El Mundo no Aguanta Más… Cambio Climático, Crecimiento Económico y Pobreza

Ese valor se entiende hoy más cuando en parte por estos efectos complejos e integrales se reflejan en la aparición de eventos extremos como sequías e inundaciones, con costos sociales y ambientales numerarios. Los más de diez millones de hectáreas afectadas y creciendo, deberían hacernos reflexionar a tiempo. Mientras en Entre Ríos y Corrientes se lucha contra la inundación, sacando ahora animales de lugares donde nunca debieron haber estado ni pastado o en el oeste, centro, sur de Córdoba, el Chaco, el oeste bonaerense, La Pampa o Santiago del Estero donde la sequía golpea sobre la soja por implantarse o recién implantada, donde tampoco debería nunca haberse sembrado o expandido hasta allí. Si no llueve de las casi 20 millones proyectadas para esta campaña, un 25% ya se verían imposibilitadas de ser sembradas.

Muchas de ellas (no todas), provenientes por supuesto, de tierras con bosque nativo, hoy deforestado. Catástrofe ambiental o imprevisibilidad humana. De ambas cosas y el cambio climático que comienza a sumarse por estas Pampas. Quizás como algunos investigadores plantean, habrá “más agua”, pero la recurrencia de fenómenos extremos obliga a prever formas de manejo más racionales y que acompañen a los ciclos de la naturaleza y no a los de la economía. En este sentido, en Copenhague se tendrá que pensar mucho más que sólo en mitigar o adaptar, como se viene impulsando, sino en discutir seriamente este alocado modelo de globalización consumista y algunos países de América Latina tienen propuestas y modelos que llevar y poder mostrar. El globo terráqueo no puede ni debe seguir las metas de consumo de Estados Unidos. ¡No nos alcanzan los mundos! China no debe tampoco seguir este modelo. Debemos seguir otro sendero. Promover el decrecimiento económico sostenible, con más empleos verdes y solidarios en las economías hiperdesarroladas y la disminución de sus consumos desenfrenados (lo mismo que en los enclaves hipertrofiados y consumistas de los países pobres) y por otro lado, el crecimiento sostenible de las economías en desarrollo, para alcanzar una escala mínima de escala humana (alimentación, educación, salud, derechos al buen vivir). Acompañar las tasas de crecimiento negentrópica (las provenientes de la única fuente verdadera de energía que es la solar), del 1 al 3% dependiendo de los ecosistemas y no mucho más. En los niveles tecnológicos actuales y de productividad global, el hecho que la tecnología haga crecer a la economía en niveles del 3,5% como mínimo, estaremos de seguro enfrentando problemas de empleo, siempre y cuando, no se piensen estos empleos de otra manera, totalmente distinta a la forma actual de ver el trabajo que es medido solo en términos de “productividad”. Es posible, que de cara al abismo, una humanidad más solidaria reconsidere la existencia de otras formas de entender el trabajo.

El último gran cataclismo financiero del año pasado tiró por la borda en poco menos de unos meses, las previsiones sobre el hambre en el mundo, planteadas por organismos como la FAO en su errática política de alimentación y aportó a la ecuación de la pobreza unos 1.100 millones de pobres y hambreados (en pocos meses, 200 millones más de hambrientos). El impacto climático, que es una consecuencia directa de las políticas de crecimiento de la economía industrial de los últimos 200 años, no puede ser pagado por ellos.

Los pobres no piensan en el cambio climático. Piensan en comer. Por lo tanto, la crisis financiera ha podido más (por lo menos más rápido) generar más daños a la población global que la crisis climática.

Pero esto ha sido solo una advertencia. El efecto combinado nuevamente en el futuro de ambas crisis tendrá consecuencias impredecibles. Hay que actuar ya, y la responsabilidad está en manos de las economías ricas, de la disminución de sus pautas de consumo de materiales y de energía y en los países pobres en resguardar sus recursos naturales, en ponerlos en valor real ya (quién valora los nutrientes que se “vuelan” hoy en Córdoba o el Chaco, el agua virtual consumida para productos de exportación que no necesitan los argentinos, los servicios ambientales que disminuyen o evitan inundaciones o catástrofes!) y en no seguir a pie juntillas, el canto de sirenas de la economía ortodoxa y la alocada carrera por el consumo superfluo, que nos ha traído hasta este punto. www.ecoportal.net

Walter A. Pengue – Doctor Ingeniero Agrónomo. Universidad Nacional de General Sarmiento. Autor del libro “Fundamentos de Economía Ecológica”, Kaicron Editorial (kaicron@kaicron.com.ar), Buenos Aires, 2009