Milpa y biodiversidad

Por Marco Buenrostro y Cristina Barrios, La Jornada, 17 de noviembre de 2015

Desde su aparición en el planeta, el hombre ha necesitado alimentarse con lo que la tierra y el mar ofrecen; es por ello que forma una unidad con la naturaleza y depende de ella para su sobrevivencia. Por sus características, los seres humanos han modificado los ecosistemas desde muy pronto, aun en la etapa de cazadores-recolectores, pero estos cambios aumentaron notablemente al inventarse la agricultura.

Ésta surgió en distintos lugares del mundo: China, Mesopotamia, los Andes y Mesoamérica, entre otros, pero los conceptos de agricultura fueron distintos desde entonces.

En China, por ejemplo, la siembra de su cereal básico –el arroz– dio lugar a un monocultivo; lo mismo ocurrió con el trigo en Mesopotamia. En Mesoamérica y los Andes, el maíz en cambio, estuvo acompañado desde el inicio, por otras especies vegetales y algunas animales, que convivieron con ellas. Se desarrollan así nuestra milpa y la chacra quechua; el conuco de la cultura taína en Venezuela, es otra modalidad.

Con estas formas de cultivo, nuestros antepasados buscaron replicar a la naturaleza, logrando así importantes ventajas, entre las que destacan contar con diferentes alimentos y otros productos para el intercambio a lo largo de cada ciclo agrícola, y evitar la aparición de plagas, o en su caso, hacerles frente, al igual que a los cambios en el clima, pues podrían afectar a una de las especies cultivadas, pero no a todas.

En otras palabras, cultivar así significa no poner todos los huevos en la misma canasta, porque aunque sólo tomáramos en cuenta los aspectos utilitarios de la biodiversidad, ésta implica alternativas para la vida del hombre sobre la tierra, y en general la posibilidad de desarrollo de todas las especies vivas que forman extensas cadenas interdependientes.

Nos sumamos por ello a las exigencias de la declaratoria de Valladolid, porque “la milpa es un estilo de vida campesina basada en una cultura milenaria que da identidad y pertenencia”, y por ser “un bien social, que está en alto riesgo debido a las actuales erosión cultural y transición demográfica”, provocadas por el sistema económico imperante.

Es necesario que la cultura de la milpa sea “revalorada y fortalecida con el propósito de fomentar la interrelación entre el ser humano y la naturaleza, caracterizada por el respeto de los recursos ambientales y sustentada en la equidad, la convivencia pacífica y la dignidad en las relaciones sociales dentro de las comunidades”. (www.unicodiarionline.com/declaratoria-en-valladolid-sobre-la-milpa-maya/). De haber un acompañamiento académico, éste deberá darse en un diálogo de saberes.

marcri44@yahoo.com.mx