¿Tortillas transgénicas y cancerígenas?

Por Elena Álvarez-Buylla y Emmanuel González-Ortega*, La Jornada, 17 de abril de 2015

En días recientes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo un anuncio muy importante que reafirma lo que científicos independientes y multitud de organizaciones civiles han alertado desde hace muchos años: el uso y consumo de cultivos transgénicos puede ser nocivo para la salud y para el medio ambiente, porque, entre otros químicos, la gran mayoría (más de 84 por ciento) de los transgénicos son profusamente rociados con glifosato (componente principal del herbicida Faena), al cual son resistentes.

El glifosato ha sido finalmente enlistado como un compuesto cancerígeno en animales de laboratorio, y probable cancerígeno para los humanos; y será cuestión de tiempo, y también de que se tomen en cuenta los datos de Latinoamérica, para que sea puesto en la categoría más alta como cancerígeno en humanos (La Jornada, 4/4/15).

Por ejemplo, un estudio reciente de Argentina reporta que en la población de Monte Maíz, cercana a campos de producción de soya transgénica, donde circulan 600 mil litros de glifosato al año, la incidencia de varios tipos de cáncer es 2.67 veces mayor a la media de la provincia en la que se encuentra esta población.

Como se ha alertado en artículos previos (La Jornada, 28/11/14 y 6/2/15), el glifosato que vende Monsanto, la compañía que también comercializa los transgénicos que toleran este agrotóxico, se asperja masivamente sobre los cultivos cuando ya están produciendo frutos o semillas y éste penetra en las células vegetales, lo que impide que podamos lavarlo.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos informó que cerca de 90 por ciento del maíz que se siembra actualmente en ese país es transgénico y tolerante a herbicidas como el glifosato, pudiendo ser una de las causas del aumento de muertes por 22 enfermedades en aquel país.

Adicionalmente, se ha filtrado a los medios que hace 34 años Monsanto presentó reportes a la Agencia de Protección Ambiental estadunidense (EPA) informando que el glifosato era cancerígeno: ¡Monsanto y el gobierno de Estados Unidos conocían de la toxicidad del glifosato desde 1981!.

Esto tiene implicaciones sumamente preocupantes para México. El maíz importado a nuestro país desde Estados Unidos (10 millones de toneladas al año) es prácticamente todo transgénico, y ya ha sido aprobado para consumo humano y/o animal en nuestro país por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).

Este maíz no trae instrucciones de uso ni de concentraciones del glifosato, y puede estar llegando contaminado con este tóxico a nuestras mesas.

Es urgente probar esta hipótesis, y averiguar dónde se está distribuyendo este maíz contaminado. ¿Lo están comprando los grandes monopolios que procesan y comercializan alimentos de maíz?

¿Está distribuyéndose maíz transgénico contaminado con glifosato a través de programas de asistencia social o de las mismas compañías que en años recientes visitan las comunidades mexicanas “regalando” su maíz en concierto con las autoridades ejidales y municipales?

¿Está llegando incluso a nuestras tortillas? ¡El maíz es nuestro alimento básico! Esto implica, además de un profundo significado cultural e identitario, que el maíz es fundamental en la dieta de los mexicanos: se consume en promedio casi medio kilo de maíz al día; el maíz aporta casi la mitad de la ingesta de calorías y más de la tercera parte del consumo de proteínas diarias.

En México el maíz se consume poco procesado y es muy factible que el glifosato llegue a nuestra mesa si proviene de siembras transgénicas.

Dada la asociación clara –que ahora la OMS también reconoce– entre el consumo de alimentos contaminados con tóxicos como el glifosato y el padecimiento de múltiples enfermedades, que el glifosato es un cancerígeno, y que consumimos gran cantidad de tortillas, urge averiguar si este maíz transgénico contaminado con glifosato llega a nuestras tortillas, pues este escenario podría implicar una crisis sanitaria grave e inaceptable.

Esto sería responsabilidad de todas las entidades del gobierno encargadas de agricultura, sanidad y bioseguridad, y también de los empresarios dueños de las industrias comercializadoras de semillas y granos de maíz, de su procesamiento y comercialización, que en búsqueda de mayores ganancias podrían estar dispuestos a usar maíz barato contaminado, más que a pagar precios justos por un maíz limpio de alta calidad producido por los campesinos mexicanos.