La astucia del diablo y los afectados ambientales

En Huexca, Morelos, los pobladores rechazan la instalación de dos plantas termoeléctricas y un gasoducto de 160 kilómetros, construido en plena zona sísmica. El contrato para la construcción y explotación del gasoducto, de 216 millones de euros, está en manos de las trasnacionales españolas Enagás y Elecnor.

También en Morelos, el pueblo de Tepoztlán rechaza la ampliación de la autopista La Pera-Cuautla, porque, según los comuneros, dividirá comunidades, destruirá especies vegetales y animales protegidas de la región, y violará la protección ecológica otorgada al Parque Nacional del Tepozteco.

Para enfrentar de manera unificada el reto de la devastación ambiental y la violación a los derechos humanos que la acompaña, centenares de representantes ambientales de todo el país que viven situaciones como las aquí narradas realizaron este fin de semana en Cherán la octava Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA), y la preaudiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP).

Fiel a la máxima de Baudelaire, de que la astucia mayor del diablo es hacernos creer que no existe porque así trabaja mejor, esta devastación, presente en todo el territorio nacional, es oficialmente inexistente; cuando más, el gobierno reconoce conflictos aislados y casos esporádicos de violencia. Para él no existe un patrón sistemático de destrucción ambiental ni de violación a los derechos humanos de quienes se oponen a ella.

El primer gran reto de la ANAA y del TPP será mostrar al país que el demonio está en los informes y discursos gubernamentales que pretenden ocultar la existencia de un gravísimo problema nacional y su responsabilidad en el asunto.