Debemos plantear el decrecimiento

* En áreas montañosas mineras de Apalachia en Estados Unidos están pulverizando con dinamita los topes de los cerros para sacarles carbón.

* En Canadá están sacando combustible de esquisto bituminoso (shale oil) en uno de los emprendimientos más espectacularmente destructivos del ambiente de todos los tiempos.

* Se populariza en Estados Unidos la infame técnica del fraqueo (fractura hidráulica), la cual es fatal para los recursos hídricos (12).

* Y encima de eso, se hincan pozos petroleros en aguas profundas, como es el caso de la explotación del enorme yacimiento conocido como la camada pre-sal en el océano Atlántico por parte de la empresa brasileña Petrobrás, en aguas de kilómetros de profundidad, que son más peligrosas aún que donde ocurrió el reciente desastre Deepwater Horizon (13). Estas formas de extracción de combustible fósil no solucionan para nada el problema del cambio climático. Al contrario, lo empeoran. Por lo general, informaciones como éstas devengan en una ola de apoyo a la energía nuclear como alternativa. Pero el desastre de Fukushima ha sido la sentencia de muerte para esta opción energética. En el reactor 4 de Fukushima hay actualmente 1.300 cilindros de combustible nuclear altamente radiactivos dentro de una estructura que se está desmoronando. Si el sistema de enfriamiento falla o si los cilindros son expuestos al aire, podría ocurrir una explosión en la que se liberaría 15 mil veces la cantidad de radiación que se emitió en la explosión de Hiroshima (14). Fukushima queda a 200 millas de Tokyo, cuya área metropolitana tiene sobre 30 millones de habitantes. No me gusta decir “se los dije”, pero los oponentes de la energía nuclear habíamos estado advirtiendo sobre precisamente este tipo de escenario desastroso desde hace décadas. ¿Que hacemos entonces? Al parecer, todos los caminos conducen a las fuentes energéticas renovables, como la fotovoltáica y la eólica, pero el panorama no es tan sencillo. El grueso de las propuestas de energías renovables descansan sobre premisas fantasiosas e irreales, según expertos como el canadiense Vaclav Smil y el australiano Ted Trainer. Ambos señalan que los proponentes de la revolución de las fuentes renovables subestiman malamente la cantidad de capital y tiempo que tomarán los cambios necesarios para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Es natural. Es de esperarse. Los empresarios de las energías alternas son capitalistas, no menos que los ejecutivos de las empresas petroleras, y todo capitalista tiende, aunque sea de manera inconsciente, a exagerar beneficios y subestimar costos. Quede claro que ni Smil ni Trainer se oponen a las alternativas renovables. “El afán por fuentes de electricidad no basadas en carbono es altamente deseable… Pero esto sólo puede ocurrir si los planificadores tienen expectativas realistas”, aconseja Smil (15). Por su parte, Trainer promulga una filosofía ecologista y frugalista que él llama “El Camino Simple” (The Simpler Way) y advierte que las energías renovables no son viables en un sistema económico basado en el crecimiento continuo, en el que la demanda de energía y materias primas va en constante aumento, en una sociedad consumista ubicada en un espiral ascendente de consumo y desperdicio. Como alternativa, Trainer promulga una filosofía ecologista y frugalista que él llama “El Camino Simple” (The Simpler Way), la cual él expuso en su libro “Abandon Affluence”, (1985), y más recientemente en “The Transition to a Just and Sustainable Society” (2010). “Podemos y deberíamos transicionar a un 100% de energía renovable, y podríamos así darle energía a una sociedad idílica… pero sólo si nos deshacemos del compromiso con el crecimiento económico, dominación de mercado, globalización, capitalismo y estilos de vida opulentos, y en lugar de eso adoptamos los principios básicos del Camino Simple” (16). “Un radicalmente diferente ‘Camino Simple’ podría ser viable y atractivo”, dice Trainer en un artículo publicado en la revista verde ecologista Synthesis/Regeneration (Hoy llamada Green Social Thought). Tal visión “acoge estilos de vida frugales, comunidades pequeñas y altamente autosuficientes, y modalidades participativas y cooperativas en una economía que no es dirigida por el crecimiento o fuerzas de mercado” (17). Una propuesta quizás utópica, pero que urge discutir. Debemos plantear el decrecimiento económico, con la misma pasión que planteamos la justicia y equidad económica. Afortunadamente no se trata de una propuesta nueva. Ya ha sido desarrollada y promovida por años por parte de pensadores ecologistas y economistas, como el francés Serge Latouche, el catalán Joan Martínez Alier y el estadounidense Herman Daly, entre otros. Más recientemente han entrado al debate un par de voces nuevas, los economistas Tim Jackson y Peter Victor, británico y canadiense respectivamente, quienes nos invitan a considerar prosperidad sin crecimiento. La solución a la debacle global ecológica y energética no puede ser simplemente la introducción de tecnologías nuevas, por ecológicamente sanas que éstas puedan ser. Sin cambios en los modelos económicos, las energías renovables servirán apenas de parchos temporeros que no detendrán el colapso global de los sistemas naturales y sociales que hacen la vida humana posible. Ruiz Marrero es autor, periodista investigativo y educador ambiental puertorriqueño. Tiene maestría en ecología social de Goddard College y es catedrático del Instituto de Ecología Social. Desde 2004 mantiene el blog Haciendo Punto en Otro Blog (http://carmeloruiz.blogspot.com/search/label/esp). Su cuenta Twitter es @carmeloruiz. Notas 1) “La función del IPCC consiste en analizar, de forma exhaustiva, objetiva, abierta y transparente, la información científica, técnica y socioeconómica relevante para entender los elementos científicos del riesgo que supone el cambio climático provocado por las actividades humanas, sus posibles repercusiones y las posibilidades de adaptación y atenuación del mismo. El IPCC no realiza investigaciones ni controla datos relativos al clima u otros parámetros pertinentes, sino que basa su evaluación principalmente en la literatura científica y técnica revisada por homólogos y publicada.” http://www.ipcc.ch/home_languages_main_spanish.shtml#1