Subsidios al Campo: Cuatro Conclusiones

Adicionalmente, según dos encuestas nacionales, resulta que en la práctica la mayoría de los productores más pobres (los que tienen menos de cinco hectáreas) están completamente excluidos del programa. Al mismo tiempo, los que cuentan con tierras de riego reciben dos pagos anuales, a pesar de que el programa se diseñó para asignar apoyos con base en la extensión de tierra y no en la producción. Además, con el paso del tiempo han disminuido considerablemente la proporción del presupuesto agrícola destinada a Procampo y la capacidad adquisitiva de los pagos por hectárea, mientras que se ha estado favoreciendo a otros programas menos orientados a atender a los campesinos.

Por otro lado, las pérdidas que han sufrido los productores mexicanos al reducirse el precio nacional del maíz como resultado de la importación del grano estadounidense en condiciones dumping (con precios debajo del costo de producción) fueron mayores, por varios años, al pago por hectárea promedio recibido vía Procampo por los pequeños productores. Adicionalmente, aunque los pagos de Procampo han tenido un impacto limitado en reducir la migración, casi la mitad de las familias beneficiarias del programa tienen miembros que han migrado a Estados Unidos.

Por ende, el programa agrícola más orientado hacia productores de maíz, y el más inclusivo, no sólo excluye a la mayoría de su población objetivo, sino que está sesgado para favorecer a los productores más adinerados.

4.- Este sesgo a favor de a los grandes y medianos productores está aún más presente en casi todos los otros (y muy numerosos) programas de subsidios agrícolas de México. Los dos programas que siguen en importancia a Procampo, encargados de subsidiar las inversiones productivas y la comercialización, favorecen en particular a los estados norteños. Ambos están diseñados para darle un acceso discrecional a productores privilegiados. Notablemente, el programa Ingreso Objetivo (el tercero en importancia), subsidia directamente la producción de un pequeño número de los agricultores más grandes del país, a pesar del discurso oficial pro libre mercado. Sus apoyos cubren la diferencia entre el precio nacional del maíz y el internacional, una vez vendida la cosecha. Esto hace que los demás productores reciban un precio de venta más bajo y por ende refuerza la presión que ejercen las importaciones subsidiadas sobre los precios al productor en general para mantenerlos bajos. Destaca que fuertes montos de apoyos a la comercialización van a grandes empresas procesadoras y comercializadoras, incluyendo trasnacionales, como Cargill y Maseca. En general, un análisis económico reciente del Banco Mundial señala que “el gasto en agricultura es tan regresivo que anula aproximadamente la mitad del efecto redistributivo del gasto en desarrollo rural (..). porque más de la mitad se concentra en el decil más rico”.

Así, con excepción de Procampo, la aguda concentración de los subsidios agrícolas en unas cuantos manos ya privilegiadas está agudizando la desigualdad.