Creciente Fobia Campesina al Uso de Agroquímicos

Por Matilde Pérez U., La Jornada, Julio 17, 2010

Contaminación de mantos acuíferos y suelos, pérdida de biodiversidad y degradación ambiental son los costos del modelo tecnológico productivista implantado hace cuatro décadas con la llamada revolución verde, basada en la relación recíproca entre semillas híbridas y agroquímicos para elevar, se dijo entonces, la producción de alimentos y terminar con el hambre.

En ese lapso, México pasó de ser exportador de granos –maíz, frijol y trigo, principalmente– a la dependencia alimentaria. Hoy, los resultados productivos basados en el uso intensivo de agroquímicos son cuestionados por organizaciones de productores que están en contra de la siembra de maíz transgénico.

Apenas el año pasado, con un presupuesto pequeño –63.8 millones de pesos– la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) inició en zonas de temporal de Jalisco, Chiapas, Nayarit, Guanajuato, Michoacán y Campeche un programa piloto para elevar la producción de maíz, grano primordial para los mexicanos, mediante el uso de lombricomposta, menor uso de fertilizantes y técnicas tradicionales de cultivo.

Sin embargo, para la mayoría de los campesinos romper con la dependencia de los herbicidas y fertilizantes es prácticamente imposible, pues, dicen, resulta inviable trabajar la tierra sin ellos, en un mercado dominado por las trasnacionales Syngenta, Bayer, Dupont, Monsanto, Dow AgroSciences, Cuproquim, FMC, Cyanamid, Makhteshim Agan, Sumitomo y el grupo mexicano Agricultura Nacional.

Filiberto Nava, agricultor de Izúcar de Matamoros, Puebla, es uno de esos miles de labriegos dependientes. Acompañado por cuatro jornaleros, carga el costal de semilla de maíz híbrido a la parcela de casi una hectárea que rentó en 4 mil 800 pesos para el ciclo primavera-verano. Antes de que sus ayudantes arrojen las semillas a los surcos abiertos por la yunta atada a un par de bueyes, vacía un granulado verdoso en un par de botellas de refresco, las coloca en ambas manos y utilizadas como un salero deja caer el granulado verdoso a la tierra negra.

Explica que es un nuevo herbicida, más potente que el utilizado el año pasado, complemento casi perfecto para la semilla híbrida de maíz, de color rosado por contener furadan (indicado para el control de insectos y gusanos), y en la que invirtió casi 2 mil pesos.

Confía en que con la combinación de semilla híbrida, agroquímicos, riego y un buen temporal logrará una excelente cosecha para cubrir los gastos y obtener un pequeño margen de utilidad, pues, además de los gastos por la compra de los insumos, debe pagar 130 pesos a cada uno de sus ayudantes, 50 pesos por cada hora de riego.

Otros, como Marcos Francisco Hernández, productor de maíz elotero, y Martín Nolasco Sánchez, cañero, empiezan a dudar de la efectividad de los herbicidas y fertilizantes. Su desconfianza se acentuó tras la explosión, el 24 de marzo, de tres tanques de dimetoato –químico utilizado para elaborar herbicidas y fungicidas– en la empresa Grupo Dragón Agricultura Nacional, localizada en el kilómetro 5 de la carretera a San Juan Epatlán, en la Mixteca poblana, lo que causó pánico e intoxicaciones entre la población.

“A la tierra, que es como nuestro cuerpo, la estamos matando con los herbicidas y agroquímicos”, dicen los agricultores. “Ya no se trata sólo de tener mejores semillas, sino de cómo lograr que la tierra vuelva a tener la resistencia de antes. La hemos adelgazado con el uso de los químicos; es como si a nosotros nos metieran tóxicos en el cuerpo.”

Hace 20 años en los ejidos y propiedades privadas de Izúcar de Matamoros había arrozales, sandías “que se abrían a voluntad de maduras”, jitomates. Ahora, éstos sólo se dan en los invernaderos, los cañaverales sustituyeron a los arrozales y a los huertos de sandía. Los plantíos de maíz son más delicados, la planta sale muy enfermiza; se aloca la siembra, describe Marcos Francisco Hernández.

Menciona que las parcelas cercanas a las instalaciones de Grupo Dragón son poco productivas y considera que es resultado de la contaminación del suelo, pues, se dice que la compañía descargaba ilegalmente sus desechos en el subsuelo. Los dueños de las parcelas dejaron de sembrar porque “las plantas ya no crecen parejas”.

Dragón es una de las 163 empresas, la mayoría mexicanas, que importan algunos de los 322 ingredientes activos de plaguicidas autorizados por el gobierno para elaborar los productos que se ofrecen en más de mil presentaciones. Pero son nueve las trasnacionales que controlan 72 por ciento de las ventas en el mercado, tasadas en más de 700 millones de dólares, ya que no hay información precisa sobre el volumen, ventas y tipos de agroquímicos y pesticidas que se venden en el país, apunta Fernando Bejarano González, coordinador de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM).