El cambio climático y la Amazonia: un grito de alarma

A pesar de medidas gubernamentales, la explotación legal o ilegal de la madera sigue agresiva. Los incendios, accidentales o provocados, destruyen grandes espacios de la selva. Obras públicas de carreteras, pipelines, ferrocarriles y transporte fluvial contribuyen también a la destrucción ecológica.

En medio de esta problemática ambiental se encuentran millones de seres humanos afectados por la transformación de sus medios de vida, la expulsión de sus tierras ancestrales, la colonización de sus territorios y la criminalización de sus protestas. Numerosas especies vivas, animales y vegetales, pagan también el precio de este “progreso de civilización”.

Los olvidos del discurso oficial

En los discursos oficiales no se oye hablar mucho de los costos de esas políticas, es decir, de los millones de toneladas de CO2 enviadas a la atmósfera ni del tipo de uso que se hace de los minerales extraídos o de los productos de la agricultura industrial: oro que, en gran parte, termina en las bodegas de los bancos para garantizar el sistema financiero; hierro, entre otros, para fabricar armamentos; soya, para alimentar el ganado, que a su vez produce más gases de efecto invernadero que el transporte, etcétera.

De verdad la primera responsabilidad está en el Norte, pero la reproducción del mismo modelo de producir y consumir tiene las mismas consecuencias y eso no es en primera instancia un problema moral o político, sino matemático.

Soluciones

Evidentemente, no se trata de hacer de la Amazonia un jardín zoológico ni de transformar los pueblos indígenas en objetos de museo, sino de adoptar una visión holística de la situación, es decir, no segmentar lo real, permitiendo así a una cierta lógica de crecimiento económico proveer la única referencia, olvidando las externalidades ambientales y sociales, o perseguir políticas a corto plazo que obliteran el futuro. Eso puede traducirse en medidas muy concretas.

No se trata tampoco, para los países latinoamericanos, de perder su soberanía y dejar a otras potencias imponer regulaciones en función de sus intereses, sino para los dirigentes políticos tomar juntos medidas positivas de salvación de la selva amazónica en colaboración con los pueblos concernidos. La Unasur podría ser el lugar de colaboración institucional para realizar esta tarea urgente.

La crisis que afecta la región, con una baja de los precios del petróleo y otras commodities, puede ser la ocasión para tomar iniciativas. Los países que lo hagan quedarán en la historia como visionarios.

* Profesor en el IAEN, Ecuador

Caracas, 12/12/14