Reforma del campo: El Chapo no basta

Y así podríamos recorrer toda la geografía nacional. La constante en el campo es el despojo: de las cosechas, de los territorios, del agua, de los recursos naturales. Y la reforma que ahora lanzará Peña Nieto no marcará una inflexión en este dramático proceso, antes bien, lo intensificará. Por las vísperas se conocen los días: si ninguna de las reformas hasta ahora aprobadas ha incrementado el poder adquisitivo y la libertad de organización de los trabajadores; si tampoco se ha fortalecido el dominio de la nación sobre sus recursos estratégicos; si no se han reforzado la soberanía del pueblo en los asuntos públicos ni las formas sociales de propiedad y regulación de los poderes, ¿por qué esperar que la reforma del campo vaya en sentido contrario?

Si en 2004, el movimiento El campo no aguanta más logró arrancar al gobierno un Diálogo Nacional por el Campo y un pacto farragoso que reflejaba sus principales demandas, pero no logró que lo sustancial de éstas se cumplieran, ¿por qué habría ahora de cambiar el rumbo excluyente y concentrador de la política agraria y agropecuaria el gobierno de Peña Nieto cuando tiene todo el apoyo de sus dronadores en Washington y en los corporativos de los grandes agronegocios? ¿No es iluso pensar arrancarle reivindicaciones importantes con un movimiento campesino dividido y en parte cooptado?

Si el gobierno de EPN quiere dialogar, si quiere pactar, que primero muestre su voluntad efectiva de revertir las reformas en el campo de su predecesor e inspirador Salinas. Tener a El Chapo en el penal del Altiplano no basta. El narco vino a cosechar las condiciones de violencia en el campo, pero las políticas neoliberales las sembraron.