Estudios científicos detectan glifosato en orina de bebés

Por Andrea Gómez, Contralínea, 15 de marzo de 2023.

Pese a su prohibición gradual, existe evidencia de que los agroquímicos altamente tóxicos, como el glifosato, siguen enfermando y matando a las personas. En la actualidad, estudios han corroborado que el herbicida tóxico está presente en el cuerpo de los recién nacidos, niños y adolescentes mexicanos; asimismo en mujeres embarazadas, adultos mayores y población en general, advirtió el científico Felipe de Jesús Lozano Kasten.

Durante su participación en el seminario “Los grandes problemas nacionales: glifosfato y transgénicos, un peligro para la salud y la biodiversidad”, el investigador del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara destacó el estudio realizado a 280 recién nacidos donde se encontró que ya estaban contaminados con herbicidas. Éste análisis se llevó a cabo entre enero y junio de 2021, y registró la presencia de nueve herbicidas en la orina de los infantes. Sobresalieron: Molinate, 2,4D, y glufosinato en 67, 64 y 34 neonatos, respectivamente. En ese sentido, el investigador resaltó que el 88 por ciento de las madres es ama de casa, vive en Guadalajara y ninguna tiene relación con la agricultura.

Otro ejemplo que puso fue el de la muestra llevada a cabo en 2019 a alumnos y profesores residentes en Jalisco. En su totalidad, los voluntarios presentaron ciento por ciento en positividad a glifosato. Además, señaló el especialista, el herbicida tóxico también está presente en la población rural de Jalisco. Hay una presencia continúa de agroquímicos en la comunidad de Agua Caliente, en el municipio de Poncitlán. El glifosato no sólo se encuentra en el agua de la laguna, del pozo y del garrafón, sino en el maíz y frijol que se cosecha y comen las familias, según información recopilada en el mes de septiembre de 2021.

“En esta comunidad, las familias están ingiriendo glifosato a través de sus propias cosechas”. Un estudio reveló que en los 96 niños de la comunidad –entre las edades de 6 y 15 años– estaba presente el herbicida, incluso en quienes no estuvieron en contacto directo con él. Las madres que atienden las huertas de chayote y residen en dicha comunidad también han presentado en su organismo el agroquímico.

En tanto, en la comunidad Taray, en el municipio de Tamazula, también en Jalisco, se encontró glifosato en el 74 por ciento de los niños. Paralelamente, se registró la presencia del 2,4-D en un 93 por ciento; asimismo, del Picloram, Molinate, Acetoclor y L-cyhalothrin en un 93, 64, 53, 40 y 6 por ciento, respectivamente. La comunidad es jornalera en un 75 por ciento, mientras que un 6 por ciento no tiene relación con actividades agrícolas.

Otro análisis científico de gran interés, indicó el especialista, es el que se llevó a cabo recientemente en niños con altos niveles de albuminuria. Al otorgarles alimentos orgánicos y anular por completo la exposición a comida con glifosato, se redujo exponencialmente su presencia.

El glifosato es uno de los herbicidas más utilizados en el mundo, tiene presencia en los alimentos hechos a base de maíz como las tortillas y las harinas, así como en el medio ambiente. “Nos han vendido la idea de que el maíz modificado aumenta las cosechas, contiene vitaminas y minerales, mejora la calidad de vida, disminuye las pérdidas de cultivo y combate el hambre; sin embargo, en verdad se utiliza solamente para vender más glifosato y en consecuencia contaminar de manera grave el ambiente”, señaló Jaime Rendón, químico farmacobiólogo por la Universidad Veracruzana.

Ahora, indicó, este agroquímico altamente tóxico ya se encuentra en el aire y en el agua. En México, se ha registrado glifosato en la Laguna de Términos, en Champotón y en el Río Candelaria, en Campeche; asimismo, en Río Sinaloa, Río Culiacán, Río El fuerte, así como en el Dren Cortínez, Topolobampo y Navolato; en Dzilam de Bravo y Tulum. También se han encontrado residuos en aguadas y agua de pozo de la zona de Hopelchén, así como en agua purificada comercializada.

Refirió también que las zonas apícolas se ven afectadas por el glifosato. Hay presencia del herbicida en las mieles de Champotón, Coatepec y Misantla, zona cañera, cafetalera, y de cítricos, respectivamente. Las abejas, por su parte, también tienen efectos subletales por el uso humano del glifosato, como lo son las dificultades en la navegación y pérdida del sentido; alteración en su microbiota, por lo que se vuelven más susceptibles a enfermedades.

Contrario a lo que se señala, el glifosato no se degrada rápidamente, indicó. Su periodo de vida media puede llegar a 180 días; mientras que en el agua subterránea llega a “sobrevivir” hasta 365 días.

Al día de hoy, el glifosato es un herbicida usado para la maduración de la caña de azúcar y avena. Asimismo, se emplea para la preparación de suelo en cultivos de caña, arroz, palma, sorgo, canola, alfalfa y plátano. Y se aplica en áreas no agrícolas como jardines y aplicaciones en cuerpos de agua.

El herbicida tiene autorización en 32 cultivos diferentes, además de pastos y plantaciones forestales. Derivado de ello, en 2001, por primera vez se encontró maíz nativo con transgénicos; también las harinas de maíz han presentado contaminación. A ello se suma que las cifras registradas en 2021, de alrededor de 17.4 millones de toneladas de maíz transgénico importado. Sin embargo, señaló la especialista Malin Jönsson, –coordinadora de la Fundación Semillas de Vida– aún no es demasiado tarde. “Se puede revertir, no hemos destruido toda la biodiversidad”.

Para seguir la lucha, indicó, se necesitan políticas integrales para la eliminación de transgénicos y una transición agroecológica. Es necesario también proteger las semillas en las manos campesinas, y tener fondos de semillas in situ, así como ferias de semilla. Asimismo, es importante incrementar el precio pagado por el maíz nativo a las y los campesinos.  “Sin proteger el maíz nativo en manos campesinas, perderemos la disputa por el maíz”.

Es necesario también cumplir la recomendación 82/2018 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) sobre la reducción del uso y prohibición progresiva de los plaguicidas altamente peligroso. Asimismo, detener la propuesta de reforma a la Ley General de Salud sobre los plaguicidas. También, el principio precautorio no debe subordinarse a la evaluación del riesgo y se deben reconocer las limitaciones del paradigma dominante de evaluación del riesgo de plaguicidas, señaló Fernando Bejarano González, maestro en Ciencias en el área del desarrollo rural.

El decreto de eliminación gradual es necesaria, pero no suficiente frente a los problemas que generan los plaguicidas altamente peligrosos, indicó. “En México, hay más de 183 plaguicidas autorizados; 140 prohibidos en otros países”.

En el seminario, recordó, que el uso de glifosato también se promovió como desecante, es decir, se utiliza antes de la cosecha para que los granos maduren rápidamente y las máquinas puedan entrar. Ello, aumentó el riesgo y la exposición de la presencia de residuos de glifosato en una enorme cantidad de alimentos.  En cerveza, vinos; en algodón y sus productores derivados. Y a pesar de ello, las empresas transnacionales siguen apostando a que se generen nuevas semillas tolerantes no solo al glifosato, sino a otros cuatro herbicidas. Ello como respuesta al problema de la resistencia de las plantas al glifosato.

Por ejemplo, indicó, el maíz MON87429 es tolerante a cinco herbicidas: glifosato, dicamba, glufosinato, 2,4-D y ocho herbicidas del grupo ariloxifenoxipropionato (“FOP”) (E), (quizalofop). Ello “provoca un cocktail tóxico dañino al ambiente y salud con más variedad de agrotóxicos que se rotan y pueden estar presentes como residuos para consumo humano y animal”.

Actualmente, el dicamba está relacionado con el cáncer, neurotoxicidad, defectos de nacimiento, daño renal y hepático. Mientras que el 2,4-D está vinculado a un mayor riesgo de defectos congénitos, a la reducción de espermatozoides, asimismo provoca un mayor riesgo de linfoma no Hodgkin, enfermedad de Parkinson y alteración hormonal. En tanto, el quizalofop es un tóxico reproductivo y del desarrollo, reconocido como perturbador hormonal, detalló el doctor Fernando Bejarano González.

Imagen de Terri Cnudde en Pixabay