El consumismo se traduce en estilos de vida “dañinos para personas y medio ambiente”
Por Carolina Gómez Mena, La Jornada, 12 de julio de 2015
Priva en la sociedad un frenesí por tener más que por ser, aseveran especialistas
Especialistas aseveraron que el consumismo es un problema que aqueja a la mayor parte de la población, en los diferentes estratos y edades.
Por medio de la mercadotecnia y la publicidad se impulsa a adquirir bienes, servicios y alimentos en demasía, y en muchas ocasiones, incluso a comprar artículos innecesarios.
Sin embargo con una educación adecuada, sobre todo dirigida a los niños, esta situación puede cambiar, consideraron sicopedagogos, sicólogos y sociólogos.
Los profesores-investigadores Martha Leticia Gaeta González y Juan Martín López Calva, de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, así como Alfredo Villafranca, del Departamento Académico de Estudios Generales del ITAM, y Marco Antonio Rigo Lemini, de la Facultad de Psicología de la UNAM, coincidieron en que actualmente se experimenta un “frenesí por tener, más que por ser”.
En esta lógica, señalaron, prevalece un desenfreno por consumir productos y marcas “para indicar estatus”, lo que se traduce en el desarrollo de estilos de vida poco saludables y dañinos para el medio ambiente y las personas.
Factible, cambiar conductas
Durante la presentación del libro Educando la autorregulación del consumo en la infancia, apuntaron que el comportamiento consumista puede ser modificado.
Gaeta precisó: “No estamos acabados; siempre vamos aprendiendo y nuestras conductas son modificables. Esa es la buena noticia: todos podemos cambiar si queremos”.
Los académicos subrayaron que se requiere “educación que genere herramientas de autorregulación”, que forje un criterio propio, sobre todo en los niños, y resaltaron que “no se trata de prohibir ni sancionar, sino de educar en emociones y pensamiento, así como de retomar valores éticos universales”.
De forma errónea, aseveraron, se considera que mientras mayor cantidad de bienes, servicios y alimentos se compren, se tendrá más felicidad, al grado de que esos productos definen “lo que se es”.
Villafranca, en tanto, afirmó que el consumismo “nos ha llevado, como sociedad, a extraviar la brújula de la felicidad, la autorrealización, la calidad de vida e incluso de la fortaleza del tejido social; nos tiene enfermos”.
Expuso que una persona “consumista vive una patología cultural” y añadió que existe la creencia falsa de que las compras excesivas, que no cubren necesidades reales, “se han convertido en una pauta de éxito cultural, pues ‘mientras más tengo, más feliz soy’”.
López Calva se manifestó por una educación que proporcione “herramientas de autorregulación, la cual no es una pedagogía de sanciones o de prohibiciones, sino que eduque las emociones y pensamiento de los niños para que tengan un consumo responsable y no se dejen llevar por el impulso, por el deseo de comprar y comprar”.
López Calva y Gaeta González resaltaron que “el consumo es inherente a la vida del ser humano”; sin embargo, el “problema se origina cuando aquél es exagerado, cuando se vuelve adictivo y nos hace esclavos porque nos domina”.
Debido al “bombardeo publicitario”, agregaron, parece que no basta consumir, sino que es necesario comprar “cosas más caras, porque existe la idea de que si la marca es mejor, uno se vuelve mejor persona, y no es así”.
El libro que presentaron, dijeron, “plantea cómo la mercadotecnia genera esa sensación falsa de superioridad”.
Agregaron que padres y maestros deben ayudar a los niños “a generar un pensamiento reflexivo, un comportamiento autónomo, educarlos en la libertad para que decidan por sí mismos y conozcan las consecuencias del consumo desmedido”.