Campo: la reforma que sí va y la que no

En este contexto, es peligroso someterse a los tiempos y las formas que el gobierno quiere marcarle a las organizaciones. Hay que actuar en paralelo al menos en dos grandes líneas estratégicas: la primera es activar y diversificar las resistencias no sólo a las reformas sino al modelo depredador y des-civilizatorio que entrañan: resistencia al despojo de territorios, a la apropiación de los acuíferos, al fracking; al neolatifundismo de empresas energéticas y mineras; al uso de transgénicos, a la contaminación de áreas naturales, a las megapresas. Es necesario encontrar la forma de apoyar, vincular, multiplicar, comunicar, sin centralizar ni controlar políticamente la multiplicidad de actores de estas resistencias, buscando a la vez hacerlas más contundentes.

La otra línea es de información y de opinión: cultivar la conciencia colectiva de que la reforma que se está imponiendo perjudica no sólo a los campesinos, indígenas y productores rurales, sino a toda la población en tanto consumidores de alimentos, beneficiarios de los servicios ambientales del agro, usuarios del agua, respiradores de oxígeno, disfrutadores de paisajes. Debe extenderse la conciencia de que no se trata de una reforma para el campo, sino contra el campo, contra la producción de alimentos, contra la nación, contra el planeta.