El agua de México, botín de empresas privadas, denuncian ante el Tribunal Permanente de los Pueblos

El acuífero (recipiente de agua subterránea) se explota intensivamente para proveer a cerca de 60 mil hectáreas de riego, la mayoría en cultivos de exportación de agricultores privados, privilegiados con bajas tarifas del líquido y subsidios en energía eléctrica.

El fluoruro y el arsénico están presentes en el agua de consumo humano entre dos y diez veces más de lo que la norma oficial mexicana señala como límite de inocuidad. El primero causa osteoporosis, dolores de huesos y desaparición del esmalte de los dientes. El arsénico origina enfermedades neurológicas, epiteliales y cáncer, entre otras.

Una mujer de Terreros rompe en llanto cuando narra cuánto han sufrido sus hijos como resultado del exceso de fluoruro en el agua y la falta de apoyo a la comunidad que después de años de reconocer el problema el gobierno aún no pone fin al envenenamiento de la población. “Todavía hay niños chiquitos con los dientes manchados,” dice. “Se está terminando el agua, no sabemos cuánto tiempo tenemos.”

Hubo un momento de conmoción en el auditorio cuando la presentadora pide que se levanten quienes padecen afectaciones a su salud por las causas mencionadas, y enseguida se pusieron de pie más de cien personas—hombres, mujeres y niños, muchos con evidentes afectaciones de la piel y los dientes.

Las organizaciones denominadas Consejo Estatal de Pueblos Indígenas de Guanajuato, Va por San Miguel de Allende, Charco del Ingenio y Frente Pro Patrimonio añaden el problema de la autopista de Silao a San Miguel de Allende que destruirá humedales, atravesará ríos, dañará bienes arqueológicos en más de 70 sitios y afectará varios yacimientos antropológicos. El proyecto consiste en la construcción de una carretera de 60 metros de ancho, cuyo proceso de aprobación carece de un estudio de impacto ambiental.

Otro caso de sobreexplotación de acuíferos por la voracidad de la industria privada protegida por el gobierno se encuentra en la región de La Laguna, donde la industria lechera está acabando con el agua. Situada en parte de los estados de Coahuila y Durango, la Comarca Lagunera vivió el colapso del cultivo del algodón a finales del siglo pasado. Hoy padece el asentamiento de la empresa más grande de producción de leche en el país, Leche Lala, que ha rentado y comprado terrenos de ejidos y comunidades y acapara el 80 por ciento del agua disponible en la región. La empresa consume 2,400 litros de agua para producir cada litro de leche, con la consiguiente proliferación de pozos que entre más profundos más arsénico tienen.

“La mancha de arsénico ha llegado cada vez más allá y hasta las zonas urbanas por la sobreexplotación del acuífero,” explica la representante de Encuentro Ciudadano Lagunero. Remata, “Más de un millón de laguneros están expuestos al arsénico, mientras una veintena de empresarios son los beneficiarios del problema de la población.”

Previamente, la destrucción de la economía campesina por las políticas de libre mercado y las prolongadas sequías ocasionadas por la crisis climática habían dejado sin opciones a la gente del campo que hoy trabaja de peones en ranchos ganaderos y plantaciones de forraje, como esclavos en las maquiladoras o cruza la frontera hacia el país vecino. Ahora les amenaza la falta de agua limpia. “Cuando se acabe el agua, la Lala agarra sus vacas y las lleva a otro lugar. ¿Y nosotros qué hacemos?”