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¡Ni se lo imaginaba! Terrorismo agrícola

Una vez liberados los transgénicos al medio ambiente ya no se pueden controlar. La polinización ya ha contaminado especies vegetales nativas; por ejemplo, en México, la cuna del maíz, éste ya se contaminó en Oaxaca y Puebla.

Los transgénicos están provocando grandes pérdidas de la biodiversidad, que es el patrimonio que nos legó Dios, así como la pérdida de la soberanía alimentaria.

Al ver tan sombrío panorama sólo queda preguntarse por qué se fomentan entonces los transgénicos. La respuesta de Henry Kisinger es perfectamente clarificadora: «Controla el petróleo y controlarás a las naciones, controla los alimentos y controlarás a los pueblos».

¿Es verdad que el Vaticano ya «bendijo» los transgénicos?

Acusa el arqueólogo mexicano José Román Robertos Moguel que «la Iglesia católica, que vehementemente se opuso a la clonación humana y ahora reitera su doctrina sobre el rechazo al matrimonio de personas del mismo sexo, no ha emitido un veredicto sobre los transgénicos, aunque en este caso se trata también de algo grave que no parece interesar a los teólogos». En cambio, según otros, la Santa Sede ya dio su veredicto. Circula desde 2009 por diversos sitios de internet una nota titulada «El Vaticano ‘bendice’ los alimentos transgénicos», acusando a la Iglesia de secundar «los intereses de los poderosos como Monsanto».

Es cierto que la Iglesia ha realizado diversos encuentros a fin de analizar la cuestión, y que muchas veces la postura de los participantes ha sido más bien a favor y no en contra de los transgénicos.

Así, por ejemplo, entre el 15 y el 19 de mayo de 2009 la Pontificia Academia de Ciencias organizó la semana de estudio llamada Plantas transgénicas para la seguridad alimentaria en el contexto del desarrollo. Restricciones a la introducción de la biotecnología para mitigar la pobreza.

El 28 de noviembre de 2002, en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, en Roma, durante un debate sobre bioética, se habló de las posibles bondades de los transgénicos. La profesora Vincenza Mele, del Instituto de Bioética de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma, opinó que sobre el tema convendría «ejercitar la virtud de la prudencia evitando catastrofismos y exageraciones fuera de lugar».

Y en entrevista para Radio Vaticano, el vicepresidente de la Pontificia Academia para la Vida, monseñor Elio Sgreccia, opinó que los alimentos genéticamente modificados no son inmorales «por sí» porque no es lo mismo manipular códigos genéticos de animales o plantas que de seres humanos. Además, pidió mantener una «sensata apertura» ante «la intervención del hombre sobre las plantas y animales, incluso en el campo genético», a la vez que -advirtió- si existen riesgos por los alimentos transgénicos deben ser sometidos a controles. «Si la intervención genética sobre plantas y animales resulta exenta de daños y útil al hombre, no debe existir una posición de censura. Y hasta ahora no han sido denunciados riesgos graves».

Lo que hay que tener en cuenta es que ninguno de estos pronunciamientos ha sido «oficial» sino opiniones individuales, y que, efectivamente, la Iglesia no ha dicho la última palabra.

Además, dentro del ámbito de la Iglesia también ha habido advertencias de los potenciales peligros de los transgénicos. Así, L’Osservatore Romano del 4 de marzo de 2010 dejó en claro que no existe un apoyo eclesiástico a la papa transgénica Amflora sembrada en Europa, sino que reconoce que dicha papa «contiene una alteración genética que confiere resistencia a dos antibióticos activos contra muchas bacterias» y que esto podría causar un «efecto dominó» «con consecuencias negativas sobre la agricultura tradicional y biológica».

Agrega el periódico: «Algunos medios de comunicación han creído leer un hipotético pronunciamiento favorable por parte del Vaticano. Que no ha sucedido. Se ha hablado… confundiendo una vez más comentarios de eclesiásticos a título personal con declaraciones ‘oficiales’ atribuibles a la Santa Sede o a la Iglesia».