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Las comunidades de cazadores y recolectores del Pleistoceno probablemente subsistían con proporciones de 4:1 o 5:1 de energía neta, lo que significa que quemaban hasta una caloría de energía por cada cuatro o cinco calorías que recolectaban y consumían. No hay datos precisos, pero los investigadores han llegado a este cálculo a partir de las observaciones modernas.

El estudio de Richard Lee sobre el pueblo “Kung moderno del Kalahari (The Kung San: Men, Women and Work in a Foraging Society, Cambridge University Press, 1979) mostró que una comunidad próspera de 20-30 forrajeros eficientes puede subsistir con una proporción de 10:1 de energía neta. Este nivel de energía neta, relativamente alto, fue lo que permitió a algunas culturas explorar el mundo e incursionar en las artes.

La primera explosión demográfica humana no se debió únicamente a la agricultura, sino a la domesticación de los animales, que permitió a los humanos aprovechar la energía de estos para sí. Además, los seres humanos aprendieron a aprovechar la energía neta de otros seres humanos mediante la práctica de la esclavitud.

Un buey o un esclavo puede producir 5:1 de energía neta mediante su trabajo, pero si el amo le da a uno u otro apenas lo indispensable para que sobreviva, a fin de que efectivamente exista con una proporción de 1:1, es el amo quien se apropia de la energía neta excedente.

Los reyes, los emperadores y los primeros industriales se hicieron ricos extrayendo la energía neta del suelo, de los recursos, de los animales y de otros seres humanos. La agricultura, la ganadería, la esclavitud y la explotación de los trabajadores permitieron a las clases dominantes adquirir y acaparar energía neta que luego utilizaron para construir castillos y carruajes, fundir acero, emprender guerras y acumular más recursos. Los talleres de trabajo esclavizado, conocidos como ‘sweat shops’ son una forma de cosechar energía neta.

La agricultura modesta, preindustrial puede alcanzar una proporción de 10:1 de energía neta y, en algunos casos, mantener este nivel de extracción de energía del suelo haciendo rotación de cultivos y devolviendo nutrientes al suelo. No obstante, en la naturaleza, ‘el éxito’ tiene ciertos límites.

A medida que un organismo o sociedad humana se vuelve, más ‘eficiente’ y hábil para extraer energía de su hábitat, tiende a mermar los recursos de una región en particular. Históricamente, los cazadores y recolectores siguieron un estilo de vida seminómada para compensar este hecho. Muchos asentamientos antiguos se mudaban debido a que se volvían demasiado “exitosos’’ y agotaban su entorno.

El microbiólogo del suelo, Peter Salonius, de Canadá, explica que la humanidad probablemente empezó extralimitar la capacidad de recuperación de la Tierra cuando abandonó la caza y la recolección para dedicarse a la agricultura, tendencia que alcanzó su clímax con la agricultura industrial.

Petróleo, maíz e historia

El descubrimiento del carbón y del petróleo transformó de nueva cuenta a la humanidad, porque dio lugar a una nueva y particular bonanza de energía neta. Los hidrocarburos enterrados en la Tierra representan 500 millones de energía solar captada por la fotosíntesis, convertida en biomasa, depositada en el lecho de los océanos y en el suelo de los bosques, y concentrada por presión gravitacional por miles de años.

En la actualidad, la humanidad quema casi 5 millones de años de luz solar almacenada. Es un retiro enorme y de golpe, del almacén de energía del planeta. La concentración de dicha energía era de tal magnitud, que nos brindó “energía neta” sin precedente.

La primera ola de pozos de petróleo modernos, más o menos de 1920 a 1940, produjo una proporción de energía neta superior a 100:1. Producir 100 barriles costaba el equivalente a un barril. De pronto, quienes vivían en el mundo industrializado gozaban de tanta energía neta barata que literalmente podían dominar el mundo entero. La Segunda Guerra Mundial fue, en parte, por la energía, especialmente en los campos petroleros del Caspio, en el Oriente Medio y en el norte de África. Churchill lo reconoció cuando dijo: “Tenemos que buscar el petróleo… comprarlo con regularidad y a precio bajo en la paz, y con absoluta certidumbre en la guerra.”

En 1990, el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, dijo con respecto de la guerra del Golfo Pérsico: “Estamos ahí porque… esa parte del mundo controla el suministro mundial de petróleo y quien controle el suministro de petróleo … tendrá a la economía mundial por el cuello.”