¡Ni se lo imaginaba! Terrorismo agrícola
Por Diana R. García B., El Observador de la Actualidad, 15 de mayo de 2011
Los transgénicos, u organismos genéticamente modificados (OGM), son seres vivos (plantas, animales o microorganismos) cuyo genoma original (su material genético) fue transformado o adulterado con genes de otra especie distinta a fin de que adquirieran ciertas propiedades. Así, a un manzano se le pueden insertar genes de cucaracha, y aunque visualmente siga pareciendo un manzano, ya no lo es: se trata de un ser vivo de una categoría nueva y artificial. Por ello diversos grupos medioambientalistas han dado por denominar a los transgénicos «alimentos Frankenstein».
Los creadores de los organismos genéticamente modificados han sido acusados de «jugar a ser Dios»; pero uno de ellos, Hamilton Smith, premio Nobel de Medicina 1978, dio esta soberbia respuesta: «Nosotros no jugamos».
No hay que creer que «a nosotros eso de los transgénicos no nos va a tocar», pues México, como el resto del mundo, sin darse cuenta fue invadido por los OGM desde hace décadas. A diario, en las mesas de casi todo el país, se ingiere maíz transgénico a través de las tortillas elaboradas con harina de las marcas Maseca y Minsa (siete de cada diez tortillerías la utilizan), o a través de los alimentos de maíz de las marcas Bimbo y Kellogg`s. Según Greenpeace, se ha demostrado varias veces en estudios de laboratorio que estas cuatro transnacionales usan a veces cereales genéticamente modificados que suelen agregar a sus productos en nuestro país.
¿Pero qué tiene de malo eso de los transgénicos? He aquí algunos pocos datos para tener una rápida visión del problema:
-A donde llegan los cultivos transgénicos no se acaba el hambre sino que la pobreza aumenta porque las semillas se venden carísimas y además han sido manipuladas para que los frutos que se obtienen sean casi siempre estériles (o sea que las semillas de la segunda generación ya no sirven para sembrar). Los campesinos quedan esclavizados de por vida frente a las pocas multinacionales productoras de transgénicos teniendo que comprarles semillas cada año. Actualmente en la India, a causa del algodón transgénico, los campesinos perdieron su autosuficiencia agrícola, se fueron a la ruina y, en su desesperación, han hecho del suicidio un fenómeno cotidiano.
Aun cuando hay semillas transgénicas que no producen frutos estériles y se podrían resembrar, los campesinos no las usan porque serían demandados y deberían indemnizar económicamente a los multimillonarios dueños de la patente del nuevo genoma.
Aunque las variedades transgénicas suelen resistir a cierto tipo de insectos, lo que supondría una menor necesidad de fumigar los sembradíos con pesticidas, la verdad es que esta resistencia a ciertas plagas se debe a que las plantas transgénicas producen su propio insecticida. Por eso colmenas completas de abejas mueren cuando se posan sobre cultivos transgénicos. Y este insecticida producido por las nuevas plantas ha fomentado la aparición de nuevas plagas resistentes, de manera que donde hay cultivos transgénicos el uso de pesticidas adicionales se ha visto incrementado en lugar de disminuido, aumentando la contaminación del suelo y el agua.
Los dueños de los OGM son, principalmente, empresas farmacéuticas tales como Novartis, AstraZeneca, Bayer, Aventis y Dupont; y otras más claramente agrícolas, como Agroevo y la hoy por hoy emperatriz de todos los productores de semillas en el mundo: la estadounidense Monsanto. Pero, mientras que para sacar un medicamento a la venta se requieren décadas de estudios para comprobar que no haya consecuencias adversas, en cuanto a los alimentos transgénicos los estudios que dichas compañías han presentado son brevísimos, limitados y amañados. En cambio, estudios serios realizados por laboratorios independientes han demostrado que a largo plazo ingerir OGM puede ser peligroso para la salud. Cada vez que el hombre come un vegetal transgénico se come también el insecticida que produce la planta. También se ha demostrado que los OGM ocasionan nuevas alergias, ya que la mayoría contiene genes de virus, bacterias, mariposas e incluso escorpiones, algo totalmente extraño a la dieta humana. Como también suelen contener un gen de resistencia a los antibióticos, la Organización Mundial de la Salud ha advertido que hay riesgo de hacer más difícil de combatir enfermedades como la tuberculosis. Igualmente, los estudios reportan muerte prematura de animales de laboratorio alimentados con OGM.