Agrotóxicos: la otra cara de los cultivos transgénicos

Por Omar Arellano-Aguilar*, La Jornada, 4 de noviembre de 2013

La siembra de maíz transgénico en nuestro país ha generado un gran debate y preocupación por parte de un amplio sector de científicos y del público en general. No es para menos, pues existen diversos riesgos que deben ser considerados: entre ellos la posible contaminación de las variedades silvestres en el centro de origen y diversidad del maíz y el control monopólico de la producción. Pero quizás uno más de los impactos que los promotores de los organismos genéticamente modificados (OGM) omiten mencionar es el que tiene que ver con el uso de sustancias químicas tóxicas.

Cuando se siembran transgénicos de soya, algodón, papa, canola y maíz se usan inicialmente dos tipos de herbicidas (mata hierbas); el glifosato (nombre comercial Rounduop®) y el glufosinato de amonio. Se trata de dos compuestos químicos que eliminan a las plantas que crecen en cualquier tipo cultivo y que tradicionalmente el agricultor retira manualmente. El glifosato es un herbicida sistémico, es decir, la planta lo absorbe, en cambio el glufosinato sólo se queda impregnado en las hojas.

Debido a que los OGM son resistentes a estos herbicidas pueden sobrevivir y el agricultor ya no se preocupa por deshierbar. Hasta aquí todo parece ventajoso y cualquiera pensaría que al ser herbicidas no afectan a los animales. Sin embargo, es todo lo contrario y por ello representa un riesgo que no debemos omitir y por lo cual muchos países como Corea del Sur, Japón, Hungría y Perú, desde hace 10 años han tomando la decisión de no permitir la siembra o importación de semillas de OGM en su territorio.

Hace 20 años, tanto el glifosato como el glufosinato se consideraban de bajo riesgo para el ambiente y la salud humana. Recientemente, los trabajos de Guilherme y cols. (2013)1, Piola y cols. (2013)2, Yadav y cols. (2013)3, entre otros, han demostrado que ambas sustancias representan riesgo alto, pues causan daño en el material genético (ADN) y metabolismo de especies benéficas, como las lombrices de tierra y en animales como anfibios, peces e incluso mamíferos pequeños.