionales para lograr un equilibrio económico, social y ecológico, por lo tanto, se requieren estrategias más incluyentes para alcanzar una igualdad de condiciones. Por ello, se debe encontrar la manera de financiar programas dentro de la lógica interna de la operación económica de la familia, para que el aumento en la producción para autoconsumo sea constante, bajar los costos de producción con prácticas sostenibles, y aspirar que los excedentes de producción sean canalizados a mercados locales, regionales y nacionales con precios justos, fundamentados en principios de la economía social y solidaria. Estos principios no deben desconocer las dimensiones de seguridad y soberanía alimentaria, las cuales son ejes medulares que debieran dar vida y sustento a las políticas públicas que desean superar las penurias en el medio rural y urbano.

No obstante, mejorar los ingresos (agrícolas, pecuarios, pesqueros, artesanales) con la utilización de canales de comercialización, y desde luego, acompañado de un financiamiento, hasta el momento, es totalmente ínfimo y castigado con un sistema de precios inadecuados e inviables, con créditos casi inexistentes y subsidios descoordinados al contexto social y ambiental de cada región. Cabe decir que el debilitamiento de las formas de intervenciones oficiales en el campo, y particularmente en comunidades y pueblos originarios, permitió el resurgimiento de la economía campesina, como garante de una mejor calidad de vida. Pero, a la par, también se vieron acompañados de fuertes procesos de migración interna e internacional; además, generó vacíos institucionales que han sido llenados por la presencia directa de empresas extractivas nacionales y trasnacionales, por nuevos latifundios, cacicazgos, y por la delincuencia organizada, esta última, no solo acopia y vende enervantes, sino productos de primera necesidad, como el maíz, frutas (mango, aguacate, café), carne y leche, colocando aranceles sin ninguna contemplación, algo que comienza a ser ordinario en geografías de la zona Norte y Costa Grande de Guerrero.

Hoy, la realidad del campo mexicano requiere de una economía de pequeños y medianos productores rurales impulsada por nuevas formas de intervenciones, con diferentes perspectivas y con expresiones solidarias y reciprocas, que no sean individualizadoras, maximizadoras o acumulativas, sino que operen a partir de lógicas más sociales que económicas. En sí, se necesita una intervención que venga a romper con lo gerencial, la que se ha caracterizado por décadas en un asistencialismo público/clientelar, y en una filantropía privada como una postura de “ayuda humanitaria” dirigida a los “más necesitados, pobres y marginales”, es decir, según Raymundo Mier (2012) la intervención gerencial, es intrusión, es irrupción y, por tanto, es violencia.

En suma, es cuestionable el re-diseño, adecuación e implementación de políticas/programas dirigidos a combatir la pobreza y el hambre; así como es vital el reconocimiento de las características particulares de la agricultura tradicional, su racionalidad campesina y de su multiactividad, para fortalecer las economías propias, la producción, consumo, venta, intercambio, abastecimiento de alimentos sanos, cercanos y soberanos, y al mismo tiempo, garantizar la conservación de la diversidad biológica de los territorios, y el afianzamiento de mercados específicos, enfocados en construir redes horizontales de cooperación agroalimentaria, todo esto, como resultado de las múltiples agriculturas  y economías campesinas que aún persisten desde lo local. 

Bibliografía

Bartra, A. (1982). El comportamiento económico de la producción campesina. Universidad autónoma de Chapingo, México. p 17.

Bartra, A. (2006). “La explotación del trabajo campesino por el capital”, en El capital en su laberinto. Editorial Ítaca, México. Pp. 240-280.

Chayanov, A.V. (1974). La organización de la unidad doméstica campesina. Buenos Aires, Argentina. Ediciones Nueva Visión.

Cortez Bacilio, M. (2021). Agriculturas, Resiliencia y Cambio Climático: Estrategias Agroecológicas. En ADN Cultura, junio 5. Recuperado de:  https://www.adncultura.org/index.php/agriculturas-resiliencia-y-cambio-climatico-estrategias-agroecologicas

Cortez Bacilio, M. (2021). “La milpa agroecológica, una alternativa campesina para construir soberanía alimentaria en Coyuca de Benítez, Guerrero”. En Alejandro Cerda y Lorena Paz (coordinadores), Serie: Mundos Rurales, Alternativas del desarrollo rural desde la resistencia y la subalternidad: autonomías, mujeres y soberanía alimentaria, UAM-Xochimilco, P.143-171. México, Logos Editores.

Cortez Bacilio, M. (2022). Guerrero: centro de origen de maíces nativos y biodiversidad. En La Jornada del Campo, marzo 19. Recuperado de:  https://www.jornada.com.mx/2022/03/19/delcampo/articulos/guerrero-origen-maices.html

Cortez Bacilio, M. (2022). “Estrategias agroecológicas en tiempos de COVID-19: una experiencia agroalimentaria en Coyuca de Benítez, Guerrero”. En Milton Gabriel Hernández y Sofía Medellín (coordinadores), Serie: Mundos Rurales, El campo latinoamericano en tiempos de covid-19, crisis, escenarios y alternativas, UAM-Xochimilco, P.75-96. México, Bonilla Artigas Editores.

Hernández X., E. (1980). Agricultura tradicional y desarrollo. En: Xolocotzia. Tomo I. Obras de Efraím Hernández Xolocotzi. En Revista de Geografía Agrícola. Universidad Autónoma Chapingo. Chapingo, México, pp. 419-422.

Mier, R. (2012). Seminario interdisciplinario para pensar la intervención: Teorías, métodos y experiencias en el campo de lo social y las humanidades, p. 1-20.

Toledo, V. M. (2005). La memoria tradicional: la importancia agroecológica de los saberes locales. En Leisa Revista de agroecología, volumen 20, número 4, pp.16-19.

Toledo, V. M., y Barrera-Bassols, N. (2008). La memoria biocultural: la importancia ecológica de las sabidurías tradicionales. Barcelona: Icaria editorial.

Polanyi, K. (2004). “Molino satánico”, en La gran transformación, Casa Juan Pablos, México. Pp. 45-85.

Schejtman, A. (1982). Economía campesina y agricultura empresarial: tipología de productores del agro mexicano, México D.F., Siglo XXI Editores.

Shanin, T. (1976), “Naturaleza y lógica de la economía campesina”, Anagrama, Barcelona. Pp. 1-8.

Van der Ploeg, J. (2010). Nuevos campesinos. Campesinos e Imperios Alimentarios. Barcelona: Icaria Editorial, p.430. 

Wilken, G. C. 1987. Good farmers. Traditional agricultural resourse management in Mexico and Central America. University of California Press. California, USA. 302 p.

Yoder, M. S. (1994). Critical chorology and peasant production: small farm forestry in Hojancha, Guanacaste, Costa Rica. Tesis Doctoral. Louisiana State University, Baton Rouge. 340 p.

Referencias:

[1] Véase:  https://latinta.com.ar/2020/10/agricultura-campesina-alimentos-tierra/

[2] Véase:  https://www.fao.org/news/story/es/item/1396597/icode/

[3] Véase:  https://grain.org/es/article/6793-la-gran-agricultura-no-alimenta-al-mundo

 marcosbacilio@gmail.com

Publicado originalmente en ADN Cultura

¿Cómo mejorar las defensas del cuerpo ante las enfermedades respiratorias?

Por Daliri Oropeza Alvarez, Pie de Página, 04 de enero de 2023. 

Estas son nueve prácticas, remedios caseros, naturales, para mejorar y fortalecer el sistema inmunológico del cuerpo y la salud respiratoria ante el incremento de los casos de covid 19, influenza o gripa durante la temporada de frío 

El sistema inmunológico de nuestro cuerpo es la primera defensa que tenemos ante cualquier enfermedad. Por eso es importante mantenerlo fortalecido. Es el encargado de eliminar las infecciones del cuerpo a través de los glóbulos blancos o leucocitos, encargados de detener y expulsar las bacterias del cuerpo, a través de la sangre.

Podemos detectar que tenemos las defensas débiles cuando recaemos en enfermedades como gripa o tos constantemente, susceptibilidad a infecciones, nos estresamos mucho, tenemos el sueño irregular, sobrepeso o anemia, tenemos enfermedades crónicas o autoinmunes, e incluso problemas digestivos, la pérdida de apetito o diarrea constantes.

Con el frío, en diciembre los casos de covid 19 y otras enfermedades como influenza se han incrementado. En Ciudad de México, los casos de coronavirus pasaron de menos de mil en noviembre del 2022 a más de mil 600 al día en promedio en diciembre, y en enero del 2023 arrancamos con más de mil 800 casos. Una “sexta ola”, como la han llamado. 

Para prevenir y mejorar la salud, y enfocar el cuidado en el sistema respiratorio, hacemos un compilado de recomendaciones para favorecer y fortalecer el sistema inmunológico en estas fechas, para iniciar el año con buena salud o mejorarla de ser necesario, para no recaer en enfermedades.

Diente de ajo en ayunas

Puede parecer una locura, pero el ajo es un importante antibiótico natural. Comerlo en ayunas puede ayudar a fortalecer el sistema inmunológico y dar energía para el día por sus propiedades. Tiene vitaminas B y C, buenas para el sistema respiratorio. Tiene minerales como calcio, yodo, fósforo, manganeso, selenio, hierro. 

Una receta de familia recomienda picarlo, cortarlo o martajarlo para activar la alicina, pasarlo sin masticar con agua o té para que no quede el aroma en la boca. Además de cuidar el sistema respiratorio, el ajo ayuda al buen funcionamiento del corazón pues mejora la circulación y disminuye los triglicéridos en la sangre.  

Ajo negro 

El ajo negro se utiliza también en la cocina, es un ajo blanco horneado de cierta manera a fuego lento. Sin embargo, tiene propiedades beneficiosas para activar los glóbulos blancos, encargada de atacar los agentes externos al cuerpo. Además, al igual que el ajo blanco tiene propiedades antivirales y antibacterianas. 

Magnesio

Incrementa el consumo de frutas y verduras que contienen magnesio, ya que es un mineral indispensable para fortalecer el cuerpo, pues constituye músculos y huesos. El magnesio está mayormente presente en verduras con hojas verdes como espinacas, brócoli, acelga, nopal, germen de trigo, y lo mejor es comerlas al vapor o crudas para que conserve el magnesio. El betabel, la zanahoria y el maíz también lo contienen. 

Frutas como aguacate, piña, plátano, dátiles, pasas o ciruelas secas, semillas, nueces, almendras, nueces de la india, pepitas de calabaza, pistaches, cacahuates, avellanas, quinoa.

Cereales como el arroz integral. Leguminosas como frijoles, garbanzo, lentejas o habas. Y en algunos animales marinos como camarones, almejas, langostas o langostinos o salmón.

El magnesio es el responsable de más de 300 reacciones químicas del cuerpo humano por eso es importante ingerir lo suficiente.

Pescados o aceites con omega 3

El cuerpo necesita ácidos grasos que no produce por sí solos. Todos los omegas son importantes, pero el omega 3 (o alfa linolénico -poliinsaturado) tiene un papel fundamental por su efecto antiinflamatorio, ya que este ayuda a frenar los efectos de cualquier agente extraño sobre las células de nuestro cuerpo.

Este ácido graso se puede encontrar en varios tipos de pescado como salmón, sardinas, bacalao, arenque. 

De origen vegetal lo encontramos en semillas de chía o las semillas de lino. También en varios tipos de nueces, cacahuates, o en aceites como el de canola, soya, cáñamo, linaza,cártamo o  también en el tofu o en las algas, espinacas, germen de trigo.

Raíces de jengibre y curcuma 

Tanto la raíz de cúrcuma como la raíz de jengibre son antibióticos naturales. Juntas o separadas, ayudan a fortalecer el sistema inmunológico por sus propiedades antiinflamatorias. Cada una en té es deliciosa, además ayudan a mantener el calor del cuerpo.

La cúrcuma es antiinflamatoria y se usa para bajar la fiebre. El jengibre aumenta la inmunidad y disminuye el dolor de garganta, además de ayudar al fortalecimiento de los pulmones y la oxigenación. Al mezclar ambas en una infusión con limón para complementar con vitamina c y con pimienta negra para potenciar las propiedades de las raíces, queda una bebida que fortalece nuestras defensas.

Té de tomillo

La planta de tomillo es excelente para fortalecer el sistema respiratorio y se usa en el tratamiento de personas con asma. Se utiliza en la cocina como hierba aromática, sin embargo, no solo sabe deliciosa como condimento en el jitomate sino que ayuda a respirar mejor por sus propiedades expectorantes, antiespasmódica y antisépticas. También estimula la producción de glóbulos necesarios para atacar enfermedades.

Son suficientes dos cucharadas de tomillo por cada taza de agua para arrojarlas en la olla cuando el agua ya está hirviendo y apagar. Se puede complementar con menta, hierbabuena o romero para complementar sus propiedades.

Endulza la vida con miel

Con una cucharada de miel de abeja al día es más que suficiente para abonar a nutrir y alentar la producción de anticuerpos,  glóbulos blancos y rojos, necesarios para mantenerse sano. Mejor aún si es por las mañanas. La miel de abejas tiene más de 100 vitaminas y minerales. Tiene vitaminas C, B1, B2, B3 y B5 y minerales importantes como ácido fólico, calcio, magnesio, fósforo, silicio, hierro, yodo, zinc, aminoácidos esenciales, esteroles, fosfolípidos, flavonoides, enzimas y polifenoles.

Sueño regenerativo

Para que las células se renueven, incluyendo el sistema inmunológico, es importante realizar un sueño regenerativo o profundo al dormir. 

De acuerdo con el Centro del Sueño en Chile, “el sueño refuerza nuestra respuesta inmune innata, que es nuestra primera línea de defensa ante las infecciones. Durante el sueño, aumenta la memoria inmunológica, esto se refiere a la capacidad del organismo de defendernos ante una infección futura”. 

Lo ideal es dormir idealmente 8 horas y no menos de 6 para lograr las 5 etapas del sueño. Evita por lo menos una hora antes de dormir el uso del celular. 

Ejercicio

Aunque nos dé flojera, debemos asegurar por lo menos media hora de ejercicio al día idealmente o cada tres. Un ejercicio puede ser caminar. Aunque no necesariamente. Puede ser saltar la cuerda, hacer yoga, trasladarse en bicicleta, estiramientos en el parque, correr, patinar, mientras más músculos involucre, mejor. Así activar y dar mantenimiento al sistema inmunológico.

Consejo de pilón

No podemos olvidar que la mayoría de las células del sistema inmunológico se encuentran en el intestino, por ello es fundamental procurar la salud del sistema gástrico y sobre todo, la función y limpieza de nuestro intestino. Desparasitarse por lo menos una vez al año es fundamental para ese cuidado, y esa es una recomendación de médicos, como el bacteriólogo Germán Oropeza González.

Foto de J. R. Lopez en Unsplash