La agroecología campesina

Por Nelson Álvarez Febles, Biodiversidad en América Latina y en el Caribe, julio de 2014

Hacia mediados de los noventa, muchos de los que trabajábamos en organizaciones no gubernamentales en apoyo a los derechos de los agricultores, anticipábamos un cambio estratégico importante en cuanto a los actores que deberían ser los portavoces de aquellas reivindicaciones. Mediante contactos informales entre las ONG y hombres y mujeres líderes campesinos, agricultores pequeños, pueblos indígenas, pescadores artesanales, agricultores urbanos, se articularon las bases para lo que en 1996 se lanzó en Roma, Italia, como la soberanía alimentaria.

Las organizaciones locales de productores de alimentos y otros medios biológicos para el sustento consolidaron sus propias estructuras organizativas a nivel local, nacional e internacional. Algunas de las ONG renunciaron al protagonismo, y pasaron a ser aliadas estratégicas de los campesinos y sus luchas.

En aquel nuevo escenario, una vez que los actores pasaron a ser los mismos agricultores familiares, sus comunidades y organizaciones, se dieron cambios importantes en las prioridades, a nivel ideológico y estratégico. Las organizaciones campesinas decidieron que no necesariamente era en los foros internacionales, en las estructuras de los Estados o en la colaboración con instituciones de investigación bajo control de las multinacionales de la agroalimentación que mejor se puede adelantar sus causas.

Desde lo local se trabajó y se trabaja en el control del territorio, la (co)gestión de la naturaleza, los derechos de las mujeres, las decisiones sobre tecnologías apropiadas, el libre uso e intercambio de semillas y recursos genéticos agrícolas, entre otras prioridades.

Conforme se fue gestando el nuevo protagonismo de las organizaciones campesinas, en muchos países se consolidó la crítica a la agricultura contemporánea depredadora y de altos insumos externos. A la par, se fue extendiendo la práctica de una agricultura alternativa. Esa forma distinta de hacer agricultura intenta aprovechar los ciclos naturales en el manejo de energía, nutrientes, agua y biodiversidad.

Sustituye las prácticas altamente contaminantes por estrategias que no son residualmente tóxicas para la naturaleza y el ser humano, algo muy bien recibido por los movimientos ambientalistas emergentes. Prioriza la inserción local tanto en los aspectos productivos como en la distribución y mercadeo de insumos y productos. De esta forma florecen los movimientos de agricultura orgánica, biodinámica, permacultura, entre otros, especialmente en el llamado primer mundo. Como algo novedoso, la agricultura orgánica llega a los países del sur mayormente como parte de programas para el desarrollo auspiciados desde sectores progresistas del norte.

Con el tiempo se van consolidando redes desde sectores académicos —universidades como la Mayor de San Simón en Bolivia, Berkeley en Estados Unidos, Córdoba en España, Santa Clara en Cuba— que se entrelazan con ONG que trabajan en agricultura local en Brasil, Chile, Perú, Uruguay, Colombia, entre muchas otras. Se llevan a cabo investigaciones sobre los saberes agrícolas tradicionales, se hacen adaptaciones locales y se articulan con las comunidades y sus movimientos. Toda esa actividad, nutrida de cientos de experiencias y procesada por instituciones respetuosas de la diversidad, sabiduría y cosmovisiones de los pueblos, consolida a la agroecología como opción estratégica, una manera de ver la agricultura como parte de un paradigma de la complejidad. 2

Muchas de las prácticas tradicionales de la agricultura campesina integran criterios de sustentabilidad ecológica y social que se nutren de y a su vez son integrados en la agroecología. Algunos ejemplos agronómicos son el manejo integral en el tiempo y espacio de la biodiversidad en los bosques, el uso diversificado e integrado de las parcelas para estabilizar los agroecosistemas, y estrategias en la agricultura de montaña para proteger y potenciar los ciclos de los suelos y el agua. En lo social existen una gran diversidad de propuestas comunitarias para compartir y colectivizar el trabajo, el uso de la tierra y el mercadeo de las cosechas.3

Además de importantes innovaciones en lo agronómico, la agroecología plantea desde sus primeras definiciones que la agricultura es un hecho eminentemente social, tanto en el desarrollo tecnológico, como en el manejo de los recursos y la gestión de sus productos. Así se coloca a la mujer y al hombre en el centro de la cultura-del-agro, a la vez que se hace una crítica devastadora a la agricultura elitista que defiende una supuesta ciencia imparcial de pensamiento único, con frecuencia al servicio de las grandes multinacionales.