La batalla por el maíz

La premisa es “hacer mejoramiento participativo de maíces criollos y que puedan desarrollar las comunidades bancos locales de germoplasma…. iniciamos con Oaxaca, con Chiapas, con universidades locales…”, explica Horacio Rodríguez, coordinador de extensionismo.

Y para observar in situ cómo lograrlo coordinaron, en 2014, 60 campos experimentales de agricultura de conservación e intensificación sustentable.

Cada experimento es distinto enfocado en la realidad, comenta Rachel Cox, y dice algo preocupante: “sabemos por los modelos de cambio climático de México que si no cambiamos nada de nuestro sistema de producción los rendimientos de producción están proyectados a bajar 25%, a la vez nos piden mayores rendimientos.

Con el cambio climático vamos a eventos extremos y nuestros sistemas tienen que adaptarse a ellos…”. Su director, el doctor Thomas Lumpkin, comenta sobre el uso de OGM que “es un tema delicado, la gente es muy sensible, no quiere jugar con ello.

He trabajado con los indios de Norteamérica y no quieren que se juegue con las antiguas plantas que han recolectado, los japoneses son muy sensibles acerca del arroz. Los OGM son algo que hay que observar, no la panacea, no la respuesta a todo…”. Hay que tener todas las opciones abiertas, dice, incluso la de los OGM, al final de cuentas, terminará siendo una decisión económica.

Pero ni económicamente tiene sentido en palabras del doctor Antonio Turrent: si sólo se sembraran transgénicos en México, la producción de maíz disminuiría, por una razón muy sencilla: los transgénicos están diseñados para prosperar en condiciones óptimas de tierras, con un paquete tecnológico carísimo, incluida la obligación del campesino a las semillas que te vendan y la imposibilidad de sembrarlas como propias, ya que hay que demostrar factura de compra.

Para Cristina Barros, experta en la cultura del maíz y alimentación, el problema es político: “La visión del gobierno mexicano es sólo la seguridad alimentaria, que es alimentar a la gente con productos de donde sea.

La soberanía alimentaria es distinta, que es producir lo que se va a consumir. Durante mucho tiempo se pensó en la segunda, y se apoyó en serio al campo y creamos instituciones, pero después cambió, y dijeron que si podemos comprar barato en el extranjero lo hiciéramos”.

Ella afirma que nos quieren cambiar nuestro oro por espejos: “estos maíces transgénicos son francamente rudimentarios y son dos maíces contra 60 razas y más de 20 mil variedades, y además trabajadas durante milenios para ser adaptadas a todos los ecosistemas de México. Y yo no separaría el concepto maíz del concepto milpa…

Hay una milpa para cada lugar, cada ecosistema, ¡ninguna milpa se parece a la otra! De esto habría que hablar en las escuelas” (ver mapa). Ella es la persona que todos los expertos —desde científicos hasta chefs— refieren como la mayor conocedora del maíz y su cultura en México, pero su visión del futuro no es luminosa. “Viene el hambre y la miseria. Y viene la pérdida de autonomía de campesinos milperos que producen la gran parte del maíz blanco para tortillas.

La milpa es incompatible con el concepto de transgénico, por que éste es extensivo. Esos campesinos dicen que no son productivos porque sólo producen 2.5 toneladas de maíz por hectárea, pero no toman en cuenta el sistema de la milpa. Se perderá la dieta equilibrada que provee la milpa, que ha mantenido a millones.

Hay cálculos que afirman que con la milpa se obtiene 20 veces más rendimiento económico que si sólo se sembrara maíz. Todo eso se destruirá, se irá”. Bolívar Zapata afirma que no es así, y se apoya en la casuística: “todo tiene riesgos, y se verá caso por caso”, afirma.

Sobre el amparo de ONGs que piden se suspenda la liberación comercial de maíz dice: “está mal hecho, no tiene base científica. No soy ecólogo, por suerte. Soy biólogo molecular, entiendo lo que pasa a nivel del génoma de manera importante…”.

Así es, Bolívar Zapata es un experto a nivel del génoma, no de ecosistemas, ni de la salud humana.

Afirma que son mentiras que los OGM afecten la salud humana, pero no todos los científicos concuerdan con él. El doctor David Schubert, director del laboratorio de neurobiología celular del reconocido Salk Institute for Biological Studies, en una carta que envió al presidente Peña afirmó que “no hay evidencia de que cualquier planta GM sea segura como alimento…”.