La milpa, seguro contra el cambio climático

Los miembros de ambas organizaciones son minifundistas, enfocados a la producción orgánica y a la preservación de sus semillas nativas. Por tanto, la alimentación familiar es la prioridad de estos campesinos.

Comenta Pánfilo: “Como organización, los socios tienen de diez hectáreas hacia abajo. Claro también hay productores o campesinos que tienen hasta 50 o 60. La diferencias es que nuestra forma de trabajo es tradicional, y la otra es con tractores, con implementos, insumos y con altos costos, tanto económicos como ambientales. Con diversidad de cultivos, el impacto es menor, a comparación de los que usan insumos, maquinaria. Lo más importante que hacemos (con los socios) es que tengan alimento. Teniendo maíz y frijol, aseguran el 50 por ciento de su alimentación. Si tuvieran alguna contingencia no se quedan sin alimento”.

Espiridión comenta que RASA fomenta la producción de maíces criollos, y trabaja con algunas comunidades, pero sin tener suficiente influencia sobre de ellas, pues están influidas por programas públicos que fomentan el cultivo de maíces híbridos, mismos que van aliados al monocultivo, al uso de maquinaria, agroquímicos, e incluso a la búsqueda de transgénicos, todo lo cual ha hecho perder la identidad de los agricultores, su esencia. No obstante, “el encarecimiento de los insumos de esta producción industrial está haciendo que la gente voltee a ver este tipo de agricultura ecológica, la cual tal vez sí tenga menores rendimientos en toneladas por hectárea (con tres toneladas, contra ocho o diez de la agricultura convencional), pero si hacemos un recuento de la milpa, a esas tres toneladas le vamos a agregar el frijol, la calabaza, los quelites, los ejotes, las verduras, los animales, lo que comen tus animales de tu producción… Hay que poner esto en la balanza. Yo antes fui un agricultor convencional y cambié. Con la producción convencional, si bien cosechas, lo que sacas tienes que regresarlo a la empresa de semillas, de fertilizante, del tractor, de todo y no te queda nada, quedas endeudado”. Igual que en el GVG, “en RASA nuestro principal objetivo es sembrar para comer. No es posible que siendo productores del campo y no podamos comer lo que sembrar, que tengamos que comprarlo. Vamos sembrando primero lo que comemos, no nos podemos comer todo lo que sembramos, hay que buscarle comercio”, señala Espiridión.

Y María de Jesús afirma que los excedentes de cultivos de RASA –básicamente las hortalizas, huevos, carne, gallinas y plantas medicinales– los comercializan desde hace dos años cerca de Ajijic y del Lago de Chapala. Allí una comunidad estadounidense “compra nuestros productos ecológicos” con mecanismos de comercio justo y reconociendo la calidad orgánica. Esto procede de al menos unas 20 comunidades. Es producción de campesinos con excedentes de una gran variedad de cultivos, aunque en pequeña escala; la comercialización ocurre en un tianguis semanal. “También nos hemos establecido en Guadalajara, pero allá como que la concientización de la gente urbana (sobre el valor de los cultivos orgánicos) cuesta más trabajo”.

Para cerrar la entrevista, María de Jesús enfatiza la importancia de las semillas nativas. “Para los campesinos, la semilla es como el derecho a la alimentación, es autonomía, es una posibilidad de vivir. Cuando hacemos los encuentros anuales, los campesinos llevan sus semillas como una ofrenda y como un resultado de su trabajo de todo el año; llegan campesinos diciendo ‘esto es lo que coseché, esta semilla’. Y obviamente no hablan sólo de maíz, sino de calabazas, chayotes, cañas, porque hay una gran diversidad en los sistemas. No hay campesinos que por lo menos no produzca 50 productos diferentes. Hemos hecho estudios de los sistemas agroecológicos, y están rescatando plantas medicinales, comestibles, frutales, leguminosas, aparte de los básicos. Hay una cantidad inmensa de plantas que se están recuperando en todos estos sistemas”