Cofepris aprueba el consumo humano de maíz tóxico

El catedrático explica que la aprobación de las siembras de maíz transgénico tiene un impacto político y de nacional. Prevé a largo plazo la pérdida de productividad agrícola, mayor dependencia alimentaria y tierras yermas. “México será absolutamente dependiente en términos de su alimentación y un pueblo que es dependiente, que no puede producir ni siquiera la comida que necesita para su subsistencia, es un país condenado a la subordinación”.

Transgénicos, sin ventajas para el consumidor y el clima

Tras la decodificación completa del mapa del genoma humano en 2001, las ciencias de la vida se revolucionaron.

El conocimiento del hombre sobre la genómica y su convergencia con tecnologías, como la informática y la nanotecnología, posibilitaron la transformación de la información genómica en bienes y servicios.

Desde entonces, los transgénicos han sido promocionados como una tecnología capaz de generar plantas resistentes a los efectos nocivos del cambio climático. En este caso, resistentes a suelos salinizados, la sequía, falta de agua o heladas.

Para Alma Piñeyro, integrante de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, la biotecnología aplicada a cultivos agronómicos y en manos del interés privado, hasta el momento, no han traído ventajas agronómicas ni sociales que puedan compensar los costos.

“A manos de las corporaciones, la ingeniería genética no ha hecho al mundo menos inseguro alimentariamente, no ha alimentado a los pobres, no ofrece respuestas a los retos que tienen que ver con una población creciente o con el cambio climático, ni para el consumidor, puesto que a éste último el alimento modificado no le ofrece proteínas, más vitaminas o más minerales”.

Piñeyro afirma que hasta ahora la ingeniería genética no ha logrado crear organismos resistentes a la sequía o a las heladas, porque el conocimiento se encuentra todavía en un nivel básico. “Actualmente no existe ninguna que tenga esta cualidad”.

La bióloga atribuye la falta de éxito a que la resistencia no se basa solamente en un gen sacado de un organismo y metido a otro, sino de muchos genes en acción concertada. “[Se] requiere aproximaciones que son mucho más complejas que las que son utilizadas para hacer transgénesis tradicional y eso todavía no lo han podido hacer”.

Antonio Turrent, investigador nacional emérito del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, subraya que tan sólo el maíz contiene 50 mil genes y estima que la respuesta de la planta a la sequía involucra de 500 a 1 mil genes.

A falta de recursos, dice el también presidente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, la biotecnología introduce a los organismos un gen de otra especie con la idea de que va a movilizar toda la maquinaria genética. “Eso es lo mismo que creer que un gen puede sustituir el trabajo de 500”, pero eso, asegura, es lo único que puede hacer la ingeniería genética: “hasta ahora no puede hacer más”.

Turrent ejemplifica con la extremófila, llamada así porque vive en condiciones extremas. Un ejemplo es una planta australiana que puede reverdecer y crecer luego de haber perdido hasta un 85 por ciento de humedad.

“De ella se ha sacado el gen responsable de esta característica y se introduce con la idea de darle al maíz resistencia a la deshidratación”.

Moratoria

En 1999, la Comisión Nacional de Biodiversidad Agrícola de México estableció una moratoria sobre las pruebas de maíz y su siembra comercial debido a que México es centro de origen y diversidad genética de este grano.

Aunque las condiciones que la motivaron prevalecen, en 2009 el gobierno de Felipe Calderón rompió arbitrariamente la moratoria. Desde entonces la Comisión de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados ha autorizado 177 pruebas de maíz transgénico a cuatro empresas trasnacionales: Dow Agrosciences, DuPont, Monsanto y Syngenta.

El relator especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier De Schutter, visitó México en 2011 y presentó ante el Consejo de Derechos Humanos, en su 19 periodo de sesiones, un informe en el que advertía de los riesgos del cultivo de maíz transgénico en el país, pero el gobierno mexicano rechazó la recomendación.

Contralínea solicitó entrevista con Sol Ortíz García, entonces directora de Información y Fomento a la Investigación de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, integrada por los titulares de las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación; Medio Ambiente y Recursos Naturales; Salud; Educación Pública; Hacienda y Crédito Público, y Economía, así como por el director General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. El órgano del Poder Ejecutivo federal se encarga de establecer las políticas relativas a la seguridad de la biotecnología respecto del uso de los organismos genéticamente modificados. Sin embargo, hasta el cierre de administración del gobierno federal, que encabezó Calderón Hinojosa, no se obtuvo respuesta.