Campo en paro

Por Víctor M. Quintana S., La Jornada, 28 de marzo de 2014

Cuatro de cada 10 mexicanos no tienen con qué comprar la comida que necesitan, según la OCDE. Sin embargo, el país produce y tiene con qué producir suficientes alimentos básicos y de precio accesible para el pueblo. ¿Entonces, qué es lo que pasa?

Hay varias situaciones a considerar: los productores de frijol de Zacatecas, Durango y Chihuahua no tienen más remedio que aceptar de los intermediarios que les paguen a 6 pesos el kilo de su cosecha, pero la leguminosa en los supermercados no baja de 12 pesos. En tierras chihuahuenses, donde se produce casi 70 por ciento de la manzana del país, los productores están regalando su fruta; sin embargo, en las tiendas de autoservicio no se consigue abajo de 20 pesos el kilo. A los lecheros, las empresas procesadoras les pagan máximo a 5.90 pesos el litro, pero los consumidores lo compran, cuando muy barato, a 13 pesos. El chile seco que se pagaba a 36 pesos el kilo al productor; ahora se paga a sólo 22 pesos.

Así sucede con la mayoría de los productos agropecuarios básicos: hay suficiente producción para satisfacer las demandas de los consumidores nacionales, pero los intermediarios acaparan las ventas al mayoreo y medio mayoreo y establecen precios para tener un gran margen de ganancia. Resultado: pérdida para productores y para consumidores. Aquí el Estado falla cuando menos en tres sentidos: no interviene para regular el precio de los alimentos básicos al consumidor final; no constituye una reserva estratégica de alimentos para resistir la especulación, y a través de sus organismos de crédito, como la Financiera Rural, da prioridad a intermediarios y coyotes para financiar la compra de cosechas.

Otra situación la revela con claridad el caso del maíz. De acuerdo con la Sagarpa, durante los meses de enero y febrero la importación de maíz amarillo se disparó 142 por ciento con respecto al mismo periodo del año pasado, cuando las importaciones del grano pasaron de 553 mil 970 toneladas a un millón 344 mil. En tanto, las importaciones de maíz representaron, al primer bimestre del año, 151 mil 908 toneladas, contra 41 mil del año pasado, un aumento de 270 por ciento.

Diversas organizaciones y productores en lo individual denuncian que el alza en las importaciones y la baja en la producción nacional de la gramínea se deben, fundamentalmente, a que se han ido descapitalizando, pues el precio internacional del maíz se derrumbó de 4 mil 800 pesos la tonelada a sólo 2 mil 800 o 2 mil 900 pesos. El gobierno federal poco o nada hizo para amortiguar tan drástica baja y por ello los productores se descapitalizan, producen menos y el país importa más y pierde su soberanía alimentaria. Lo peor es que los consumidores también lo sufren: un kilo de tortillas les cuesta lo que a los productores les pagan por cinco kilos de maíz.

El peor de los mundos, pues. Los consumidores encuentran la comida cada vez más cara y los productores reciben menos por lo que producen y por lo tanto no pueden producir más. Con razón el Banco de México acaba de señalar que persiste la desaceleración económica y que no se observan repuntes ni en la inversión ni en el consumo… y menos con políticas como las que se están aplicando en agricultura y alimentación.

El dirigente de El Barzón de Chihuahua, Yako Rodríguez, expone la situación muy clara en el caso de los energéticos para el campo: el diesel va a superar la barrera de 13 pesos por litro este fin de semana; para comprar un litro de gasolina se requiere vender casi cinco kilos de maíz, cuando en 1985 los productores del noroeste de Chihuahua formaron el Movimiento Democrático Campesino exigiendo que un kilo de la gramínea valiera lo mismo que un litro de gasolina. En lo que se refiere a la energía eléctrica, la CFE continúa con su política de empresa privada y no de entidad impulsora del desarrollo y acaba de colocar a 800 productores chihuahuenses en el Buró de Crédito.

Hablando de crédito, hace casi 20 años que la mayoría de los productores de riego, el 95 por ciento, y el total de los temporaleros, se financian con sus propios medios; mientras la banca de desarrollo y la privada orientan sus préstamos a intermediarios y grandes productores.