Palabras de la Comandancia General del EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente Moisés, al terminar el acto con la caravana de familiares de desaparecidos y estudiantes de Ayotzinapa, en el caracol de Oventik, el día 15 de noviembre del 2014

Por Enlace Zapatista, 15 de noviembre de 2014

Madres, Padres y Familiares de nuestros hermanos asesinados y desaparecidos en Iguala, Guerrero:

Estudiantes de la Escuela Normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero:

Hermanos y hermanas:

Agradecemos de todo corazón que nos hayan dado su palabra.

Sabemos que para poder traernos esa palabra directa, sin intermediarios, sin interpretaciones ajenas, tuvieron que viajar muchas horas y padecer cansancio, hambre, sueño.

Sabemos también que para ustedes ese sacrificio es parte del deber que sienten.

El deber de no abandonar a los compañeros desaparecidos por los malos gobiernos, de no venderlos, de no olvidarlos.

Por ese deber es que iniciaron su lucha aun cuando no se les hacía el menor caso y los hermanos hoy desaparecidos eran catalogados como “pelones”, “novatos”, “revoltosos”, “futuros delincuentes que se lo merecían”, “porros”, “radicales”, “nacos”, “agitadores”.

Así los llamaron muchos de los que ahora se amontonan alrededor de su digna rabia por moda o conveniencia, cuando entonces querían culpar a la Normal Raúl Isidro Burgos de la desgracia.

Todavía hay quienes allá arriba lo siguen intentando, queriendo distraer así y esconder al verdadero culpable.

Por ese deber ustedes empezaron a hablar, a gritar, a explicar, a contar, a usar la palabra con coraje, con digna rabia.

Hoy, en el montón de palabras huecas que otros y otras arrojan sobre su digna causa, ahora se pelean ya por quién hizo que fueran conocidos, escuchados, comprendidos, abrazados.

Tal vez no se los han dicho, pero han sido ustedes, los familiares y compañeros de los estudiantes muertos y desaparecidos quienes han conseguido, con la fuerza de su dolor, y de ese dolor convertido en rabia digna y noble, que muchas, muchos, en México y el Mundo, despierten, pregunten, cuestionen.

Por eso les damos las gracias.

No sólo por habernos honrado con traer su palabra hasta nuestros oídos, humildes como somos: sin impacto mediático; sin contactos con los malos gobiernos; sin capacidad ni conocimientos para acompañarlos, hombro con hombro, en el incesante ir y venir buscando a sus seres queridos que ya lo son también para millones que no los conocieron; sin las palabras suficientes para darles consuelo, alivio, esperanza.

También y sobre todo, les damos las gracias por su heroico empeño, su sabia terquedad de nombrar a los desaparecidos frente a los responsables de su desgracia, de demandar justicia frente a la soberbia del poderoso, de enseñar rebeldía y resistencia frente al conformismo y el cinismo.

Queremos darles las gracias por las enseñanzas que nos han dado y nos están dando.

Es terrible y maravilloso que familiares y estudiantes pobres y humildes que aspiran a ser maestros, se hayan convertido en los mejores profesores que han visto los cielos de este país en los últimos años.

Hermanos y hermanas:

Su palabra fue y es para nosotros una fuerza.

Es como si un alimento nos hubieran dado aunque lejos estuviéramos, aunque no nos conociéramos, aunque nos separaran los calendarios y las geografías, es decir, el tiempo y la distancia.

Y también la agradecemos porque ahora vemos, escuchamos y leemos que otros tratan de tapar ésa su palabra dura, fuerte, lo que es el núcleo de dolor y rabia que echó a andar todo.

Y nosotros vemos, escuchamos y leemos que ahora se habla de puertas que a nadie importaban antes.

Olvidando que hace tiempo esas puertas fueron para señalar a los de afuera que para nada eran tomados en cuenta en las decisiones que tomaban los de dentro.

Olvidando que ahora esas puertas sólo son parte de un cascarón inservible, donde se simula soberanía y sólo hay servilismo y sometimiento.

Olvidando que esas puertas dan sólo a un gran centro comercial a donde el pueblo de afuera no entra, y en el que se venden los pedazos rotos de lo que fue alguna vez la Nación mexicana.

A nosotros no nos importan esas puertas.

Ni nos importa si las queman, ni si las adoran, ni si las ven con rabia, o con nostalgia, o con deseo.

A nosotros nos importan más sus palabras de ustedes.

Su rabia, su rebeldía, su resistencia.

Porque allá afuera se habla, se discute, se alega, que si la violencia o la no violencia, dejando de lado que la violencia se sienta todos los días en la mesa de los más, camina con ellos y ellas al trabajo, a la escuela, regresa con ellas y ellos a la casa, duerme con ellos y ellas, se hace pesadilla que es sueño y realidad sin importar la edad, la raza, el género, la lengua, la cultura.