Por una alimentación sana desde las semillas

Por Adelita San Vicente Tello*, El Universal, 4 de febrero de 2014

Las semillas son principio y fin, constituyen el primer eslabón en la cadena de alimentos, se siembran para iniciar el ciclo agrícola, siendo el principal medio de producción en la agricultura. A su vez, son importante fuente de alimentos, bebidas, textiles y aceites; la mayor parte de los carbohidratos que consume la humanidad proceden de granos que a su vez son semillas. Como insumo básico de la agricultura y reservorio de la información genética, la semilla ha sido objeto de múltiples transformaciones tecnológicas, desde la domesticación, selección, mejoramiento hasta la manipulación genética.

Se considera que el 60% del éxito productivo depende de las semillas y que la calidad de los alimentos es reflejo de la calidad de las mismas. La relevancia de este sector lo entendió muy bien el gran capital que ha buscado el control de la producción agrícola monopolizando las semillas. En los años del auge de los cultivos genéticamente modificados tres empresas han concentrado la producción de semillas híbridas en el mundo: Monsanto, Syngenta y Dupont han comprado las pequeñas empresas productoras de semillas del mundo.

La tecnología transgénica, difiere completamente del llamado mejoramiento mendeliano en el que se cruzan variedades seleccionadas de la misma planta, ya que en ésta se introduce material genético de especies tan diferentes como bacterias en plantas en laboratorios. A 20 años del uso comercial de esta tecnología se ha corroborado que no ha cumplido con la promesa de incrementar la producción de alimentos y que ha tenido resultados negativos en la agricultura por el crecimiento de supermaleza, la resistencia de insectos y el incremento del uso de agroquímicos; sin embargo, la tecnología ha tenido grandes resultados en su objetivo de controlar este segmento estratégico de la producción.

Los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas sólo reconocen los conocimientos de la ciencia occidental despreciando los miles de años que las y los agricultores han trabajado para llegar a las semillas que hoy conocemos. Al obtener una patente se registra una –cuestionada- innovación tecnológica incluida en una planta que, en el caso del maíz, tiene más de 8,000 años de mejoras realizadas por las y los campesinos.

La selección y mejoramiento que han desarrollado los campesinos a lo largo de los siglos ha logrado obtener variedades tolerantes a condiciones de sequía, o con características deseables del producto como son: color, tamaño, textura, precocidad e incluso aumento de rendimiento. La situación cambiante del clima y las contingencias ambientales sólo pueden resistirlas las semillas nativas. En la actualidad se reconoce que el futuro de la alimentación esta en los recursos fitogenéticos que han sido conservados y recreados por los campesinos del mundo sin recibir nada a cambio. La pregunta es ¿de quienes son estos recursos?

En México, el 75% de la producción de maíz se realiza con semilla nativa (criollas) debido a la capacidad de adaptación que estas semillas presentan frente a las condiciones de la superficie agrícola nacional, de hecho entre las semillas híbridas pocas se desarrollan en los entornos de la agricultura conocida como campesina. En las parcelas los campesinos continúan mejorando y adaptando estas variedades por lo cual se habla de que somos centro de origen y diversificación constante del maíz.

En la Fundación Semillas de Vida, fomentamos la conservación y el mejoramiento de las semillas nativas en Fondos locales de semillas in situ, a partir de las prácticas agrícolas y los saberes campesinos, a objeto de salvaguardar la agrobiodiversidad y plantear alternativas para alimentar a la humanidad en las condiciones climáticas cambiantes.

* Directora de Semillas de Vida e integrante de la Alianza por la Salud Alimentaria