Campo de cultivo, campo de batalla
Por Silvia Ribeiro*, La Jornada, 19 de octubre de 2013
La semana del 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, fue otra muestra del campo de batalla en que se ha convertido la comida y su cultivo. Nunca tan pocas empresas –todas trasnacionales– han tenido un porcentaje tan alto de un mercado esencial para la sobrevivencia. Seis empresas multinacionales (Monsanto, DuPont, Syngenta, Bayer, BASF, Dow) controlan 60 por ciento del mercado comercial de semillas global, 76 por ciento de los agroquímicos y 100 por ciento de los agro-transgénicos.
Al otro extremo, miles de millones de familias campesinas, indígenas y agricultores de pequeña escala conservan la gran mayoría de las semillas y alimentan a la mayoría de la población mundial, pese a agresiones a sus territorios, aguas, derechos, culturas. La guerra empresarial es contra ellos y su diversidad de semillas, que les molestan para lograr más dependencia y ganancias. Por eso insisten con plantar transgénicos en centros de origen, donde está la mayor diversidad de semillas y campesinos: maíz en México y arroz en Asia, cultivos básicos para la vida, e importantes mercancías del comercio internacional.
El 16 de octubre, en Brasil, estaba pendiente la discusión en una comisión parlamentaria la legalización de la tecnología Terminator, para hacer semillas suicidas. Es una tecnología transgénica desarrollada por Delta & Pine, propiedad de Monsanto, con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en 1998. Es el sueño de las trasnacionales porque la semilla da fruto, pero lo cosechado se vuelve estéril, condenando a los agricultores a volver a comprar. Además, el polen se puede cruzar con plantas vecinas y volverlas estériles. Atenta contra los derechos de los agricultores y campesinos, contra el acto básico que sostiene desde hace 10 mil años la agricultura: tomar semillas de la propia cosecha para sembrar en la próxima estación.
Es tan inmoral y peligrosa, que el Convenio de Diversidad Biológica (CDB) de Naciones Unidas estableció una moratoria contra su experimentación y comercialización desde el año 2000. Pero las empresas que tienen patentes de Terminator (Monsanto, Syngenta, DuPont) siguen presionando. En 2006 y 2010, la delegación de México al CDB intentó eliminar la moratoria, como si fuera un cambio administrativo. No lo consiguió. En Brasil, que tiene la tecnología prohibida en su ley nacional de bioseguridad, hay desde 2007 y 2009 dos propuestas legislativas para permitirla. Si Brasil legalizara semillas Terminator, además de violar un acuerdo internacional, desataría una carrera de las empresas para aplicarla en todas las semillas y una vía libre para presionar a otros países a romper la moratoria.
Debido a la amplia movilización de organizaciones y movimientos sociales nacionales e internacionales, incluyendo entregar una petición de cancelación firmada en tres días por más de 19 mil personas y organizaciones, el presidente de la comisión en cuestión retiró la propuesta de la agenda y se comprometió a que volverá mientras esté en el cargo. Pese a esta victoria, las dos propuestas para legalizar Terminator continúan en los laberintos legislativos, por lo que los movimientos se mantienen en alerta.