Agroecología, Pequeñas Granjas y Soberanía Alimentaria

Por Miguel A. Altieri (Traducido por Ana María Quispe, dietista, ecóloga) Monthly Review, July-August 2009

[Miguel A. Altieri es profesor de agroecología de la Universidad de Berkeley California y es autor de numerosos artículos y libros en agroecología. El ha ayudado a coordinar programas de agroecología en Latinoamérica y otras regiones de las Naciones Unidas y Organizaciones no Gubernamentales]

Fuerzas globales están retando la habilidad de los países en desarrollo de alimentarse. Un número de países ha organizado sus economías en torno a un sector agrícola competitivo orientado a la exportación, basado principalmente en monocultivos. Se puede argumentar que las exportaciones agrícolas de cultivos como la soya de Brazil, contribuyen significativamente a las economías nacionales, generando divisas que pueden ser usadas para comprar otros bienes que provengan del extranjero. Sin embargo este tipo de agricultura industrial también genera una variedad de problemas económicos, de medio ambiente y sociales, incluyendo impactos negativos en la salud pública, en la integridad del ecosistema, en la calidad de los alimentos y en muchos casos la disrupción de las tradicionales vidas rurales, acelerando el endeudamiento de miles de agricultores.

La presión cada vez mayor hacia una agricultura industrial y globalizada -con énfasis en cultivos de exportación, recientemente cultivos transgénicos, y con la rápida expansión de cultivos dependientes de biocombustibles (caña de azúcar, maíz, soya, palma aceitera, eucalipto, etc.) – está transformando la agricultura mundial y los alimentos con potencialmente severos impactos y riesgos económicos, sociales y ecológicos. Esta transformación está ocurriendo en medio de cambios climáticos que se estima tendrán profundos efectos en la productividad de los cultivos, principalmente en las zonas tropicales de países en desarrollo. Riesgos incluyen inundaciones en zonas bajas, mayor frecuencia y severidad de sequías en zonas semiáridas, condiciones excesivas de calor, las que pueden limitar la productividad agrícola.

Globalmente, la Revolución Verde, mientras aumenta la producción de los cultivos, ha demostrado ser no sustentable a la vez que ha dañado el medio ambiente causando la dramática pérdida de la biodiversidad y la asociada sabiduría tradicional, favoreciendo a los agricultores ricos y sumiendo a los pobres en profundas deudas (1). La nueva Revolución Verde propuesta para África a través de la multi-institucional Alianza de la Revolución Verde (AGRA), parece destinada a repetir el trágico record dejado por las milagrosas semillas dependientes de fertilizantes en Latinoamérica y Asia, incrementando la dependencia en insumos externos y variedades de plantas protegidas por patentes que el pobre agricultor no puede adquirir (ej. el costo de fertilizantes ha subido el 270 por ciento el año pasado) y en ayuda extranjera (2).

Ante estas tendencias globales los conceptos de soberanía alimentaria y los sistemas ecológicos de producción han ganado mucho interés en las últimas dos décadas. Nuevos procesos y tecnologías que implican la aplicación combinada de la ciencia agroecológica moderna y la sabiduría de sistemas ancestrales encabezada por miles de agricultores, ONGs, y algunas instituciones gubernamentales y académicas, han demostrado optimar la seguridad alimentaria, conservando las fuentes naturales, la biodiversidad, la tierra y el agua  en cientos de comunidades rurales de diversas regiones (3). La ciencia de la Agroecología, la aplicación de conceptos y principios ecológicos en el diseño y manejo de eco-sistemas agrícolas sustentables, proveen un marco para evaluar la complejidad de los agro-ecosistemas. Este enfoque se basa en mejorar el hábitat tanto en la superficie y en el suelo para producir plantas fuertes y saludables promoviendo organismos beneficiosos que a la vez contrarresten las plagas (maleza, insectos, enfermedades y nematodos) (4).

Por centurias, la agricultura de los países en desarrollo se construyó sobre las fuentes locales de tierra, agua y otros recursos, así como de las variedades locales y la sabiduría nativa. Esto ha nutrido biológica y genéticamente la diversidad de las pequeñas granjas, construyendo un poder de restauración que les ha ayudado a ajustarse a los rápidos cambios climáticos, plagas y enfermedades (5). La persistencia de millones de hectáreas agrícolas bajo el manejo ancestral y tradicional en terrenos levantados, terrazas, policultivos (con un número de cultivos que crecen en un mismo lugar), sistemas agroforestales, etc., es muestra de una exitosa estrategia ancestral y constituye un tributo a la creatividad de los agricultores tradicionales. Este micro-cosmos de agricultura tradicional ofrece modelos promisorios para otras áreas, pues promueven la biodiversidad y crecen sin agro-químicos además de proveer de cosechas todo el año. Los nuevos modelos de agricultura que la humanidad necesita incluye métodos de cultivo más ecológicos, biodiversos, locales, sustentables y socialmente justos. Ellos se cimentan en el concepto ecológico de la agricultura tradicional a pequeña escala representando ejemplos establecidos de una exitosa agricultura local y comunitaria. Estos sistemas han alimentado al mundo por centurias y continúan haciéndolo en muchas partes del planeta (6)