Países más pobres y que menos contaminan, principales víctimas del calentamiento global

Cuando en el verano de 2011 la tercera sequía en pocos años puso en peligro la vida de millones de personas, en muchas regiones de Kenia hasta 40 por ciento de los niños dejó de ir a las escuelas porque debían ayudar a sus familias a conseguir agua y alimento para el ganado.

Porque si los nómadas pierden su ganado, se destruye toda la manutención de la familia. Y de los daños en las cosechas las mujeres son las principales afectadas, porque son ellas las responsables de la mayor parte de las actividades de cultivo a pequeña escala que se llevan a cabo en África.

Ya hay conflictos por los pastos y el agua, como por ejemplo en la disputada zona de Abyei, entre Sudán y Sudán del Sur, pero también en el norte de Uganda, el lago de Turkana u otras regiones del norte de Kenia.

Cuanto más extendidas están las regiones desérticas y más escaso sea el acceso al agua y las superficies agrícolas, más aumenta el riesgo a conflictos armados entre los grupos étnicos.

Muchos países en desarrollo no esperan a recibir ayuda, sino que intentan prepararse mejor y tomar medidas para adaptarse a las catástrofes. Pero sus posibilidades financieras son limitadas. Si tenemos 24 tifones al año, eso supera nuestras posibilidades, señaló Alicia Ilaga, miembro de la delegación de Filipinas en Varsovia.

Trabajo con comunidades rurales que en siete años han tenido que trasladarse 30 veces. Han perdido sus zonas de asentamiento tradicionales y se ven a veces durante semanas aislados del mundo exterior, señala Farah Kabir, de la organización Action Aid de Bangladesh. Ya eran pobres antes. Pero ahora viven en la pobreza extrema.