Palabras de la Comandancia General del EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente Moisés, al terminar el acto con la caravana de familiares de desaparecidos y estudiantes de Ayotzinapa, en el caracol de Oventik, el día 15 de noviembre del 2014

Y nosotros escuchamos, vemos y leemos que allá afuera se discuten los golpismos de derecha y de izquierda, que a quién quitamos para ver quién se pone.

Y se olvida así que el sistema político entero está podrido.

Que no es que tenga relaciones con el crimen organizado, con el narcotráfico, con los acosos, las agresiones, las violaciones, los golpes, las cárceles, las desapariciones, los asesinatos, sino que todo esto ya es parte de su esencia.

Porque no se puede hablar ya de la clase política y diferenciarla de las pesadillas que sufren y padecen millones en estos suelos.

Corrupción, impunidad, autoritarismo, crimen organizado o desorganizado, están ya en los emblemas, los estatutos, las declaraciones de principios y la práctica de toda la clase política mexicana.

A nosotros no nos importan los dimes y diretes, los acuerdos y desacuerdos que los de arriba tienen para decidir quién se encarga ahora de la máquina de destrucción y muerte en que se ha convertido el Estado mexicano.

A nosotros nos importan sus palabras de ustedes.

Su rabia, su rebeldía, su resistencia.

Y nosotros vemos, leemos y escuchamos que allá afuera se discuten calendarios, siempre los calendarios de arriba, con sus fechas engañosas que esconden las opresiones que hoy padecemos.

Porque se olvida que detrás de Zapata y de Villa se esconden los que quedaron: los Carranza, Obregón, Calles y la larga lista de nombres que, sobre la sangre de quienes fueron como nosotros, alarga el terror hasta nuestros días.

A nosotros nos importan sus palabras de ustedes,

Su rabia, su rebeldía, su resistencia.

Y nosotros leemos, escuchamos y vemos que allá afuera se discuten tácticas y estrategias, los métodos, el programa, el qué hacer, quién dirige a quién, quién manda, a dónde se orienta.

Y se olvida que las demandas son simples y claras: tienen que aparecer con vida todos y todas, no sólo los de Ayotzinapa; tiene que haber castigo a los culpables de todo el espectro político y de todos los niveles; y tiene que hacerse lo necesario para que nunca más se vuelva a repetir el horror en contra de cualquiera de este mundo, aunque no sea una personalidad o alguien de prestigio.

A nosotros nos importan sus palabras de ustedes.

Su rabia, su rebeldía, su resistencia.

Porque en sus palabras de ustedes también nos escuchamos a nosotros mismos.

En esas palabras nos escuchamos decir y decirnos que nadie piensa en nosotros los pobres de abajo.

Nadie, absolutamente nadie piensa en nosotros.

Sólo aparentan estar para ver qué sacan, cuánto crecen, qué ganan, qué cobran, qué hacen, qué deshacen, qué dicen, qué callan.

Hace varios días, en los primeros días de octubre, cuando apenas se iba comenzando a entender el horror de lo ocurrido, les mandamos unas palabras.

Pequeñas como son nuestras palabras de por sí desde hace tiempo.

Pocas palabras porque el dolor no encuentra nunca palabras suficientes que lo hablen, que lo expliquen, que lo alivien, que lo curen.

Entonces les dijimos que no están solos.

Pero con eso no sólo les decíamos que los apoyábamos, que, aunque lejos, su dolor era nuestro, como nuestra es su digna rabia.

Sí, les dijimos eso pero no sólo eso.

También les decíamos que en su dolor y en su rabia no estaban solos porque miles de hombres, mujeres, niños y ancianos conocen en carne propia esa pesadilla.

No están solos hermanas y hermanos.

Busquen su palabra también en los familiares de los niños y niñas asesinados en la guardería ABC en Sonora; en las organizaciones por los desaparecidos en Coahuila; en los familiares de las víctimas inocentes de la guerra, desde su inicio perdida, contra el narcotráfico; en los familiares de los miles de migrantes eliminados a todo lo largo del territorio mexicano.

Busquen en las víctimas cotidianas que, en todos los rincones de nuestro país, saben que la autoridad legal es quien golpea, aniquila, roba, secuestra, extorsiona, viola, encarcela, asesina, a veces con la ropa de organización criminal y a veces como gobierno legalmente constituido.

Busquen a los pueblos originarios que, desde antes de que el tiempo fuera tiempo, atesoran la sabiduría para resistir y que no hay quien sepa más del dolor y la rabia.

Busquen al Yaqui y en ustedes se encontrará.