Creciente Fobia Campesina al Uso de Agroquímicos

“Los plaguicidas químicos con su efecto mortífero en las poblaciones de insectos, hongos y malezas aparecen como solución rápida y compatible con las prácticas de fertilización química y variedades de semillas híbridas de alto rendimiento. Son una solución aparente, pues a los que se combate pueden desarrollar una resistencia biológica, y la muerte de insectos benéficos y enemigos naturales conducen al surgimiento de nuevas plagas”, explica Bejarano González.

“Estamos esterilizando la tierra”

En la parcela de Martín Nolasco Sánchez, cañero, los agroquímicos y herbicidas dejaron de tener los efectos positivos, la producción se estancó en 113 toneladas por hectárea, durante varias temporadas. “Me di cuenta de que es una mentira el uso de los agroquímicos; la temporada anterior, después de levantar la caña, dejé que el bagazo cubriera la tierra, como lo escuché en una plática sobre el método de agricultura orgánica, y este año logré 141 toneladas por hectárea. Algunos de mis vecinos están haciendo lo mismo, pues nos damos cuenta de que con los agroquímicos estamos esterilizando la tierra”.

Otros campesinos de la región comentan sobre los efectos del herbicida Coloso. Unos hablan en pro. “Es efectivo para detener la maleza por un tiempo corto.” Otros cuestionan su constante aplicación. “Ha fragilizado la tierra, se vuelve como harina; lo vemos en los canales de riego. Hace algunos años eran de 60 centímetros de ancho ahora son de un metro o más por los desprendimientos”. La mayoría de los campesinos siguen aplicándolo una vez al año en las siembras de maíz, jitomate, calabaza y otras.

Coloso es una de las formulaciones del glifosato, producto registrado en más de un centenar de países. En Estados Unidos se utiliza en más de 60 cultivos agrícolas. Las industrias lo describen como herbicida ligeramente tóxico de uso agrícola, urbano, industrial y jardinería. Según Monsanto, uno de sus principales comercializadores, es uno de los descubrimientos agroquímicos más importantes del siglo XX y el herbicida de mayor uso en el mundo por “efectivo y seguro”.

“Sabemos que nuestras áreas de cultivo están contaminadas, pero ya perdimos el conocimiento tradicional para el uso de los depredadores naturales y no queremos deshierbar manualmente, preferimos los químicos”, comentan los agricultores.

“Hace años, era común encontrar en los campos verdolagas, quelites, pápalo, pero se empezó a hablar de elevar la productividad y de la necesidad de eliminar plagas; empezamos a usar selladores químicos y dejaron de aparecer esas hierbas, consideradas plagas en los cultivos. Ahora hay que comprar las semillas para producirlas en los invernaderos”.

Los campesinos saben que están en un fuego cruzado. El conocimiento heredado por sus abuelos y padres les indica que la tierra se ha agotado por el monocultivo; continuar aferrados a ese sistema productivo implica invertir más en herbicidas y fertilizantes en cada temporada agrícola.

En el país son 12 los plaguicidas de mayor consumo, ninguno está libre de sospecha de causar efectos crónicos graves en la salud, asienta Bejarano. Si bien la industria recomienda que para evitar los riesgos se sigan instrucciones de la etiqueta y las autoridades establecen límites máximos permisibles de cada plaguicida en el ambiente y en los residuos de los alimentos, ambas medidas resultan insuficientes.

“No se trata de exterminar las plagas con armas químicas, sino de crear condiciones para que las poblaciones de insectos, hongos y plantas encuentren un equilibrio dinámico”, apunta Fernando Bejarano.

Aunque en el país avanza la agricultura orgánica, la superficie destinada a ese tipo de cultivos apenas rebasa las 300 mil hectáreas con poco más de 80 mil productores y más de 45 cultivos, según datos de RAPAM y del Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnológicas de la Agroindustria y la Agricultura Mundial.