¿Tu bisabuela reconocería tu comida?
Por Meritxell Solé Estiu
En las últimas décadas han aparecido las recomendaciones alimentarias gubernamentales y miles de libros de dietas que nos dicen qué comer y qué no comer. Hemos llegado a un punto en el que parece que sin estas guías alimentarias ya no sabemos qué comer. Sin embargo, la mayoría de los consejos nutricionales que hemos recibido en este tiempo nos ha hecho más enfermos y más gordos. Todo lo que tenemos que saber sobre qué comer ya lo sabemos, o más bien ya lo sabíamos hasta que permitimos que expertos en nutrición y en mercadotecnia hicieran que poco a poco perdiéramos nuestro sentido común y confianza en la comida tradicional y el conocimiento de nuestras madres y abuelas.
Con la industrialización de nuestra comida, en tiendas y supermercados, la comida real fue sustituida por los alimentos procesados – alimentos con bajo valor nutritivo pero que contienen muchas calorías, colorantes y conservantes y ¡una combinación de azúcar, sal y grasa que los hace muy apetecibles a la vez que adictivos!-. En cualquier lugar del mundo donde se han abadonado las dietas ancestrales y se introdujeron este tipo de alimentos, aparecieron las enfermedades típicas que se asocian con esta dieta occidental moderna: obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Nuestros ancestros consumían lo que la tierra y la estación del año les daba. Sin embargo nosotros estamos consumiendo comida rápida y cómoda que ¡no caduca hasta dentro de meses o incluso años! Cereales de caja, yogures endulzados y con saborizantes, galletas, jugos de caja, etc.; todos productos empacados con llamativos colores diseñados por científicos para que no podamos parar de comerlos. Estaremos de acuerdo que tu bisabuela no lo reconocería, y te diría “¡esto no es comida real!”. ¡Exacto! Comida real es aquella que no tiene etiquetas ni empaques: huevos, nopales, frijoles, maíz, jitomates, pollo de rancho, acelgas, etc. Simplemente dejando de comer alimentos procesados llenos de azúcar, sal, grasa y químicos y regresando a lo que nuestros ancestros comían, podríamos revertir esta tendencia mundial hacia la enfermedad y la baja calidad de vida y alcanzar mayores niveles de salud, vitalidad y bienestar. ¡Y quien no quisiera esto!
Recuerda que votas con tu tenedor. Cada vez que compras comida y que comes estás dando tu apoyo a las grandes empresas transnacionales que te ofrecen comida barata, empacada y que daña tu salud y el medio ambiente, o bien a los agricultores que cultivan alimentos usando métodos tradicionales amigables con el entorno y con tu salud. Cuantas más veces votes por comida real y saludable, más común y accesible será esta comida.
¡Gracias por ayudarnos a renovar nuestro sistema alimentario en el nombre de la salud de todos y todo!