Dos contrarias e incompatibles: seguridad alimentaria vs soberanía alimentaria
Por Katherine Fernández, Rebelión, 7 de marzo de 2013
Gracias al libre mercado, desaprendimos qué significa alimentar y alimentarse con soberanía.Ya se ha dicho hasta el cansancio que el 90% de la población vive con el 10% de los recursos del planeta y que el 10% de ellos está concentrado en las pocas manos de la dimensión transnacional, promotora del biocidio. Pero estos datos se refieren a la economía traducida en dinero, no a la economía traducida en medios de vida, porque si así fuera los campesinos agricultores o los indígenas de las selvas, tienen a su disposición los principales medios de vida, a pesar de que estén siendo avasallados por los gobiernos instrumento de las transnacionales y aunque solo tengan un pedacito de tierra, en ella poseen un poder especial, una cuota de vida por encima de los demás, una cuota de soberanía.
La soberanía alimentaria es una definición muy amplia y compleja que, así como el vivir bien, no hemos alcanzado a entender todavía y para eso lo primero que debemos hacer es desligarla del concepto de seguridad alimentaria, porque este último se enmarca en las necesidades del libre mercado que busca exclusivamente vender – que no es lo mismo que poner los alimentos a disposición de la gente – para lo cual gestiona permanentemente que los gobiernos favorezcan una dinámica productiva que sobreexplota la tierra para cubrir con agroindustria “subdesarrollada” a los mercados primermundistas.
Si bien en su momento la soberanía alimentaria surgió como un aporte fundamental del campesinado, concretamente la Vía Campesina introdujo el concepto en el seno de las Naciones Unidas en 1996, no hay consecuencia en la práctica agrícola, porque entre sus demandas a la fecha siguen pidiendo crédito agrario, facilidades de exportación, mecanización del agro, fertilizantes químicos y no dudan en someterse a la agresión del monocultivo cuando la demanda internacional así lo instruye. Es decir, que ha sido planteada como un concepto nuevo, amplio y superior a la seguridad alimentaria de dos décadas atrás, pero no se ha implementado y no existen políticas públicas soberanas respecto a la alimentación, la mentalidad de los gobiernos sigue siendo de la dependencia.
Así pues, la soberanía alimentaria tiene que ver con un complejo de elementos que empiezan, terminan y vuelven a empezar según la dinámica cíclica de la tierra, la semilla, el fruto, las interacciones naturales biodiversas, el agricultor y quien se alimenta (que para el libre mercado, sería el consumidor), todo dentro de un marco cultural de conocimientos, hábitos y preferencias que es la riqueza que heredamos de nuestros padres, desde cocinar hasta comer, así que quienes además saben cultivar la tierra o recolectar de la selva, tienen mejores posibilidades de enfrentarse a la economía del desastre y sus vástagos como el cambio climático o la deuda externa.
Para aproximarse a las contradicciones que tienen los dos conceptos, tal vez un sencillo listado comparativo ayude. En el caso de la seguridad alimentaria, los elementos que se citan tienen correlación con la economía de libre mercado, no hay planteamiento nuevo para solucionar el hambre en el mundo y las determinaciones de la FAO se inscriben en esta línea para asegurar alimentos a la gente, una línea que plantea comprar para comer como la única posibilidad para alimentarse, no importa si el que tiene que comprar también es productor, por lo cual la cantidad de personas subalimentadas en el mundo, según los informes de desarrollo humano (IDH), siempre están en incremento.
Seguridad alimentaria soberanía alimentaria
La seguridad alimentaria quiere sustentar a la economía de libre mercado, la soberanía alimentaria busca respetar los ciclos vitales de la tierra y todo el complejo de interacciones naturales que hacen a la reproducción de la vida.
Existen propuestas, aunque todavía de bajo impacto, pero que indican que ya hay conciencia con principios soberanos, hay campañas, redes sociales y documentales orientados a despojar del poder de decisión y control de la economía de los alimentos a la agroindustria, partiendo del poder de decisión que tiene el consumidor, es decir, originar consumo masivo responsable, empezando por saber qué es lo que estamos comiendo. Este es un emprendimiento que por ahora se plantea fácil porque depende de cada persona, sin costo, pero al mismo tiempo difícil porque hay que sumar la decisión de todas las personas.
Para esto ayuda ver los datos que indican que el cáncer más frecuente se origina en la alimentación industrial, así como las nuevas alergias, la diabetes y la osteoporosis a corta edad, lo que está provocando que la gente vuelque la mirada hacia las alternativas alimenticias más saludables, naturales y orgánicas, tanto que en Europa es este el tipo de alimentación la más cara, en contradicción con América Latina, donde las frutas y verduras del campesinado, son más bien baratas.
Otra iniciativa importante que merecerá amplios análisis y discusión es la agricultura familiar, que estará siendo debatida e impulsada el año 2014, con orientaciones que romperán esquemas urbanos de vida porque plantean que también en las ciudades la gente empiece a producir sus propios alimentos. Así que la expectativa está fijada.
Si comprendemos que la seguridad alimentaria es otro mecanismo del libre mercado, podremos suscribirnos a la soberanía alimentaria como mecanismo de defensa de la dignidad humana.