Energías renovables y decrecimiento

Por Carmelo Ruiz Marrero, Blog Spot, octubre de 2013

El físico estadounidense Amory Lovins ha dedicado toda su vida profesional a la promoción de las energías renovables y las medidas de eficiencia energética. Desde la publicación de su artículo “Energy strategy: The road not taken?” (Estrategia Energética: ¿El Camino no Tomado?) en la revista Foreign Affairs en 1976 que lo lanzó a la fama, hasta hoy, Lovins ha viajado a los confines del mundo y hablado en todas las tarimas que ha tenido disponible, abogando por lo que él llama “la senda de las energías blandas” (the soft energy path) (1). Se ha reunido con 23 jefes de estado y ha testificado como experto en 8 países, ha sido nombrado becario (fellow) de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), y en 2009 la revista Time lo incluyó en su lista de las cien personas más influyentes del mundo (2). Amory y su esposa y colaboradora Hunter Lovins ganaron juntos el Premio Nobel Alternativo (Right Livelihood Award) en 1983. El señor Lovins ha escrito 31 libros, varios de ellos junto con Hunter, incluyendo el manifiesto eco-capitalista Natural Capitalism, que ambos escribieron con el empresario Paul Hawken en 1999 (3). En la misma onda que los Lovins, el ecologista-celebridad Al Gore presentó en 2008 una propuesta para eliminar por completo el uso de combustible fósil para generar electricidad en Estados Unidos en sólo una década (4). En ese mismo año la compañía Google anunció un plan para eliminar el uso de carbón para hacer electricidad en EEUU para el año 2030. Pero la propuesta que se llevó a todas las demás por el medio fue una publicada en la influyente revista Scientific American en 2009, de la autoría de M. Jacobson y M. Delucchi, profesores de las universidades de Stanford y California-Davis respectivamente, que plantea convertir la economía mundial entera a fuentes renovables para 2030 (5). Sin embargo, estas audaces propuestas descansan sobre fundamentos altamente cuestionables, según los expertos Vaclav Smil y Ted Trainer. El canadiense Smil, profesor de la Universidad de Manitoba, premiado por la AAAS y nombrado uno de los cien pensadores más importantes del mundo por la revista Foreign Policy (6), señala los verdaderos costos del cosechar la energía del viento en Norteamérica. En Estados Unidos la energía de viento es más viable en los grandes llanos del centro-norte del país (Minnesota y las Dakotas), por lo que su desarrollo exitoso requeriría de la construcción miles de kilómetros de líneas de transmisión hacia las ciudades de mayor consumo energético, que están en la costa este. Sostiene Smil que los proponentes de las energías renovables han subestimado malamente el costo astronómico que tal construcción conllevaría, incluyendo costos por concepto de expropiaciones, derechos de paso en áreas densamente pobladas (vienen a la mente los estados de Ohio y Pennsylvania, por donde necesariamente pasarían las líneas), y la inevitable litigación por parte de grupos locales que se van a oponer a la ubicación de al menos algunas de estas estructuras (7). Y encima de eso, la red eléctrica actualmente existente en EEUU está decrépita y en necesidad urgente de onerosas reparaciones, según la American Society of Civil Engineers, la cual le dio D+ a la infraestructura eléctrica del país en su informe Report Card for American Infrastructure (8). Y, ¿De dónde vendrá el dinero para construir esos molinos y líneas de transmisión asociadas, y además poner al día la infraestructura existente? El sugerir que la empresa privada asumirá de buena gana los costos y riesgos billonarios de la transición energética es más que ingenuo, bordea en lo irresponsable. Sin una inversión pública sustancial, no será posible. Pero, ¿Es el financiamiento público una propuesta realista en una época como ésta, en la que los gobiernos de los países más desarrollados, en Norteamérica y Europa Occidental, están realizando salvajes recortes al sector público, incluyendo en la educación y la investigación científica, mientras que rescatan bancos y bonistas y emprenden guerras en el Oriente Medio? Según Smil, el campo de las energías renovables está repleto de Polyannas que no han echado una mirada seria y sensata a la cantidad de capital y tiempo que se requerirían para transformar el sistema energético mundial. Puntualiza que este sistema mueve anualmente sobre 7 mil millones de toneladas métricas de carbón, alrededor de 4 mil millones de toneladas métricas de petróleo crudo, y sobre tres millones de millones (trillion) de metros cúbicos de gas natural, que producen juntos 14 millones de millones de vatios de energía. Y encima de esto hay que considerar también la infraestructura asociada, la cual es “el más costoso y extenso conjunto de instalaciones, redes y máquinas que ha sido construido en la historia del mundo, que ha requerido generaciones y millones de millones de dólares para poner en pie”, dice Smil. Añade, con el realismo brutal e inmisericorde que le caracteriza, que “para 2025 las turbinas modernas de viento van a cumplir unos 30 años, y si para entonces suplen sólo el 15% de la electricidad de Estados Unidos, entonces será un asombroso éxito. Y hasta los más optimistas proyectos de generación solar no prometen ni la mitad de eso. El afán por fuentes de electricidad no basadas en carbono es altamente deseable… Pero esto sólo puede ocurrir si los planificadores tienen expectativas realistas.” Por su parte, el australiano Ted Trainer, catedrático de la Universidad de New South Wales, sostiene que las propuestas de Lovins y del dúo Jacobson-Delucchi no aguantan análisis (9). Argumenta que estos autores hablan de promedios de demanda de electricidad y de disponibilidad de luz solar y viento, pero que estos promedios no tienen en cuenta cómo estos factores varían dependiendo de la hora del día y época del año. Por ejemplo: la demanda de electricidad cambia grandemente especialmente en tiempos de mucho frío o calor, pues aumenta el uso de aire acondicionado o calefacción. En cuanto a suministro de luz de sol, obviamente aún en los tiempos más soleados, los paneles solares no recogen energía alguna por alrededor de 14 horas diarias. Y posiblemente no hay recurso energético más variable e intermitente que el viento.