Maíz, ombligo mexicano

Por Omar Vidal, El Universal, 11 de diciembre de 2022.

“Lo mascaron los dioses y lo pusieron en nuestra boca para robustecernos”*

Cuenta la leyenda del México prehispánico que en tiempos remotos cinco soles aparecieron y de ellos cuatro desaparecieron.

El primer Sol, nahui ocellotl (4 tigre), duró 676 años y a los primeros moradores los devoraron los tigres. El Sol nauhuecatl (4 viento) fue de 364 años y a los segundos moradores se los llevó el viento y se volvieron monas. El Sol nahui quiyahuitl (4 lluvia) fue de 312 años y a los terceros moradores los quemó el fuego que llovió y se volvieron gallinas. Y el Sol nahui atl (4 agua) duró 676 años y los que por cuarta vez moraron se anegaron y se volvieron peces, porque llovió 52 años.

Antes de la creación del quinto Sol, naollin (4 movimiento)—en el que hoy moramos— Quetzalcóatl (la Serpiente Emplumada), convertido en hormiga negra, siguió a una hormiga colorada que a regañadientes le reveló cómo llegar a Tonacatépetl o Montaña de los Mantenimientos. Allí recolectaron el maíz desgranado que Quetzalcóatl trajo consigo para asegurar el sustento de los hombres que acababa de crear.

Pensar en el maíz es imaginar Aztlán, México-Tenochtitlan. Es vivir la milpa nacional, nuestra esencia e idiosincrasia. Porque no hay mesa mexicana sin tortillas. Porque el maíz es lo íntimo, lo cotidiano, lo sagrado. La tortilla como alimento vivificador de las tropas insurgentes—acompañada de teporingos, armadillos, jumiles, charales o quelites—y el maíz como testigo y protagonista de la Revolución Mexicana.

El maíz como poder religioso, cultural, político, económico. El maíz, fruto de los experimentos e ingeniería genética de nuestros antepasados que hace 10,000 años domesticaron a su pariente silvestre cercano—el teocintle. El maíz como sostén de los millones de pequeños y medianos productores y sus familias que hoy lo continúan manejando, cultivando y seleccionando para aportar 75% de la producción nacional.

El maíz (Zea mays, del griego zeo = vivir), pasto de noches largas en donde la divinidad, la leyenda y la ofrenda milenaria se esconden entre hojas enrolladas al tallo del que brota la mazorca—el olote cubierto por filas de granos blancos.

Pero las 59 razas de maíces nativos de México tienen granos con muchas gamas de colores y de formas. Los hay azules, negritos, conejos, anchos, bofos, blandos, cónicos, cristalinos, dulces, tabloncillos y reventadores. Siete razas–las palomeras–nos regalan las milenarias momochtli, también conocidas como palomitas de maíz en este quinto Sol (4 movimiento).

El maíz que comemos–tierno o maduro–en tortillas, tacos, quesadillas, sopes, chalupas, guaraches, corundas, chilaquiles, enchiladas, gorditas, tlacoyos, sopa de tortilla, itacates, tamales, pozole, tlayudas, panuchos, pinole, esquiles y huitlacoche. El maíz que bebemos–frío o caliente–como atole, tejuino, téjate, pozol, tascalate, guarapo, cacapote, chorote, piznate, chilatole, pozol, tanchuca, taxcalate y batari.

La planta de maíz en la que cohabitan las inflorescencias de lo femenino y lo masculino. La milpa como homenaje a la fertilidad, la identidad, la diversidad, la cultura y la innovación tecnológica. El maíz, orgullo y símbolo de resistencia contra propios y extraños. El maíz de los nahuas, mayas, zapotecas, olmecas, mixtecas, purépechas, totonacas, mazatecas, chinantecas, zoques y muchos otros pueblos originarios.

El maíz, nuestro ombligo—y México centro de origen, domesticación y diversificación de estos granos que los dioses mascaron y pusieron en nuestra boca para robustecernos.

*Códice Chimalpopoca: Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles. UNAM. Traducción del náhuatl por Primo Feliciano Velázquez.
Tercera edición 1992 UNAM IIH – Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles

Imagen de Hawksky en Pixabay