EPN: fracturando a México
Por John Saxe-Fernández I, La Jornada, 6 de marzo de 2014
Rex Tillerson, el gerente de ExxonMobil, petrolera con una capitalización de mercado de 416 mil millones de dólares, principal productora de gas en Estados Unidos e interesada en la explotación de gas de lutitas (shale) en México, endosó un juicio contra la construcción en su vecindario de una torre de agua que se usaría, en parte, para la fractura hidráulica (FH) para extraer gas de la roca madre a gran presión. Tillerson vive en Bartonville, un lujoso barrio en las afueras de Dallas, Texas, y teme, según el Wall Street Journal (20/2/14) que el ruido y los riesgos por el masivo acarreo de agua, aminoren el valor de su propiedad. Entre las quejas de Tillerson destaca la incertidumbre en torno a la zonificación, por la voracidad espacial de la FH, un asunto de gran importancia en México, en especial para todas las comunidades indígenas y campesinas donde impera la propiedad social: el gobierno de Peña Nieto anuncia estar dispuesto a una masiva desposesión territorial, ajustando la Ley de Amparo o cancelando derechos, para abrir los enormes espacios exigidos por petroleras tipo ExxonMobil, que se aprestan a fracturar México.
El pleito legal en Bartonville es uno entre cientos que se registran en Estados Unidos luego de más de una década de explotación de gas y petróleo shale. Al furor que antecedió la explosiva ampliación en el uso de la FH, siguió una avalancha de protestas, quejas y acciones legales de barrios y de más de 410 condados, gobiernos locales, ciudades y estados, exigiendo y/o aprobando la moratoria y la prohibición de la FH por sus devastadores efectos sobre la salud humana, la flora, la fauna, el agua, el medio ambiente y la atmósfera terrestre. ¿Qué es lo que están recetándole a la población mexicana EPN, Mexico’s Savior, según Time (24/2/14) y el PRIAN, que aprobó fast track el regreso de las petroleras?
La respuesta empieza por el hecho de que la FH usa gran cantidad de agua –entre 25 y 30 millones de litros por pozo– a la que se agrega una mezcla de arena y gran variedad de sustancias: benzeno, reductores de fricción, surfactantes, inhibidores de corrosión, biocidas, estabilizadores y lubricantes junto a elementos radiactivos y metales pesados naturalmente presentes en la roca y acarreados a la superficie por el agua de reflujo. Como documenta propublica.org los efectos sobre la salud humana y animal son ominosos. Muchas de las sustancias usadas (se detectan 519) amenazan salud y vida: generan gases que irritan ojos y nariz, causan dolor de cabeza, náusea, vómitos, mareos y/o muerte. La FH usa la sílica cristalina, cuya inhalación crónica produce silicosis o cáncer; diesel cuyo contacto con la piel provoca irritación rojiza, quemaduras, severos daños a la piel y cáncer; el metanol, con vapores que causan irritación de ojos, dolores de cabeza, fatiga y en dosis altas puede ser fatal, además de naftalina común, cuya inhalación irrita el tracto respiratorio, causa náusea, vómito, dolor abdominal, fiebre o muerte; hidróxido de sodio, que causa daño pulmonar, cuyo contacto en forma sólida o líquida puede quemar severamente los ojos, la piel, las membranas mucosas o causar la muerte. En la mezcla, a veces llamada salmuera, figuran 17 tóxicos para organismos acuáticos, 38 tóxicos agudos y ocho cancerígenos probados. Se trata de cuatro toneladas de tóxicos por pozo y por cada perforación subsecuente se requieren en promedio 2 mil quinientos viajes de pipas de agua, de 10 mil litros cada una.
El esfuerzo oficial por ocultar este tipo de datos en Estados Unidos ha sido en vano, por los incontenibles niveles de contaminación del agua, los daños a la salud y las fugas tóxicas, incluyendo las de metano, gas de enorme efecto invernadero. En 2008, por ejemplo, todas las gaseras y las agencias federales entraron en pánico cuando se filtraron a los medios datos sobre la gran contaminación de pozos de agua rural cerca de campos de gas explotados con FH. El muestreo indicó intensa contaminación con benzeno, en un caso con una concentración mil quinientas veces superior al nivel aceptable para el ser humano. Esa sustancia ha sido asociada al cáncer de mama, la anemia aplástica y la leucemia. Pero el alud de denuncias no cesa a pesar de que Tillerson afirme ante el Consejo de Relaciones Exteriores, que los riesgos de la FH son manejables. Nuevos estudios asocian la FH a desórdenes endocrinos que pueden elevar el riesgo de enfermedades reproductivas, metabólicas y neurológicas, especialmente en niños expuestos a esos tóxicos mientras otro estudio mostró que los fetos de mujeres embarazadas que viven en un radio de 16 kilómetros de una explotación de FH, muestran un riesgo mucho mayor de defectos congénitos del corazón y de defectos neuronales.