Los pueblos del mundo frente a los avances del capitalismo: Rio +20 y más allá

La solución real: poner al centro las agriculturas campesinas e indígenas

Los pueblos campesinos e indígenas somos quienes concentramos los mayores niveles de pobreza, porque se nos ha despojado de la tierra y se nos ha cercado por la ley o por la fuerza para que no podamos cultivar e intercambiar libremente. Sin embargo, somos pueblos que seguimos resistiendo la expulsión desde el campo, y aún somos más del 90% de la población rural. Nuestras formas de hacer agricultura enfrían el planeta, cuidan los ecosistemas y aseguran la alimentación para los sectores más pobres.

Toda solución real pasa por detener el lucro desenfrenado del capital, acabar con la complicidad de los gobiernos y apoyar las formas de producción que efectivamente cuiden el planeta. La Soberanía Alimentaria es parte del corazón de los cambios necesarios, el único camino real para hacer posible alimentar a toda la humanidad. Nuestras propuestas son claras y entregan soluciones reales:

    Debemos cambiar el sistema alimentario industrial agroexportador por un sistema basado en la soberanía alimentaria, que devuelva a la tierra su función social como productora de alimentos y sustentadora de la vida, que ponga en el centro la producción local de alimentos, los circuitos de comercialización y procesamiento local. La soberanía alimentaria permite acabar los monocultivos y los agronegocios, fomentar los sistemas de producción campesina que se caracterizan por su mayor intensidad y productividad, su capacidad para dar trabajo, cuidar el suelo y entregar una producción sana y diversificada. La agricultura campesina e indígena es también la que puede enfriar el planeta; con capacidad de absorber o evitar hasta 2/3 de los gases invernaderos que se emiten cada año.
    La tierra actualmente en manos campesinas e indígenas es alrededor del 20% de la tierra agrícola a nivel global. Si embargo, con esa tierra las familias y comunidades campesinas e indígenas producimos al menos la mitad de la alimentación mundial. En nuestras manos está la forma más segura y eficiente de superar el hambre en el mundo.
    Para asegurar alimentación para todos y restaurar la normalidad climática en la tierra, es necesario que la agricultura vuelva a ser una tarea en manos principalmente de comunidades campesinas y pueblos indígenas. Para ello debe hacerse de manera urgente reformas agrarias integrales y de gran amplitud, que acaben con la concentración extrema y creciente de la tierra que hoy afecta a la humanidad. Esas reformas agrarias son las que darán las condiciones materiales para que la agricultura cumpla su papel en beneficio de la humanidad entera y por ello la defensa y protección de las agriculturas campesinas e indígenas es hoy una tarea de todas y todos. En lo inmediato, es necesario detener todos las transacciones, concesiones y traspasos que signifiquen concentración o acaparamiento de tierras y/o desplazamiento de comunidades rurales.
    Los sistemas campesinos e indígenas de agricultura, caza, pesca y pastoreo que ayudan a cuidar la tierra y la alimentación deben ser apoyados adecuadamente con fondos y medios públicos no condicionados. Los mecanismos de mercado -como venta de carbono y servicios ambientales- deben desmontarse de inmediato y remplazarse por medidas reales, como las que mencionamos más arriba. Detener la contaminación es un deber que nadie puede evadir comprando derechos a seguir destruyendo.
    El uso legítimo de lo que ahora organismos internacionales y empresariales llaman biomasa es alimentar a los seres vivos y volver a la tierra para restaurar su fertilidad. Las emisiones provenientes del derroche de energía deben reducirse en base al ahorro y el fin del despilfarro. Necesitamos fuentes de energía renovable descentralizados, al alcance de los pueblos.

Todos movilizados para desenmascarar Rio+20 y el capitalismo verde

Nosotros y nosotras, campesinos y campesinas, agricultores y agricultoras familiares, campesinos y campesinas sin tierra, pueblos indígenas y migrantes -hombres y mujeres- nos oponemos decididamente a la mercantilización de la tierra, nuestros territorios, el agua, las semillas, los alimentos, la naturaleza y la vida humana. Reiteramos lo dicho en la Cumbre de los Pueblos en Cochabamba, Bolivia: “La humanidad está frente a una gran disyuntiva: continuar el camino del capitalismo, la depredación y la muerte, o emprender el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida.”

Repudiamos y denunciamos la economía verde como una nueva máscara para ocultar mayores niveles de codicia de las corporaciones y del imperialismo alimentario en el mundo y como una forma brutal de lavarle la cara al capitalismo, que sólo impone falsas soluciones, como el comercio de carbono, REDD, la geoingienería, los transgénicos, los agrocombustibles, el bio-char y todas las soluciones de mercado a la crisis ambiental.