México: maíz nativo, solución al hambre

Por Biodiversidad, mayo de 2013

El potencial que tiene la ingeniería genética para entender la naturaleza y desarrollar la investigación médica no puede ser justificación para convertir el medio ambiente y el alimento de los mexicanos en un gigantesco experimento con intereses comerciales

La industria de los transgénicos utiliza su poder comercial e influencia política para desviar los recursos financieros que requieren las verdaderas soluciones, como la tecnificación del campo con sistemas de riego, acceso a maquinaria e investigación del potencial de nuestras variedades nativas de maíz.

México es centro de origen y diversidad genética del maíz. Contamos con 59 razas, cuyas cruzas han dado como resultado más de 22 mil variedades de maíz nativo (1) que nos brindan el gran potencial de sembrar maíz en cualquier condición agronómica. Eso hace del maíz nuestro principal alimento.

Sin tomar en cuenta la importancia del maíz, el gobierno da prioridad a las empresas de biotecnología Monsanto, Pioneer y Dow AgroScience. Ignorando la evidencia científica, así como el llamado de ciudadanos, académicos, investigadores y productores de maíz de todo el país para preservar el maíz mexicano, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo

Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) –en la administración de Felipe Calderón- abrieron la puerta a la experimentación con semillas transgénicas. Esta primera fase para llegar a la siembra comercial se permitió en los estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas, donde se albergan 31 de las 59 razas de maíz que hacen a México centro de origen y diversidad del cultivo.

Los titulares de la Semarnat, Juan Rafael Elvira Quezada, y de la Sagarpa, Francisco Mayorga, aseguraron que no cedieron a presiones de ningún tipo para autorizar los permisos solicitados por la industria de biotecnología. Lo que es cierto es que las dependencias de la anterior administración federal aceleraron los permisos para que Monsanto, Pioneer y Dow AgroScience hagan experimentación con semillas transgénicas a riesgo de que se contaminen campos de maíz mexicano.

Imposible coexistencia

Está demostrado científicamente que el flujo génico de los maíces transgénicos a los maíces nativos no ha podido evitarse hasta ahora. Los estudios muestran que en nuestro país no es posible la coexistencia de maíz transgénico y no transgénico sin contaminación del segundo. Aun cuando no estaba permitida la liberación al medio ambiente de maíz transgénico, México país se ubicó el año pasado en el segundo lugar con más casos de contaminación y el octavo lugar a nivel mundial (2).

De acuerdo con la nueva evidencia científica presentada en el estudio “Centro de origen y diversificación del maíz”(3), editado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), es posible determinar centros de origen del maíz en cuatro regiones del país incluyendo el norte de la república; ante estos elementos, los investigadores del estudio advierten del riesgo que se corre en caso de permitir las siembras en esas regiones y recomiendan restablecer la moratoria a las siembras experimentales de maíz transgénico.

En el estudio de Conabio, los estados del norte propuestos para siembra de maíz transgénico cuentan con una gran diversidad de maíces nativos; incluso podría determinarse a Chihuahua y Jalisco como centros de origen.

Además de la pérdida de la diversidad de maíces mexicanos, la contaminación transgénica hará cada vez más vulnerables y dependientes de empresas transnacionales a productores de maíz, de los cuales el 80 por ciento son campesinos e indígenas. En el caso de sufrir contaminación transgénica de cultivos aledaños, no existen recursos legales que los protejan. Las empresas transnacionales no asumen su responsabilidad y, peor aún, se lanzan a la caza de multas millonarias para los productores.

Monsanto contra Percy Schmeiser

En 1998, Monsanto, una de las empresas biotecnológicas más poderosas del mundo, acusó al agricultor Percy Schmeiser de usar su semilla de canola genéticamente modificada sin pagarle las regalías correspondientes.

Un vecino de Schmeiser sembró canola transgénica de Monsanto e inspectores de la empresa se metieron en sus campos sin autorización y tomaron muestras que comprobaban que la variedad Monsanto crecía en su terreno. Así, el brazo legal de Monsanto, que ha demandado a cientos de campesinos norteamericanos, lo acusó de haber adquirido ilegalmente esa semilla y amenazó con demandarlo legalmente si no le pagaba 15 mil dólares de inmediato, además de firmar un acuerdo donde él y su esposa se comprometían a nunca decir nada a nadie sobre su caso por el resto de sus vidas.