Agricultura familiar, central en la erradicación del hambre y la pobreza

Por Boletín UNAM-DGCS-598, 15 de octubre de 2014

Seguridad alimentaria y el campo, dos rubros que en ocasiones no forman parte de la agenda pública, consideró Luis Gómez Oliver, de la FE de la UNAM • En el marco del Día Mundial de la Alimentación 2014, que se conmemora este 16 de octubre, el economista resaltó la importancia de la actividad agrícola de base familiar

La seguridad alimentaria y el campo son dos rubros que en los últimos años no han formado parte de la agenda pública, que básicamente se ha centrado en temas como la energía, aspectos financieros o la violencia, pero no en un área de gran relevancia como la disponibilidad de alimentos y el acceso de las personas a ellos, o en la marginalidad y pobreza del medio rural, apuntó Luis Gómez Oliver, catedrático de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM.

El universitario destacó que meses atrás se planteó una reforma profunda del campo, pero sólo se abordaron cuestiones como mejorar el financiamiento y un cambio cosmético.

En ocasión del Día Mundial de la Alimentación 2014, que se conmemora este 16 de octubre con el tema “Agricultura Familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta”, el economista resaltó la importancia de esa actividad, cuyo papel es central en la erradicación del hambre y la pobreza, en la protección del medio ambiente y en el logro del desarrollo sostenible de las zonas rurales.

En el ámbito mundial, 75 por ciento de las unidades productivas agropecuarias desarrollan un proceso diferente al de las grandes empresas del área, más adecuado a las condiciones locales y basado principalmente en el trabajo familiar; hace un uso más sustentable de los recursos naturales y es más amigable con el entorno.

Algunos estudios distinguen tres tipos de agricultura familiar: de subsistencia, en transición y consolidada. En el primer caso, el agricultor siembra para el autoconsumo, como complemento de los ingresos económicos que obtiene a través de una actividad remunerada ajena a esa área y de subsidios gubernamentales. “Aquí, los campesinos producen, pero no viven de ello”.

En la consolidada, una parte significativa de la producción se destina al mercado. Mientras, la de transición es la que pasa de un nivel al otro. Sin embargo, no siempre es en el sentido positivo, de la de subsistencia a la consolidada; muchas veces es en el sentido inverso, sobre todo a consecuencia de la emigración de la fuerza de trabajo de los jóvenes.

En México existen cinco millones y medio de unidades rurales productivas. Solamente medio millón son de agricultura empresarial, pero poseen el 75 por ciento del mercado. En el otro extremo hay aproximadamente 3.5 millones de unidades rurales de agricultura familiar de subsistencia, que en total participan apenas con el siete por ciento de las ventas. La consolidada está compuesta por cerca de un millón de unidades productivas, cuya cuota de mercado total es de 18 por ciento.

Gómez Oliver resaltó la necesidad de enfocarse en el establecimiento de políticas diferenciadas de apoyo al agro. Los tres segmentos son importantes, pero presentan problemas y requerimientos diferentes y debe diseñarse una estrategia integral, pero diferenciada en cuanto a los instrumentos.

No obstante, a la fecha “existen dos enfoques erróneos. En primer término, el de la política actual que destina 75 por ciento de los apoyos a los grandes productores, muchas veces sin efecto real, porque favorece las ganancias, pero no siempre se impulsa la producción; en tanto, a las explotaciones familiares, dentro de las cuales no se separa la producción de autoconsumo de la familiar consolidada, solamente se canalizan apoyos de alivio a la pobreza.

El segundo enfoque, también equivocado, pretende aumentar los recursos para apoyar a la agricultura familiar, pero sin diferenciar entre la de subsistencia y la consolidada, lo que resulta inmanejable.

Los productores de subsistencia contribuyen a la seguridad alimentaria de sus familias y comunidades, pero no tienen activos para participar en el mercado, incluso muchas de estas unidades carecen absolutamente de tierra.

Las más de las veces son compradores netos de alimentos. Su desarrollo no puede basarse en la actividad agrícola; demandan una estrategia de desarrollo territorial, que aproveche el potencial productivo de diversa índole, con mejores niveles de empleo y de ingreso en áreas no agropecuarias, lo que además favorecerá una mejor producción de autoconsumo.