¡Ahora es cuando, para luego es tarde! Dejemos germinar nuestra semilla contra el hambre

Por Campaña Nacional sin Maíz no Hay País, 4 de septiembre de 2013

En México, los primeros elotes suelen cortarse a fines de septiembre en algunas zonas y para ello se elije el día de San Miguel, que se celebra el 29 de este mes. La cosecha es una fiesta pues finalmente las y los campesinos atesoran el fruto de su trabajo y ese día lo festejan y lo comparten con alegría.

En algunos lugares se recogen flores de pericón y se elaboran cruces que se colocan en las cuatro esquinas de la milpa, ya que se cree que al hacer esto se ahuyenta la hambruna. La milpa es un lugar sagrado, pues es donde se asegura la reproducción de los alimentos y la forma de vida campesina que creó y sigue recreando el 16% de los alimentos que hoy consume la humanidad: no sólo nuestro maíz, la calabaza, el frijol, el aguacate, el jitomate, la vainilla, entre muchas otras plantas.

Los mexicanos no sembramos solamente maíz, hacemos milpa. Y son dos cosas distintas porque el maíz es una planta y la milpa es un modo de vida. La milpa en la que se acompañan y ayudan los cultivos, se convierte de la misma manera en un modo de vida donde cada producto, desde su diferencia, se ayuda y se acompaña. El maíz nunca va solo, lo acompaña el frijol que fertiliza la tierra, la calabaza que protege la tierra, los quelites que ahuyentan a las plagas; así el modo de vida campesina nos ha enseñado a vivir en familia, en comunidad: ayudándonos unos a otros y de alguna manera aprovechando la diferencia de cada uno porque, por ejemplo, en el campo las tareas se dividen y colectivizan a la vez.

De esta manera aspiramos a ser y hacer milpa: tener una sociedad en la que la diferencia de cada quien se convierte en la oportunidad para ayudarnos y complementarnos. El maíz es uno, la milpa es muchas y muchos; el maíz discursea, la milpa dialoga; el maíz es ensimismado, la milpa solidaria; el maíz es monocorde, la milpa polifónica; el maíz es singular, la milpa plural; los maizales son disciplinados cual desfiles militares y en cambio las milpas jacarandosas y desfajadas como carnavales; el maíz se siembra, la milpa se hace; el maíz es un cultivo, la milpa somos todos y todas.

Con la llegada del Tratado de Libre Comercio y la política impuesta por Raúl Salinas en México, los campesinos fueron condenados a migrar en las peores condiciones y dejar la tierra en manos del narcotráfico que asola el campo,  mientras que importábamos los alimentos. La apuesta fue que unos cuantos como Eduardo Bours, Roberto González, Lorenzo Servitje, se apropiaran del jugoso negocio del campo, se abriera el negocio a las trasnacionales como Monsanto, Cargill, Wall-Mart y los territorios se vaciaran para apropiarse de su agua, bosques, minerales y recursos genéticos.

La injusticia cometida a los y las campesinas que nos han alimentado y lo siguen haciendo, que permitieron el crecimiento de este país y que hoy gracias a sus remesas, son el segundo ingreso de México que nos permite sobrevivir; ; han sido menospreciados y hechos de lado,  constituyendo un delito de lesa humanidad que no sólo los ha arrasado a ellos, sino que a las poblaciones urbanas nos ha sometido a un modelo de alimentación que nos tiene en una epidemia de obesidad que se contrapone al hambre que crece.

A pesar de ello, el modo de vida campesina persiste y subsiste y hoy se erige como una alternativa a la grave crisis alimentaria en que están sumidos el mundo y nuestro país.