Por Ana María Quispe, dietista, ecóloga de Vía Orgánica
La leche sigue siendo tema de debate en algunos lugares, a pesar de múltiples investigaciones y ser testigos de la solidez de su grasa. Entonces debemos de razonar en la ciencia y el sentido común para darse cuenta si debemos o no tomar leche
La leche de un animal mamífero está diseñada para el crecimiento de su cría. La leche de vaca contiene naturalmente hormonas de crecimiento bovino. Las vacas cuando adultas dejan de tomar leche.
Solo un 30% de la población mundial se ha adaptado a tomar leche de vaca y esa adaptación se debe a factores geográficos de hábitat y de evolución. Es obvio que las poblaciones africanas, asiáticas, e indígenas de todo el continente americano, no necesiten leche. No es coincidencia que los descendientes de estos pueblos y/o razas son los primeros que muestren síntomas de intolerancia a la lactosa.
La lactosa es un hidrato de carbono o azúcar que le da un sabor agradable a la leche, pero necesita de lactasa (enzima) para ser metabolizada. La lactasa se produce en los humanos al nacer y su producción baja considerablemente después del primer año de edad, lo que hace cuestionable que los niños necesiten leche. La producción de lactasa después de los 50 años de edad es mínima o nula en muchos casos.
Las recomendaciones de tomar leche por el calcio son generadas por la industria, no por la ciencia. Hay estudios que demuestran que existen poblaciones sin deficiencias de calcio (y ausencia de osteoporosis) a pesar de que apenas consumen 250 mg. de calcio al día. Los huesos se forman hasta los 30 años y el que sean fuertes no se debe sólo al calcio pero principalmente al funcionamiento de la glándula paratiroides que regula el calcio y el fósforo de los huesos.
Un vaso de 8 onzas de leche (240 ml) contiene aproximadamente 276 mg de calcio, pero solo se absorbe, en condiciones normales un 30%, aproximadamente 82 mg. Y esto se debe a que también contiene fósforo: 205 mg. La leche materna en cambio contiene 79 mg de Calcio en 8 oz y sólo 34 mg de fósforo, lo que demuestra su superioridad. El amamantar por lo menos por el primer año provee al bebé de 150 a 300 mg de calcio al día que es cuando más se necesita debido a que el bebe debe duplicar su peso en 4 meses y triplicarlo al año.
El calcio de algunos vegetales se absorbe mucho mejor que la leche (más de un 50%) como es el caso de la coliflor, los berros, los repollos de bruselas, hojas verdes amargosas, el bok choy, y el brócoli, hojas de coca, ejotes o vainitas a pesar que contienen menos calcio que la leche y considerable fósforo. Cabe mencionar que también hay vegetales que tienen más calcio como las espinacas pero que este calcio tampoco se absorbe debido a la presencia de acido oxálico u oxalatos.
El calcio y fósforo de la leche inhiben la absorción de hierro. Es típico observar niños con anemia cuando toman mucha leche. La necesidad de hierro es mayor en las mujeres durante los periodos de menstruación y del embarazo; en los hombres durante la adolescencia por el rápido crecimiento.
El fósforo es un mineral cuya alta ingesta está asociada a la osteoporosis, deficiencias y cálculos renales.
El 60% de la grasa de la leche es saturada, aquella que incrementa el riesgo de problemas hepáticos, colesterol y por ende problemas cardiacos. Claro que ahora existen leches descremadas, cuya crema se utiliza en otros productos como en la producción de helados.
Estudios Internacionales han asociado el consumo de lácteos con el cáncer a la prostata, pero no se ha establecido si es sólo la leche o el conjunto de lácteos en general.
La pasteurización de la leche se instituyó en 1920 para combatir TB, diarrea infantil y otras enfermedades causadas por mala nutrición e higiene de las vacas. Pero este proceso destruye enzimas, vitaminas etc. Hasta becerros alimentados con leche pasteurizada mueren antes de llegar a la madurez. Es por esto que a la leche se le agrega formas sintéticas de Vitamina A y D
La homogenización de la leche emulsifica su grasa pero hace que sus proteínas sean más difíciles de digerir en el estómago y entonces se absorben directamente en la sangre. Estas proteínas en la sangre sin haber sido previamente digeridas afectan el sistema inmune causando inflamación, secuencia que puede causar enfermedades auto-inmunes.
Cada vez se cuestiona más la alimentación y crianza de los animales. La leche de vaca contiene actualmente esteroides, antibióticos, plaguicidas (por la alimentación con granos), bacterias y peor aún ha aumentado su producción por una hormona genéticamente modificada.
En 1993 esta hormona genéticamente modifica (transgénica) de crecimiento bovino (somatropina bovina creada por Monsanto) fue aprobada por la FDA (Departamento de Drogas y Alimentos de EEUU) ya en el 2000 el 30% de las vacas usaban esta hormona. Debido a la presión del público en el uso de esta dudosa hormona sintética, Monsanto vendió su producción a la compañía Elanco en el 2008, pues esta ya era la compañía autorizada para vender la hormona fuera de los EEUU. Elanco sigue vendiendo el producto en otros paises, en América Latina con el nombre de Lactotropina.
Si Ud. está en el 30% de la población mundial que si puede tolerar leche, se recomienda que tome sólo leche cruda de vacas criadas orgánicamente sin ninguno de los tóxicos antes mencionados lo que quiere decir también leche sin pasteurizar ni homogenizar.