El Cáncer y La Infertilidad Están Relacionados con Los Productos Químicos que Ingerimos con La Comida

XL. ¿Qué explicación da el fabricante?

G.S. En primer lugar, se resistieron por todos los medios a que los estudios se hicieran públicos. Y cuando lo logramos, dijeron que ellos ya habían reparado en los efectos en las ratas -por supuesto, ya que ellos hicieron los estudios-, pero pensaron que no era importante, porque los efectos no son iguales en machos que en hembras. ¿Le parece eso una razón?

XL. ¿Por qué no hace usted, el Criigen, los test?

G.S. Porque necesito dos millones de euros para empezar. Las pruebas científicas bien hechas son muy caras. Colocar un nuevo fármaco en el mercado pasa por pruebas que cuestan unos 150 millones de euros.

XL. Admitamos que hay un riesgo en los transgénicos, pero también en los teléfonos móviles, en la tecnología láser, en la cirugía estética…

G.S. ¡Pero por lo menos ves los beneficios! No hay beneficio en los transgénicos. ¿Cuál es?

XL. Parece evidente: cereales más fuertes y en mayor cantidad, con menos trabajo para los agricultores, que ganan más dinero y alimentarán a más gente.

G.S. Ése es un argumento estúpido, créame. Las patentes de las semillas sólo llevarán hambre al mundo. En primer lugar, los transgénicos no alimentan a los pobres, sino el estómago de los cerdos. Segundo, las semillas patentadas pertenecen a compañías que ya, hoy, no dejan sus patentes para luchar contra la malaria o el sida en los países pobres. ¿Por qué iban a cederlas para alimentarlos si no las dejan para algo que los está matando? Son farmacéuticas reconvertidas en industria alimentaria. Y, en tercer lugar, nosotros comemos en todo el planeta sólo cuatro plantas: trigo, arroz, soja y maíz. Hay 30.000 plantas conocidas y comestibles en el planeta y sólo nos alimentamos de cuatro. ¿No le parece anormal?

XL. Sin duda es curioso, pero es posible que tenga que ver con que cada vez hay más bocas que alimentar y esas cuatro plantas son las más productivas.

G.S. No. Es el resultado de haber industrializado la agricultura. Lo que deberíamos hacer es potenciar la agricultura local, comer 30 plantas en vez de cuatro. La cuestión no es hacer transgénicos con plaguicidas porque no están hechos para hacer más plantas, sino para hacer más negocio con los agrotóxicos. La forma de alimentar a más gente es diversificar los cultivos y comer menos carne.

XL. Pero reconocerá que en los años 40 la introducción de técnicas de explotación modernas, el monocultivo y la selección genética, la llamada “Revolución Verde” ayudaron al desarrollo y al Tercer Mundo.

G.S. No. Hay mucha gente hambrienta en el mundo y ya hubo esa “revolución verde”, cuyo resultado fue que los países industrializados tuvieran más carne para comer. Lo cual, recién terminada la Segunda Guerra Mundial, estuvo bien, estoy de acuerdo. Pero ya no. Comer carne dos veces al día es malo. Hay estadísticas en 65 países que prueban que el cáncer de mama y el de intestino están relacionados con el consumo de grasa animal. Dentro de un animal hay más plaguicidas que en un campo de maíz o de soja, porque se necesitan muchos campos para alimentar a una vaca; es una concentración de plaguicidas.

XL. Usted promueve lo “natural”, pero quizá la producción biológica es un lujo que no podemos permitirnos.

G.S.La producción natural ha alimentado al mundo durante miles de años y sin ayuda del gobierno. Porque, déjeme decirle una cosa, la agricultura industrializada no es rentable. Está sostenida por fondos públicos. Los agricultores no sobrevivirían sin las ayudas gubernamentales.

XL. Pero los transgénicos podrían beneficiar a la agricultura en África, en zonas donde los cultivos son difíciles.

G.S. No usemos a los pobres como excusa. La ONU dijo hace 15 años que con 50 billones de dólares se acabaría con el hambre en el mundo y no encontraron el dinero. En tres meses, todos los países industrializados han encontrado el doble de esa cantidad para ‘alimentar’ a los bancos y las grandes compañías. Durante los últimos 30 años se ha puesto en el mercado una gran cantidad de productos químicos y transgénicos sin testar, convenientemente amparados en la confidencialidad de las empresas y sus negocios. Prima el beneficio económico sobre la salud a largo plazo de la gente.