Cinco consejos en la lucha contra los transgénicos

2.- La formación de coaliciones poco convencionales entre los más radicales y los moderados aumenta la masa crítica

Después de 20 años de educación del público y de defensa de los consumidores, los movimientos a favor de una alimentación más natural han constituido una coalición de grupos sin fines de lucro y de interés público, tales como la Asociación de Consumidores Ecológicos o Food Democracy Now, o empresas de cultivo ecológico, lo que no está acercado a algo parecido a una masa crítica.

Más de 100 millones de consumidores estadounidenses compran de forma regular alimentos ecológicos, dando lugar a un mercado en rápido crecimiento que ya mueve 80 mil millones de dólares al año. Uno de los logros más importantes del movimiento Derecho a Saber, pidiendo el etiquetado de los transgénicos, ha sido el de unir a grupos muy diversos en la promoción y recaudación de fondos sin ánimo de lucro en favor de una alimentación más sana y en un cambio de mentalidad. Después de 20 años operando con presupuestos muy reducidos, de constituir empresas de producción ecológica, se ha conseguido recaudar la nada desdeñable cifra de 20 millones de dólares para apoyar las iniciativas de etiquetado de los transgénicos, en California y Washington, mientras que se ha presionado a importantes marcas, como Whole Foods Market, Trader Joe y Chipotle, que apoyen el etiquetado.

Al mismo tiempo, grupos de activistas más radicales están aprendiendo que para conseguir el mayor impacto hay que trabajar con grupos moderados. Esta estrategia del dentro-fuera ha permitido a los grupos más radicales en favor de una alimentación ecológica, resaltar los impactos alarmantes y en el ambiente de los transgénicos, llevando a cabo boicots, manifestaciones y la acción directa, mientras que los grupos más moderados apelan al mensaje del derecho a saber lo que hay en los alimentos que consumimos.

3.- La presión del mercado y la acción política deben ir de la mano

Los activistas contra los transgénicos ya han aprendido que la presión del mercado y la acción política deben ir de la mano. No es suficiente con la compra de los alimentos y productos ecológicos y no transgénicos para compensar a aquellas empresas que los comercializan y por el contrario desechar otro tipo de alimentos, debemos apoyar políticamente un ambiente sano, alimentos respetuosos con el clima y el suelo. Si queremos desterrar del mercado los alimentos transgénicos, no sólo hay que practicar en nuestra vida cotidiana lo que predicamos, sino también en la vida política e involucrarnos en batallas legislativas y en campañas políticas.

Una importante consecuencia de la presión del mercado y los boicots de los transgénicos, en su potencial para dividir de forma gradual a nuestros oponentes. En el caso del movimiento en contra de los transgénicos, se ha empezado a abrir una brecha entre la empresas de Biotecnología, la Agricultura Industrial y sus antiguos aliados, los fabricantes de alimentos y las cadenas de supermercados. A raíz de la Propuesta 37 de etiquetado en California, la Asociación de Consumidores Ecológicos y sus aliados emprendieron un boicot nacional contra aquellas empresas que habían gastado hasta 20 millones de dólares, y otros 30 millones procedentes de la Empresas de Biotecnología, para derrotar la Propuesta 37. Sabemos que muchas de ellas vieron disminuir sus ingresos, lo que obligó a otras importantes multinacionales, como Unilever, a mantenerse alejada de las actividades en contra del etiquetado. Otro gigantes de la distribución, como Wal-Mart, por temor a la respuesta de los consumidores, han comenzado a presionar a la FDA para que se ponga etiqueta a los alimentos transgénicos.