El cambio climático y la Amazonia: un grito de alarma

Por François Houtart *, La Jornada, 3 de enero de 2015

En Lima, Naciones Unidas organizó en diciembre de 2014 la última reunión preparatoria a la Conferencia de París sobre el Clima de 2015.

Hubo varias referencias a la selva amazónica y también, al margen del encuentro oficial, se organizó un Tribunal de Opinión sobre el Derecho de la Naturaleza, que tocó también el tema.

El problema climático es bastante simple. Al tiempo que las actividades humanas producen más gases de efecto invernadero se destruyen los pozos de carbono, es decir, los lugares naturales de absorción de estos gases: las selvas y los océanos. El resultado es que el planeta no puede regenerase plenamente y que ya necesitamos un planeta y medio para la restauración de la naturaleza, pero tenemos solamente uno.

Tres grandes lugares del mundo tienen reservas forestales importantes reguladoras de los ecosistemas regionales: Asia del sur-este (Malasia e Indonesia), África central (Congo) y la Amazonia. El primero ya ha prácticamente desaparecido: Malasia e Indonesia han destruido más de 80 por ciento de sus selvas originarias para la plantación de palma africana y de eucaliptos.

En el Congo, las guerras habían parado la explotación de madera y la extracción minera, pero estas actividades se renovaron durante los 10 últimos años. La Amazonia está en pleno proceso de degradación.

Las funciones geológicas de la selva amazónica

Con 4 millones de kilómetros cuadrados en nueve países, almacena un total de 109.660 millones de toneladas de C02, es decir, 50 por ciento del C02 de los bosques tropicales del planeta. Un total de 33 millones de personas viven en esa región, y entre ellas 400 pueblos indígenas.

Un estudio de un científico brasileño, Antonio Donato Nobre, O futuro climático da amazõnia. Relatorio de avaliação científica, describe de manera impresionante las funciones de la selva amazónica. Recogió los estudios hechos en Brasil. La historia geológica de la Amazonia es muy anciana.

Se tomaron decenas de millones de años para construir la base de la biodiversidad de la selva, que estableció esta última como “máquina de regulación ambiental” de alta complejidad. Se trata de “un océano verde” en relación con el océano gaseoso de la atmósfera (agua, gases, energía) y con el océano azul de los mares, dice el autor.

Las principales funciones son cinco. Primero, la selva mantiene la humedad del aire, permitiendo lluvias en lugares lejos de los océanos, gracias a la transpiración de los árboles. En segundo lugar, las lluvias abundantes ayudan a conservar un aire limpio. Tercero, se conserva un ciclo hidrológico benéfico aún en circunstancias adversas, porque la selva aspira el aire húmido de los océanos para dentro, manteniendo lluvias en cualquier circunstancia.

La cuarta función es la exportación del agua por los ríos en grandes distancias, impidiendo la descertificación, especialmente al este de la cordillera. Finalmente, ella evita fenómenos climáticos extremos gracias a la densidad forestal, que impiden tempestades alimentadas por el vapor de agua. Por eso se debe defender esta riqueza natural excepcional.

La degradación de la selva

Los efectos de la degradación actual de la selva amazónica son ya visibles: reducción de la transpiración, modificación de las lluvias, prolongación de la estación seca. Solamente en el Brasil hubo, en 2013, una deforestación de 763 mil kilómetros cuadrados, es decir, tres veces el estado de Sao Paulo o 21 veces Bélgica, o también 184 millones de campos de futbol.

Se estima que una disminución de 40 por ciento de la selva significaría el inicio de un proceso de transición hacia la sabana. Actualmente 20 por ciento ha sido destruida y otro 20 por ciento están seriamente afectados. Según una declaración de la FAO, el Día Internacional de la Selva de marzo de 2014, si la evolución sigue igual, dentro de 40 años no habrá más selva amazónica, sino una sabana con algunos bosques.

Por esta razón, el autor del estudio pide una reversión radical estimando que el desafío es todavía posible de ser encontrado. Él propone una restauración de la selva destruida, una difusión de los conocimientos para alimentar la opinión pública y decisiones urgentes de los dirigentes políticos.

Pero, de hecho, ¿qué constatamos? Todos los países que poseen en su territorio una parte de la selva amazónica tienen “buenas razones” para utilizarla. En los países neoliberales hay la idea de explotar recursos naturales que deben contribuir a la acumulación del capital.